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osvaldo.anaya@clabsa.com.mx
José Fernández lanzó su última bola para los Marlins el martes 20 de septiembre, pero eso nadie lo sabía. En ese envío dio muestra de su capacidad de concentración ante Daniel Murphy, poderoso bateador de los Nationals.
En la parte alta de la octava entrada lo dominó fácilmente, sus compañeros lo felicitaron calurosamente, incluso recibió un beso en la mejilla por parte de Barry Bonds.
Terminaría llevándose la victoria por una solitaria carrera, quedando su récord para posteridad en 16-8.
Ponchó a 12 bateadores y permitió solamente tres hits. “Es el mejor juego de mi vida”, le comentó a un compañero. Tenía toda la razón.
¿Pero quién era este joven de 24 años que prometía convertirse en leyenda? De adolescente tuvo varios intentos de fuga de Cuba, en aras de perseguir su sueño de jugar en las Ligas Mayores.
No le convencía mucho quedarse en Santa Clara, donde está el mausoleo de Ernesto “Che” Guevara, quien también hizo historia por su rebeldía.
Fue atrapado en varias de sus travesías fallidas y expulsado de la escuela como castigo.
En la última escapada se lanzó al mar a salvar a una persona que se estaba ahogando. Resultó ser su madre, Maritza Gómez, una de las dos personas más importantes en su vida, además de su abuela, Olga Fernández, según lo dicho por él mismo.
Eso lo dejó marcado de por vida, pues cuando se lanzó al mar no sabía a quién iba a salvar, en medio de la confusión.
De hecho, tenía un tatuaje en el brazo con los nombres de las dos.
Llevaba cinco años sin ver a su abuela cuando en un programa de televisión se concertó el reencuentro sorpresa en 2013. El abrazo de ambos fue ampliamente difundido en todo el mundo.
“¿Cuándo llegaste?”, le preguntó, azorado. “Hace media hora que llegué”, le contestó doña Olga. “Tú estás precioso”, agregó esta gran fanática del beisbol que aconsejaba a su nieto cómo tirar la bola de niño.
En 2008, José pasó por México, ciudades como Veracruz y Reynosa fueron estaciones de paso hasta que el 5 de abril arribó a Tampa Bay.
Tuvo una exitosa carrera colegial y en el draft de 2011 fue reclutado por los Marlins. De inmediato fue el novato del año en ligas inferiores.
En su temporada de novato en las mayores, en 2013, rompió todo tipo de récords para un pelotero de su edad, 21 años.
En 2014 se perdió la mayor parte de la temporada por una lesión del codo derecho que requirió cirugía, conocida como procedimiento Tommy John, pues fue al primer beisbolista al que se le practicó.
En 2015 tuvo poca actividad por lesiones y en 2016 volvió a recuperar su forma ganadora, con salvajes lanzamientos de 98 millas por hora, aunque todavía en observación por la lesión de su codo.
Lo que siguió fue muy rápido. Pasó un rato el sábado 24 de septiembre en un bar del centro de Miami, llamado American Social Bar & Kitchen. Aunque la vocera del local reconoció haberlo visto ahí, nunca especificó si tomó alcohol.
Fernández, junto con otras dos personas, murió la madrugada del domingo 25 de septiembre cuando su bote chocó contra un rompeolas en South Beach, en un accidente que todavía se está investigando por las autoridades.
El martes 20 de septiembre, justo el día que lanzó su última pelota, publicó en Instagram la imagen de una mujer embarazada, de la que se han manejado varias versiones respecto a su identidad, con el mensaje: “Estoy tan contento de que llegaste a mi vida. Estoy listo para donde nos lleve esta odisea juntos. #PrimeroLaFamilia”.
El mensaje tenía ya 99 mil “me gusta” y 22 mil comentarios de empatía mayormente.
Fernández estaba destinado a convertirse, según expertos, en el mejor pitcher cubano de todos los tiempos.
Pero eso es solamente una suposición. Como lo planteó el propio Fernández en un enigmático tweet el 1 de septiembre de 2015: “Si te entregaran un libro con la historia de tu vida ¿leerías el final?”.