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daniel.blumrosen@eluniversal.com.mx
Monterrey.— Fue el ‘Conejo’ de la suerte. Con sus manos logró mantener con vida a Pachuca hasta que pudo alzar el título. Óscar Pérez es tan eterno como histórico. Por fin se le dio ganar su segundo título de Liga, luego de una sequía personal que databa desde 1997.
Pilar indiscutible de los Tuzos. Contra Rayados en la final se fajó como un portero de personalidad y liderazgo. Hizo gala de sus reflejos, para descartar que la edad pese. A sus 43 años resultó campeón al atajar los envíos regios.
Hizo siete intervenciones en total. Sacó goles cantados que pudieron definir la serie a favor del Monterrey que se convirtió en una aplanadora que Pérez logró contener con astucia, velocidad, colocación y lances.
Esas virtudes del ‘Conejo’ impidieron festejos a Edwin Cardona, Dorlan Pabón y Rogelio Funes Mori.
“Esto es increíble, es lo mejor que nos pudo haber pasado. Qué bueno que se dio”, presumió.
Luego de esas palabras, comenzó a saltar de alegría. Supo, en cuanto llegó el silbatazo final de Fernando Guerrero, que era el artífice de la gloria de su equipo. Con el gafete de capitán, Óscar Pérez subió al podio de ganadores del Clausura 2016. Junto a sus imberbes compañeros de la cantera del Pachuca gritó en el cielo de La Sultana del Norte el campeonato del futbol mexicano. La gloria es suya, está en sus manos. Una corona digna de una carrera histórica como la del ‘Conejo de la Suerte’.