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Turquía ganó 0-2 a la República Checa y mantuvo intacto su sueño de acabar entre los mejores cuatro terceros de la fase de grupos de la Eurocopa, que terminará mañana con los últimos partidos que decidirán el destino del cuadro otomano.
Turquía, herida de muerte tras un inicio desalentador, volvió a nacer con un cambio en la actitud de sus jugadores. Tal vez, la convicción de su entrenador, Fatih Terim, logró que sus futbolistas resurgieran en el último momento.
Su rueda de prensa en la víspera, reconociendo su tristeza por la actuación de sus hombres ante España y Croacia, alentó a sus futbolistas a dar por fin un paso adelante.
El empate echaba de la competición a los dos equipos. La victoria de la República Checa, daba la clasificación a los centroeuropeos, mientras que tres puntos para los otomanos podían no ser suficientes porque necesitaban golear para ser uno de los cuatro mejores terceros.
Fatih necesitaba un revulsivo para ganar y lo encontró en la figura de un chaval de 18 años, Emre Mor, que sentó en el banquillo a una de las dos estrellas de Turquía, Hakan Çalhanoglu, uno de los más señalados junto a Arda Turan por las dos derrotas.
Además, cambió de lateral izquierdo (Ismail Köybasi por Caner Erkin) y colocó a Volkan Sen como novedad en la banda izquierda.
Pero de todos, fue Emre Mor quien realmente dinamitó a su equipo. Con un descaro impropio de su edad, el jugador recientemente fichado por el Borussia Dortmund aportó verticalidad, ideas, desborde y electricidad lanzado en ocasiones por Arda, que, aunque aún no está en su mejor momento, se sacó de la chistera alguna de sus genialidades.
En una de ellas dejó un buen pase en profundidad a Emre Mor, que desbordó por la derecha a Daniel Pudil para dejar un buen centro a Burak Yilmaz. El delantero otomano no perdonó y abrió el marcador con un remate certero desde dentro del área. Era al minuto 10 y se abría una pequeña puerta para el milagro.
Mientras, los checos, sin Tomas Rosicky lesionado para lo que resta de Eurocopa, creaba peligro a base de arranques esporádicos, con algo más de dominio de la pelota pero sin conseguir cercar a los turcos. El gol dejó tocado al equipo de Pavel Vrba, que tuvo que remar a contracorriente desde el principio y eso pudo influir en sus nervios.
Aún así, los checos dispusieron de tres claras ocasiones con un remate del defensa Tomas Sivok al palo, un disparo lejano de Jaroslav Plasil que salvó el portero Volcan Babacan y una internada de Pavel Kadebarek que acabó despejando el meta turco.
Turquía inquietó en algún contragolpe y Volkan Sen rozó el segundo con un disparo desde fuera del área que rozó el palo derecho de la portería de Petr Cech. Fue la otra gran ocasión de la selcción otomana, que no hizo mucho más ante una mayoría del público a su favor muy apasionada. Al descanso, la mitad del trabajo estaba hecho.
La otra mitad la culminó en los siguientes 45 minutos, con un espíritu guerrero indomable con el que no pudieron los checos. Si Turquía hubiese jugado igual en los otros dos partidos, a lo mejor ahora estaría hablando de una posible clasificación asegurada.
Con esas ganas de seguir en la competición, los turcos siguieron a lo suyo, con jugadas esporádicas de peligro y con un juego muy físico imposible de superar por su rival. Y, de nuevo, con Emre Can como el máximo incordio para los hombres de Pavel Vrba.
El joven turco anticipó el segundo de su equipo con una oportunidad que mandó al limbo después de un control estratosférico y una cabalgada de 20 metros que nadie pudo frenar. Fue el aviso al momento de éxtasis que protagonizó Terim, que poco después aparcó su tristeza del día anterior para correr como un loco por la banda con el gol de Ozan Tufan a 25 minutos del final.
Turquía, ya agotada por el esfuerzo, intentó un tercer gol, pero los kilómetros en las piernas de todos los jugadores de Terim pesaron demasiado. Al final, el 0-2 colocó a los turcos entre uno de los mejores cuatro terceros a la espera de los resultados de mañana. Los checos, que tenían todo en su mano para seguir, se marcharon por la puerta de atrás.