Para Kris Van Assche, las flores son un símbolo de una estética sofisticada y aventurera en el vestir masculino. Además de ser un print que aparece con frecuencia en sus colecciones —como la línea Otoño/Invierno 2016 para Dior Homme—, están tatuadas en su piel,  y durante un tiempo lo llevaron a considerar transformarse en florista en lugar de diseñador. La experimentación con éste y otros estampados, colores y siluetas, ha permitido que en una era de movimiento constante entre diseñadores, él se mantenga a la cabeza de su firma y ofrezca propuestas contundentes durante la Semana de la Moda Masculina de París.

A pesar de su pasión por los tatuajes, las motocicletas Ducati Monster y la cercanía con figuras de la cultura popular como el cantante Sam Smith, la vida de Van Assche no se parece mucho a la de diseñadores superestrella como Marc Jacobs o Jeremy Scott. Su feed de Instagram (@kris_van_assche) contiene algunos clippings de prensa e imágenes tras bambalinas o acompañado de celebridades, pero incluso ahí los arreglos florales juegan un papel muy importante y demuestran un ojo experto y entrenado desde la infancia para encontrar los detalles más sofisticados en la vida cotidiana. Detalles como un close up de su gato o un arreglo de rosas blancas visto desde arriba se convierten en fotos dignas de una exposición, como la aclamada muestra que presentó en conjunto con el artista visual Matt Saunders durante el Festival Internacional de Moda y Fotografía de Hyères en 2010.

Talento desde joven

Londerzeel es un pequeño pueblo de raíces medievales en la zona flamenca de Bélgica en el que Van Assche vivió durante sus primeros años. Cuando cumplió siete, tuvo una de esas revelaciones infantiles que definen a quien las vive. “Me di cuenta de que las prendas no nacían en un clóset y existía alguien que las creaba. De inmediato quise ser esa persona”, dijo a la revista Out.

Esa decisión profesional no fue recibida con entusiasmo en su familia. Sin embargo, en ese momento la vocación de Van Assche estaba firmemente establecida y alimentada por dos estrellas de la época: Thierry Mugler y Jean Paul Gaultier. Este último recién había vestido a Madonna —ídolo personal de Van Assche— con algunos de los outfits más icónicos de su carrera. Luego de algunas dudas y tras conseguir el apoyo de sus padres, ingresó a la Academia de Bellas Artes de Amberes y a los 18 años se convirtió en el diseñador más joven en ingresar a la institución.

Van Assche suele recordar la época que pasó en la Academia con sentimientos encontrados: por una parte fue la institución que lo formó y lo puso en contacto con la estética de los Antwerp Six, 
colectivo de diseñadores que refrescaron el panorama de la moda europea durante los años 80. Por otra, las presiones de las asignaturas que cursaba fueron momentos duros para él. “Creo que, en parte, la Academia es tan famosa porque es un gran reality check para los diseñadores. Quizá si hubiera tenido un poco más de experiencia habría hecho las cosas diferente, pero fui privilegiado, así que no me arrepiento”, dijo al sitio web The Talks.

Tras graduarse, Van Assche fue asistente de Hedi Slimane, quien en ese entonces iniciaba su primer periodo en Yves Saint Laurent como director creativo de la división masculina. Un par de años después, Dior fichó a Slimane para iniciar su primera línea de menswear y Van Assche se convirtió en su mano derecha. En Dior Homme, Slimane revolucionó la industria masculina. Su mayor contribución fue el corte skinny y el fichaje de bandas indie como embajadores de marca. Esa estética lo mantuvo bajo los reflectores, pero en el caso de Van Assche, la historia fue otra: dejó a Slimane en 2005 y abrió su propia firma, en la que se pudo apreciar por primera vez su afición por mezclar siluetas e inspiraciones. En ese tiempo recibió buenas críticas, pero también algunos comentarios en los que se cuestionaba su relevancia.

Un par de años después de su renuncia, Van Assche regresó a Dior: Slimane había dejado su puesto vacante y era su responsabilidad mantener el alto nivel de venta en la casa. Las primeras críticas fueron mixtas: “¿Cómo puede probar que es más que un pretendiente al trono de Christian Dior? Evidentemente, con cautela”, aconsejó el periodista de moda Tim Blanks en su reseña para la temporada Otoño/Invierno 2008. Los esfuerzos posteriores por distanciarse de la estética de su antiguo jefe y jugar con las proporciones y los estampados lo convirtieron en un diseñador que era capaz de ofrecer piezas como bomber jackets en texturas metálicas o jeans en lamé dorado y a la vez ofrecer un traje perfecto para una alfombra roja en la misma colección.

Hace unos días, el creativo de 40 años mostró de nueva cuenta su colección Otoño/Invierno 2016 en Hong Kong. En  medio de lanzamientos con una oferta variada, destacó un pantalón blanco con flores estampadas. Esa prenda bien puede ser un símbolo de la capacidad de Van Assche para crear piezas con una estética definida, pero que nunca pierden de vista a sus clientes.

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