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Que la industria de la moda haga labores filantrópicas no es ninguna novedad. Y aunque esto es por demás loable, siempre se puede ir más allá. Al menos así lo piensan Fátima Álvarez, Enrique Rodríguez Aréchiga, Uriel Serrano y José Antonio Nuño, fundadores de la nueva marca de ropa Someone Somewhere.
La idea de usar diseños artesanales en prendas contemporáneas no es nueva, tampoco el hecho de que una empresa quiera impulsar a las comunidades marginadas de México. Sin embargo, Someone Somewhere parece dar en el clavo en dos aspectos: estar enfocada en la practicidad del mundo real (es posible viajar con una mochila útil y resistente con toques de artesanía oaxaqueña), y ser un negocio con genuina intención de combatir la pobreza.
El consumidor final agradece el equilibrio entre prendas bien hechas, aprovechables y originales, que además tienen un impacto en los menos favorecidos. Fátima lo tiene claro: “el problema con la artesanía es que hay muchas organizaciones que se enfocan en su profesionalización, pero siguen sin resolver una necesidad de mercado real, por eso encontramos tantos productos imposibles de usar en la vida cotidiana”.
El origen
“Todo empezó en la preparatoria” cuenta Fátima, “los cuatro amigos íbamos de misiones a la comunidad de Naupan, Puebla. Eso nos concientizó. Una vez en la universidad nos dimos cuenta de que teníamos más herramientas que aportar; y que los textiles de las artesanas eran valiosos”. Así inició Flor de Mayo, marca de camisas cuyo problema era el alto precio por la cantidad de bordado. Las prendas de Someone Somewhere son hechas en serie, pero cuentan con un toque cien por ciento artesanal que las hace únicas, dirigidas a jóvenes que adoran actividades al aire libre y desean vivir a su manera.
Aunque la marca aún está en ciernes, se pueden encontrar sus prendas en boutiques como 180º Shop, Romita Comedor y Adamanta.