Más Información
Jueces y magistrados acusan registros “inflados” en inscripción a elección judicial; exigen transparentar listas de aspirantes
Diputada del PAN plantea reforma para ampliar servicios de atención infantil; va por estrategia enfocada en Primera Infancia
Mauricio Kuri garantiza seguridad tras ataque a bar Los Cantaritos; niega que conflicto de otros estados se traslade a Querétaro
Rubén Rocha admite “encuentros” entre grupos criminales y autoridad en Sinaloa; “ahí va la seguridad en el estado”, dice
Marcha 25N: Día Internacional para Eliminar la Violencia contra la Mujer; cierres y cortes viales, minuto a minuto
“Cuando me pongo un Chanel Haute Couture soy otra”, señala la socialité y multimillonaria libanesa Mouna Ayoub, cuyo sentido del estilo la ha llevado a descubrir (no sin antes desembolsar una cantidad estratosférica de euros) que la exclusividad es mucho más que una sobredosis de lujo. Es, según la opinión de esta jet-setter y “patrona” de la Alta Costura, una suerte de sofisticado amuleto que otorga a “superpoderes insospechados”.
Todo objet d'art tiene un comienzo
La gestación de un modelo comienza por un concepto más o menos específico, aunque no necesariamente evidente: un movimiento artístico, algún destino exótico, una noción estilística particular o un personaje histórico. En realidad, tanto en la Haute Couture como en el Prêt-à-Porter, casi todo puede servirle de inspiración a un diseñador, que por lo general realiza entre 300 y 700 bocetos por colección, de los cuales menos de un 10 por ciento desfilará por la pasarela. Estos bosquejos, muchas veces producto de mentes tan creativas como atormentadas (no es ningún secreto que la moda y la psiquiatría forman una sólida pareja), deben ser traducidos por todos los implicados en la materialización de la prenda. Una vez en el taller, la premiere d’atelier desempeña la función principal: es la mano derecha del couturier, la persona a quién éste explica todas sus ideas, dejándole cierto margen de interpretación. Christian Dior confiaba todos sus esbozos, los cuales pocas veces contenían detalles o anotaciones aclaratorias, a su premiere d’atelier, Marguerite Carré, a quien llamaba cariñosamente dame couture. Ella descifraba sus deseos, ya que el maestro, con su impecable bata blanca de cirujano, nunca tocaba un vestido hilvanado.
Una vez que la creación está lista se prueba sobre una modelo. En esta fase se perfecciona, amplía, recoge, modifica y ajusta la pieza, trabajando en ella hasta que el diseñador y los directores de los equipos de confección y patronaje quedan satisfechos. Después se presenta la toile, el primer patrón en tela de refuerzo (por lo general un tosco tejido de ramio) que resulta de vital importancia, pues es la primera vez que el director creativo ve el resultado tridimensional de su propuesta. Posteriormente, se procede a la ejecución del prototipo en la tela definitiva, que vuelve a probarse sobre la modelo y, de ser necesario, a corregirse hasta conseguir la perfección.
Cientos de horas, obsesión por los detalles
Durante el proceso intervienen textileros, productores de encaje y tules, bordadores, plisadores, fabricantes de botones y pasamaneros, así como los responsables de la aplicación de ribetes y lazos. Hoy, al igual que hace un siglo, las creaciones se realizan completamente a mano durante cientos de horas. El récord lo ostentaban, al menos hasta hace relativamente poco, el mítico Yves Saint Laurent (1936-2008), cuyos trajes Les Iris y Les Tournesols (1988), inspirados en Vincent van Gogh, requirieron más de 600 horas de bordado cada uno, y también Karl Lagerfeld, con su creación Atys (Chanel, primavera 1997), en la cual las bordadoras trabajaron mil 280 horas. En la casa de bordado Lesage, que desde 1922 hasta el día de hoy ha colaborado con todos los monstruos sagrados de la moda, se emplean unos 300 kilos de perlas y más de 100 millones de lentejuelas al año. Una pieza puede requerir hasta 100 mil puntadas y, una colección entera, hasta 25 mil horas de trabajo. Paradojicamente, a pesar de los avances tecnológicos –telas inteligentes, patronaje computarizado, cortes láser–, la Haute Couture sigue ateniéndose a las normas de sus fundadores y exige el dominio absoluto de la técnica artesanal y la precisión que Charles Frederick Worth y Paul Poiret impusieron a finales del siglo XIX y principios del XX, respectivamente. Por consiguiente, cuando una mujer viste una prenda de Alta Costura, se transforma al instante en la emperatriz plenipotenciaria de un microcosmos regido por las leyes de la exclusividad y la belleza absolutas, convirtiéndose ella misma en una obra de arte viviente que expresa con notable contundencia la fusión del savoir-faire y la visión contemporánea.
balenciaga72@yahoo.com.mx