Las Vegas.— Floyd Mayweather en el monólogo de su carrera. El boxeador que nadie pudo conectar y que siempre se salió con la suya. Ayer puso punto final a 19 años de carrera invicta y empatado con la mítica marca de Rocky Marciano de las 49 victorias por ninguna derrota en su carrera.

Mayweather Jr. (49-0, 26 KO) venció a Andre Berto (30-4, 23 KO) por decisión unánime 117-111, 118-110 y 120-108 en el MGM Grand, la que se convirtió en su casa desde 2007.

‘Money ’es considerado por muchos como la antítesis del boxeo. Pero se marcha —si es que lo cumple— como el mejor de esta era. Invicto, con 11 títulos mundiales en cinco divisiones distintas y como el peleador más lucrativo de todos los tiempos.

Así también se marcha como el vigente monarca welter y superwelter tanto del Consejo como de la Asociación Mundial de Boxeo.

Berto fue sólo el número 49. Puso corazón pero no marcó diferencia.

Andre propuso el combate a la media distancia. Calculador, pensativo y dejando que Mayweather fuera el que se animara a atacar.

Floyd tampoco se mostró interesado en lanzar. Muy a su estilo, mostró velocidad para conectar golpes directos para ser favorecido por los jueces, al tiempo que utilizó su gran velocidad para esquivar los castigos.

El público presente en el Grand Garden Arena se mostró frío ante la pelea que presenció. El combate no mostró ese entusiasmo que ‘Money’ prometíó tendría su afrenta.

Fue hasta el cuarto asalto cuando el de origen haitiano logró conectar un sólido golpe en el rostro de Floyd, en lo que fue tan sólo un garbanzo de a libra en la contienda.

El quinto episodio estuvo lleno de amarres. Ambos boxeadores cayeron en este recurso para frenarse mutuamente. Fue el réferi el que más acción tuvo sobre la lona.

Al asalto siguiente, ‘Money’ se atrevió a buscar el intercambio de golpes. Primero mostró destreza para quitarse unos volados y luego conectó sólidos golpes a la zona blanda de Berto, que no encontraba la manera de impactar a su veloz rival.

El haitiano intentó igualar la velocidad de ‘Money’ para el séptimo, en algo que inquietó un poco a Floyd. Así entraron a un intercambio abierto que el público agradeció en demasía.

Mayweather, sabedor de su superioridad, se dedicó en los asaltos finales a tirar agresiones verbales a Berto e, incluso, a sacarle la lengua al entrenador Virgil Hunter. El epílogo fueron desplantes petulantes.

Al sonar la campana, se arrodilló, vio al cielo y agradeció que pudo llegar a lo que podría ser su última pelea como profesional. Aunque la pregunta está en el aire. ¿En verdad será el adiós del mejor boxeador de esta era? Redacción

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