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En 2005, Riccardo Tisci recibió una llamada que marcó su futuro. “Voy a decirte algo que no le he contado a tus hermanas: venderé nuestra casa porque ellas necesitan el dinero y me iré a una residencia”, le comentó su madre en el teléfono. Aquella conversación fue la señal que necesitaba para aceptar uno de los contratos más codiciados en la industria de la moda, el de director artístico de la célebre casa francesa Givenchy.
Contrario a otros diseñadores que crecieron rodeados de trajes de Chanel o los bolsos Dior de sus madres, Tisci tenía que salir a trabajar a los 2 años para apoyar en la economía del hogar. Crecer al lado de ocho hermanas despertó su fascinación por los vestidos, sobre todo por el romanticismo y sensualidad que éstos guardan.
A los 17 años, cuando ya creaba estampados para Missoni, cayó en cuenta de que le resultaría imposible alcanzar el éxito sin tener recursos, por lo que decidió trasladarse a Londres para ingresar en la renombrada academia Central Saint Martins. Luego de dos años, en los que sostuvo sus estudios a través de becas, el italiano se graduó.
Transcurría 2004 cuando Riccardo se aventuró a presentar por primera vez una colección en solitario, apoyado en gran parte por su amiga —y hoy musa— Mariacarla Boscono, una de las tops más importantes de Italia. Aquel desfile logró colocarlo en la mira de editores y directivos de prestigiados grupos de moda. Su fichaje para Givenchy se convirtió en la mayor recompensa.
En posición adelantada
“Para ser una figura influyente en este siglo, además de una gran creatividad y enfoque, se necesita ser un agitador, un rebelde; ser alguien que sobrepase los límites, desafíe todas las convenciones y consiga fusionar la moda con el arte”, escribió la diseñadora Donatella Versace —quien, por extraño que parezca, fue rostro de Givenchy a petición del creativo durante la campaña Otoño/Invierno 2015— al respecto de Tisci en la reciente edición de Time, revista que lo ha incluido en su ranking de las 100 personas más influyentes en el mundo y lo emplaza a la cabeza entre los couturiers en la actualidad.
Desde que en 2008 Madonna empezara a portar sus atuendos sobre el escenario, la estética del creador para la casa francesa Givenchy —plagada de referencias artísticas y religiosas— comenzó a ser entendida y reputada entre celebridades, socialités y mujeres de todo el mundo, quienes hoy celebran sus diseños de aire gótico, elegante y con un halo de sensualidad, mismos que transitan entre lo sublime y lo tenebroso.
Los trajes ideados por el italiano recorren las red carpets más importantes del globo y demuestran su maestría en la construcción de líneas que enaltecen la silueta femenina, así como su habilidad para convertir en un hit todo aquello que diseña —prueba de ello son los bolsos Antígona con los grabados de Bambi y de Rottweiler, los cuales se agotaron a las pocas semanas de haber sido lanzados—. Tisci ha despertado polémica más de una vez por el empleo de símbolos religiosos, como cuando estampó la imagen de la Virgen María en playeras de su colección masculina Primavera/Verano 2013.
En septiembre pasado, el creador festejó una década al frente de la maison con un espectacular desfile en la ciudad de Nueva York, el cual estuvo abierto al público y en el que hizo un recorrido por las siluetas y prendas que han devuelto esplendor a la prestigiada firma. Riccardo Tisci parece haber descubierto la fórmula para permanecer a la cabeza de un sello de lujo como Givenchy: reinventar constantemente la estética del mismo sin atentar contra la identidad previamente establecida y mantener sus creaciones bajo los reflectores en todo momento.