En diversas tareas de salvamento arqueológico, personal del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han identificado evidencias que les permiten reconstruir la vida cotidiana de la villa de Coyoacán, ejemplo de ellos son fragmentos cerámicos hallados en la calle Francisco Sosa, y cuya temporalidad recorre cinco siglos.

La arqueóloga María de la Luz Moreno Cabrera destacó que las labores que realiza la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH , con motivo de obras públicas o privadas en la zona, han facilitado la localización de materiales que van desde tiestos de cerámica tipo Azteca II, III y IV, hasta fragmentos de vasijas y otros elementos de procedencia europea o asiática.

“Mayormente suelen encontrarse objetos utilitarios y artesanía de cerámica, loza, porcelana, vidrio, hueso y metal, los cuales eran adquiridos frecuentemente por la población acomodada en los barrios de la Concepción, Santa Catarina, Churubusco, San Lucas y San Francisco, entre otros, donde aún se conservan edificaciones como la llamada Casa de la Malinche, la Casa de Alvarado y la Casa de Diego Ordaz”, dijo.

El más reciente caso, abundó en declaraciones difundidas por el INAH, se dio en calle de Francisco Sosa, el antiguo Camino Real de la Villa, donde este año concluyó un proyecto de salvamento, allí, expertos del Instituto identificaron la presencia de fragmentos cerámicos cuya temporalidad recorre cinco siglos.

Entre las piezas completas encontradas destacan ocho pequeños malacates para hilar, correspondientes a la ocupación tepaneca, además de 112 objetos modernos: clavos, canicas e incluso trozos de cerámica que se sabe pertenecieron a muñecas de porcelana de fabricación alemana, comercializadas en México durante el siglo XIX.

Moreno Cabrera

precisó que parte integral de los trabajos de salvamento tiene que ver con la búsqueda y la confrontación de fuentes históricas, en aras de ampliar el conocimiento acerca de lo hallado en campo.

Así, dijo, tras la consulta en archivos como el General de la Nación y el Histórico de la Ciudad de México, se averiguó que en 1945 el predio estuvo ocupado por una congregación de monjas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús, y anteriormente, en el primer tercio del siglo XIX, fue propiedad de un empresario apellidado Varela y era conocido como “La Aduana”.

Se desconoce si este nombre le era dado por su ubicación en el Camino Real o por algún otro uso comercial.

Un rasgo adicional encontrado en los tiestos de Francisco Sosa 105, y documentado en anteriores proyectos de salvamento y restauración en Coyoacán y otros puntos de la Ciudad de México, tiene que ver con pedacería de cerámica, porcelana, gres, barro y otros materiales prehispánicos y coloniales, que ya fuera por cambios en el inmueble u otras causas, se acumulaban en un mismo depósito de basura.

Dichos tiestos eran reusados en, por ejemplo, la decoración de macetas de jardinería, o bien, al interior de nuevos sistemas constructivos, como bóvedas o pisos edificados entre los siglos XVI y XVIII; práctica que tenía que ver con el aligeramiento de estructuras a partir del reciclaje de piezas completas o semicompletas.

Destaca el caso del Ex Convento de San Francisco, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, actualmente ocupado por una librería del Fondo de Cultura Económica, donde proyectos anteriores encontraron y liberaron algunas de las oliveras y botijas empleadas como relleno en diversas techumbres y cúpulas.

nrv

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