Más Información
Osiel Cárdenas, exlíder del Cártel del Golfo, recibe auto de formal prisión; enfrentará juicio por homicidio
Jóvenes mexicanos pasan más de 2 mil horas al año en el teléfono; OCDE alerta sobre su impacto en la salud mental
Sergio Gutiérrez Luna destaca aprobación de 25 reformas en la 66 Legislatura; "Un logro histórico para la 4T", señala
Secretario de Agricultura reafirma defensa del maíz blanco; "Seguiremos apoyando la producción nacional no transgénica", afirma
¿Maíz transgénero? Rubén Rocha corrige desliz durante discurso en Sinaloa; destaca importancia del maíz blanco
Sheinbaum asegura apoyo total a Sinaloa para enfrentar violencia; "Nunca los vamos a dejar solos, aquí está la presidenta"
¿De qué hablamos cuando hablamos de buen gusto? De subjetividades que, sin embargo, continúan dividiendo a las mexicanas en dos categorías: quienes piensan que lo tienen y aquellas a las que les importa un carajo el asunto. Las primeras forman parte de las llamadas niñas bien; las segundas son todas las demás. La minoría del primer grupo es, supuestamente, prueba irrebatible de la superioridad social que las vuelve albaceas de lo chic, cool, nice, cute y un largo etcétera. La abrumadora cantidad que integra la segunda comunidad deja en claro que, a pesar de que la moda se ha convertido en la nueva democracia, el término “clase” continúa siendo un club privado de cuya puerta pende un simple letrerito con tan sólo cuatro letras: N.R.D.A.
El ataque de las chicas Birkin
Todas sueñan con adquirir un bolso Birkin, de Hermès, así tengan que aplicar la estrategia “80-80-80”, es decir, contraer nupcias con un hombre de 80 años de edad, con 80 millones de dólares en el banco (que piensan heredar íntegros) y 80 días de vida. Por fortuna, muchas de ellas no tienen que recurrir a tan siniestro plan y, eventualmente, logran tener más de un preciado Birkin en sus armarios. Por lo general, las Birkin Girls son enemigas del cepillo, o sea, no se peinan; tampoco se maquillan, o muy poquito, y usan una cantidad mínima de eau de parfum. Si llevan joyería, suelen ser piezas pequeñas y mesuradas. Aman los flats y reservan los stilettos exclusivamente para ocasiones que, según ellas, lo ameritan, como una fiesta en la embajada de México en Nueva York o una soirée VIP con temática sadomasoquista.
¿Ropa ajustada? De preferencia, no. ¿Colores fluorescentes? Ni de broma. ¿Estampados psicodélicos? Sólo en el forro de algún abrigo. Eso sí, adoran la onda boho y, aunque lo nieguen, revisan con lupa todo lo que se pone Olivia Palermo. ¿Y siempre han sido así? Según Guadalupe Loaeza, experta en la materia, básicamente sí.
“La niña bien de 1939 era una chica muy educada, nunca decía groserías, no contaba chistes, leía en francés, tenía buen gusto, practicaba equitación o tenis, era discreta, tenía su costurera en casa, iba al Sagrado Corazón, al Asunción o al Colegio Francés y su meta principal era casarse con alguien de su mundo. Las nuevas niñas bien son más simpáticas, autocríticas, se ríen de sí mismas, pero siguen practicando el esnobismo y no hacen concesiones con determinados aspectos. Son el producto de una educación y ocultan ciertas cosas”. Espero que entre lo que esconden haya lencería de Agent Provocateur y drogas duras.
Diosas del tubo, guerreras de a pie
La contraparte de las adoradoras del minimalismo y el color nude son todas aquellas mujeres con alma (y gustos) de teibolera, las sacerdotisas del tacón de aguja con plataforma integrada, las devotas del “bilé” rojísimo, de las pestañas postizas con doble capa de rímel (“pa’que se vean más naturales, mana”) y del “colorete” en tonalidad magenta radioactivo. Cuando van a la playa su misión es alborotarle la hormona a cuanto hombre heterosexual se atraviese en su camino, y no perder el tiempo embarrándose el cuerpo con bloqueadores solares (a estas amazonas del Metro Juanacatlán los rayos UV les hacen lo que el viento a Juárez).
Para ellas, el fin del mundo se resume en tres pesadillas: la prohibición constitucional de los jeans entubados, la extinción de los minivestidos confeccionados con Lycra y la quiebra de Avon. Sus iconos de estilo no son Alexa Chung o Carine Roitfeld sino Jenni Rivera, Selena (que Diosito las tenga en su santa gloria) y Thalía. Sus rivales en las batallas del amor jamás serán las niñas bien sino los travestis, pues como diría cualquier secretaria que haya ido al menos una vez al Oasis, antro ubicado en el Centro Histórico del D.F., “¡a veces son más mujer que una, caray!”.
Para estas divas de microbús la frasecita “menos es más” carece de todo significado, ya que, como amantes innatas del maximalismo que son, su mantra cotidiano se desprende del título de una canción de Laura León: “O me cumples o te vas”. Esta máxima la aplican a hombres, prendas y dietas. Sobra decir que, por lo general, les funciona de maravilla.
balenciaga72@yahoo.com.mx