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La naturaleza transgresora del bikini es innegable. Desde su creación –en el año 1946 por el diseñador francés Louis Réard–, esta célebre prenda ha desafiado los convencionalismos, tanto sociales como estéticos. Su aceptación entre las mujeres no fue inmediata, quienes adoptaron diferentes estilos antes que esta reveladora pieza.
Gracias a iconos como Brigitte Bardot, Ursula Andress y Raquel Welch, el traje de baño femenino por antonomasia alcanzó popularidad y empezó a ser visto con mejores ojos por la sociedad durante los años 50 y 60. Dado su auge, comenzaron a presentarse variantes en cuanto a colores, estampados y, principalmente, materiales, dando lugar a tejidos más ligeros y funcionales.
Con el paso del tiempo, el bikini ha ampliado su campo de acción fuera del agua. Hoy se combina con otras prendas del armario para llevar en distintos escenarios y momentos, como paseos por los destinos de playa, además de pool parties y desayunos casuales en la ciudad. La clave está en lograr un equilibrio y no olvidar el carácter informal de cada uno de los atuendos, para evitar cometer así un crimen de estilo.
El cómplice revelador. “Lejos ha quedado la época en la que la sencillez y la austeridad reinaba en la moda de baño. Hubo un tiempo en el que creímos que con tener los looks playeros básicos –el bikini marinero y un dos piezas teñido de negro–, el verano estaba resulto. Y entonces, llegó la invasión del bikini en todas las formas y los colores posibles”, señala Beatriz Caballero, especialista de moda para Vogue España.
Durante las vacaciones, esta prenda puede complementarse con otras para proteger del viento y, también, de las miradas incómodas. Con un caftán o blusón, puede llevarse dentro de las instalaciones del hotel para acudir al restaurante o, bien, para dar un paseo por la playa.
Acompañado de unos shorts de mezclilla, sandalias planas o tenis y un collar llamativo, se logra una ecuación sport para acudir al centro comercial o recorrer las calles del destino visitado. Al caer la noche, una chaqueta de cuello Mao, una falda lápiz y un par de stilettos conforman un atuendo ideal para salir a tomar una copa.
Hoy en día, el bikini no es exclusivo para la playa, también puede lucirse en la ciudad, sólo debe tenerse precaución con el diseño elegido. Los tonos sólidos y los estampados de amibas resultan buenas alternativas para lograr looks urbanos y exitosos (deben evitarse las impresiones florales y todas aquellas que remitan al mar).
Para una pool party, un traje de baño en colores neón (naranja, rosa o amarillo) resulta muy conveniente y favorecedor para presumir el bronceado. Combinado con una t-shirt estampada o un pareo, más unas sandalias altas de tiras y una selección acertada de pulseras y collares, se consigue un atuendo ideal para la ocasión. En este tipo de escenario, se tiene mayor libertad para agregar accesorios metálicos y unas gafas llamativas.
Los tops strapless pueden separarse del conjunto y adaptarse a una imagen bohemia, con falda larga, sandalias de piel y complementos de aire étnico, para acudir a un desayuno informal con las amigas, ya sea en la Condesa, Roma o Coyoacán. Fiel a su naturaleza, el bikini impone sus propias reglas y continúa siendo un aliado incondicional de las mujeres durante el verano.