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“¿Que en qué me parezco a Dalí? Eso lo tendrá que responder usted. En el físico, me dicen, sobre todo en los ojos. ¡Y en la mala leche!”, ríe Pilar Abel, la mujer que asegura ser hija del pintor surrealista.
La reclamación de Pilar Abel (Figueres, 1956) culminó con la exhumación de los restos de Salvador Dalí el pasado 20 de julio. Los forenses abrieron su tumba, en una cripta de su museo, y extrajeron cabello, piezas dentales, uñas y dos huesos largos para compararlos con el ADN de la saliva de Pilar y de su madre, una mujer que asegura que fue amante del artista mientras trabajaba como empleada del hogar para unos amigos de él.
“Estoy cansada de todo esto, pero al mismo tiempo aliviada”, cuenta Abel en un hotel de Madrid. “Lo hago por mi madre. Ella no ha tenido una vida feliz. Llevar un secreto así durante 63 años duele”, asegura la mujer.
El secreto, sin embargo, nunca lo fue del todo. “El hombre con el que se casó mi madre después de conocer a Dalí era muy severo, dictatorial. No me crié con ellos, sino con mis abuelos, y no sé lo que es el cariño de unos padres. Pero mi abuela ya me lo decía desde pequeña: ‘Tú eres hija del pintor’”, cuenta.
Abel creció en Figueres cruzándose a menudo con el artista. “Cómo le iba a decir yo con seis o siete años que me habían dicho que era mi padre”, razona, “pero una vez me echó una mirada en La Rambla que vale más que mil palabras”, asegura.
El 18 de septiembre comenzará el juicio que debe resolver la demanda de paternidad presentada por Abel. “Estoy muy positiva”, dice: “He heredado el séptimo u octavo sentido de Dalí”.
Las pruebas de ADN serán la prueba definitiva ante los tribunales, pero Abel asegura que, si pierde este juicio, continuará adelante hasta demostrar la filiación. “Tengo una máscara con un molde que le hicieron a Dalí 10 años antes de morir, con el pelo del bigote aún negro. La juez decidió que se exhumara el cadáver porque era una prueba más directas, pero yo lo intentaré con la máscara si hace falta”, sostiene.
La Fundación Gala-Dalí, que vela por el patrimonio del artista en nombre del estado español, se ha mostrado crítica con la juez que ordenó la exhumación, y asegura que exigirá a Abel que, si pierde, pague la costosa prueba. Ella no teme esas amenazas, y asegura que la fundación se excede en su celo, entre otras cosa porque el ser reconocida como hija del pintor le dejaría a ella las puertas abiertas a reclamar su parte de la herencia: el 25% de un patrimonio que es incalculable, pero que ascendería a 300 millones de euros sólo en derechos de autor. “Yo eso ni me lo he planteado aún. Es una tortilla que ellos se han cocinado y se han comido solos, porque nunca he hablado de herencia. Pero de tanto oírlo, ya me están tentando”, ríe Abel.
Han acudido en apoyo de la fundación figuras como Narcís Bardalet, un forense que trató a Dalí y fue responsable de embalsamarlo. Bardalet asegura que tuvo acceso a informes médicos de Dalí que probarían que Abel no es su hija. Ella desestima estas supuestas pruebas, así como las que aseguran tener muchos otros personajes que han surgido alrededor del caso. “Esto está lleno de oportunistas”, protesta Abel: “Yo no sé quién es más raro: si Dalí, yo o los otros que hay por ahí”, bromea.
La mujer asegura que para el juicio ella también guarda sorpresas, como un testimonio que tomó ante notario. “Es de una amiga mía de infancia. Ella trabajaba en un colmado [tienda de alimentación] y le llevaba el jamón dulce y el queso a Dalí, que le gustaban mucho. Entonces él y Gala la contrataron para que me vigilara y les contara cosas de mí, de cómo crecía. Ella me lo confesó hace poco”, explica Abel.
Hechos como estos llevan a la mujer a asegurar que Dalí sabía que tenía una hija, “pero no hizo nada, quizás porque tenía miedo. En sus últimos años su entorno lo resguardaba del mundo. Me da mucha pena cómo murió, tan solo”, dice.
Abel está en la cresta de su popularidad. Los programas de televisión se pelean por su testimonio, y todos los que no le habían hecho caso en los diez años que lleva con el caso le prestan oído desde que se ordenó la exhumación. Tampoco faltan quienes se burlen de su pasado como pitonisa en una televisión local, o quienes recuerdan que ya denunció a un escritor famoso, Javier Cercas, porque sospechaba que se inspiró en ella para un personaje de una de sus novelas.
Abel no parece preocupada por estos rumores. “Todo es muy desconcertante: las palabras, los ataques. Pero a mí me da igual lo que diga la gente. Yo soy cósmica, como mi padre. El ADN nos pondrá en nuestro sitio”.