Tim  Blanks no se equivoca, y cuando habla, más vale escucharlo con mucha atención. Recientemente, el mejor analista de moda que circula por Internet    señaló, casi sin querer, lo siguiente: “Creo que he aprendido más sobre el estilo y la naturaleza de los diseñadores estando atrás de sus desfiles que sentado en primera fila, lo cual no me molesta en lo absoluto”. Muy cierto. Si verdaderamente se quiere saber cómo opera la moda y de qué manera se logra la magia que dura tan sólo unos cuantos minutos en la pasarela o queda impresa en las páginas de alguna publicación, lo mejor es asomarse a ver lo que pasa tras bambalinas. 

 

Es justamente ahí donde se puede atestiguar la impresionante cantidad de tiempo, trabajo, recursos humanos y también materiales que se requieren para que un diseñador presente su colección. Un ejército de maquillistas, peinadores, coordinadores de moda, accesoristas, modelos, asistentes, planchadoras y gente dedicada  a vestir a las maniquíes   trabajan con ahínco para que todo salga a tiempo, aunque  como se dice en el medio, 30 minutos de “puntual retraso” se le perdonan a cualquiera... Bueno, casi a cualquiera.  

 

Gritos, sombrerazos, estrés, un poco de ansiedad, tiempos muertos, innumerables botellas de agua, refrescos de dieta y algún pecaminoso bocado lleno de azúcar son el “pan nuestro” de cualquier backstage que se respete. Pero lo más asombroso de todo es que –a pesar de las complicaciones, los problemas que inevitablemente ocurren y la neurosis generalizada que impera minutos antes de que inicie el desfile– al final todo mundo está feliz  . ¡Misión cumplida! ¿A poco no te dan ganas de volverte un insider? 

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