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Miami.— Jugadores y empleados de los Marlins de Miami escoltaron aye a la carroza fúnebre que llevaba los restos del pitcher cubano José Fernández desde el estadio del equipo hasta su velorio.
El dueño de los Marlins, Jeffrey Loria, el manager Don Mattingly, el coach de bateo, Barry Bonds, y los jugadores del equipo, incluyendo su estrella Giancarlo Stanton, vistieron camisetas blancas con la imagen de Fernández y las letras “RIP” (descansa en paz), mientras caminaban lentamente alrededor de la carroza que salía del Marlins Park en el barrio Pequeña Habana de Miami.
Muchos en la multitud de unas mil personas coreaban “José, José”, y algunos ondeaban banderas cubanas en honor del popular lanzador isleño.
José Portuondo, un fanático de 55 años, dijo que Fernández fue un ejemplo para los cubanos que arriesgan la vida en balsas para llegar a Estados Unidos. El pitcher huyó de Cuba a los 15 años.
“Su historia es la misma de mucho en el sur de la Florida. Es muy familiar”, dijo Portuondo, quien trabaja como chofer de trolebús.
Junko Sasaki, una japonesa de 40 años que pasa mucho tiempo en Miami, colocó fruta, arroz y agua en una especie de altar montado en honor a Fernández afuera del estadio. Dijo que se trata de una tradición japonesa para asegurar que los muertos tengan lo que necesiten en el más allá.
La misa del funeral será hoy a puerta cerrada para los familiares y miembros del equipo.
El senador Marco Rubio pidió una investigación sobre la seguridad del rompeolas donde chocó el bote en el que viajaban el pelotero de 24 años y dos amigos, que también fallecieron en el accidente.
Rubio, senador por Florida, envió una carta a la Guardia Costanera y al Cuerpo de Ingenieros del Ejército para solicitar que se evalúe el rompeolas instalado hace un siglo, y si representa un peligro para las embarcaciones actuales.
El rompeolas, que se extiende desde el puerto de Miami, es difícil de ver de noche, especialmente con la marea alta, dijo Rubio.
“Lamentamos las numerosas muertes en el mar cada año y podemos hacer más para salvar a otros”, escribió Rubio. “Como navegante que soy, he experimentado lo difícil que es navegar alrededor de este rompeolas”.
Poco después que el bote de Fernández chocó el domingo por la madrugada, la Guardia Costanera dijo que una boya iluminada que marca la entrada del canal al final del rompeolas funcionaba adecuadamente.