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ssierra@eluniversal.com.mx
En México, es reciente la política de formación y preservación de archivos de arquitectura. Incluso, al menos en las instituciones públicas, no se trata de adquisiciones sino de donaciones. El ejemplo más evidente y grave de un acervo que no se conservó es el de Luis Barragán; el legado del más importante arquitecto nacional, primer latinoamericano en recibir el Premio Pritzker, fue vendido en 1995, hace 22 años.
Hay varias problemáticas en torno a la preservación de los grandes legados de arquitectos: acervos que salieron del país; archivos divididos entre instituciones públicas, privadas y familias; y los que herederos dejaron perder.
No hay, en las dos grandes instituciones públicas que tienen archivos de arquitectura —la Facultad de Arquitectura de la UNAM y la Dirección de Arquitectura y Patrimonio Artístico Inmueble del INBA— un programa de adquisición de estos fondos sino que los que tienen han sido donaciones. Otra problemática de estos materiales es que no todos cuentan con procesos de consulta institucional, que la digitalización es incipiente, que no se les promociona y que si bien muchos del siglo XX se han perdido es aún más crítica la situación de los de siglos atrás. Algo más: el de los arquitectos no es un archivo que sólo comprenda documentos, planos, correspondencia, libros, revistas y fotos, sino objetos, diseños y maquetas, de ahí que contar con espacios es aún más complicado.
La arquitecta Fernanda Canales, autora de Arquitectura en México 1900- 2010, La construcción de la modernidad, dice que ya se entiende más el valor de los documentos originales, pero que hasta hace unas décadas nadie sabía qué hacer con montones de papeles muchas veces considerados un estorbo por sus malas condiciones.
“Es mucho más lo que se ha perdido que lo que se tiene disponible; los casos de éxito son una anomalía”, dice.
La arquitecta ha encontrado que en los ejemplos donde se ha hecho preservación casi siempre ha sido de un aspecto parcial de la obra, se guardan “planos pero no fotos, fotos pero no maquetas, dibujos pero no la biblioteca del arquitecto, fotos pero no negativos originales, y prácticamente siempre demoliendo la casa o taller del arquitecto donde en otros países es justo el sitio en el que se establece el archivo o crea un museo. No hemos entendido que la obra arquitectónica, los documentos del proceso de diseño, el material fotográfico y la biblioteca de los arquitectos forman parte de un mismo legado que debería mantenerse de forma integral".
Algunos acervos. Hace 15 años, la Facultad de Arqutectura de la UNAM creó el Archivo de Arquitectos Mexicanos que coordina la doctora Lourdes Cruz, y que está integrado por 22 fondos con la obra —en algunos casos parcial— de arquitectos como Augusto H. Álvarez, Mario Pani (aunque sus fotos se conservan en el ITESM), Carlos Mijares Bracho, Abraham Zabludovsky, Félix Candela (piezas de su primera etapa pues la mayor parte está en NY), Jaime Ortiz Monasterio, Academia Nacional de Arquitectura y Francisco J. Serrano, entre otros. Posee 165 mil planos, miles de fotos, instrumentos de arquitectura, libros, tesis y revistas, así como más de 14 mil documentos: licencias de obra, conferencias y correspondencia; trabajan en él cuatro personas y gente de servicio social y prácticas profesionales.
Lourdes Cruz, dijo recientemente, que este archivo tiene problemas de almacenamiento. Refirió que algunos planos muy selectos están en determinadas cajoneras, pero hay otros enrollados, doblados o colgados. Reconoció que el archivo de la Facultad no tiene página web y que el material se ha digitalizado muy lentamente: “Falta un programa de digitalización, espacios y personas capacitadas”.
Para Cruz, un archivo de arquitectura cumple muchas tareas: “Son un patrimonio documental, una memoria del proceso de creación de lo construido, el único testimonio de obras perdidas, y una fuente primaria y punto de partida de la investigación. Nos explica el por qué de los proyectos inconclusos y es la memoria de obras perdidas, lo cual es muy necesario cuando, lamentablemente, en el caso del siglo XX, son cada vez más las obras destruidas”.
La Dirección de Arquitectura y Conservación del Patrimonio Artístico Inmueble del INBA, (DACPAI), a petición de EL UNIVERSAL, informó que en ésta hay siete archivos que conforman el acervo del Museo Nacional de Arquitectura. Están los de los arquitectos Adamo Boari, Federico Mariscal, Francisco Centeno, Enrique del Moral, Juan Segura y Juan O'Gorman, y el del ingeniero Francisco T. Mancilla. Los archivos de la DACPAI conforman la Planoteca Adamo Boari, y en esta dirección se cuenta con la fototeca y biblioteca Carlos Obregón Santacilia.
El acervo de la Dirección de Arquitectura del INBA tiene 20 mil 544 piezas de planos (originales, copias heliográficas, acuarelas, bocetos y maquetas); 6 mil 434 fotos (originales, reproducciones, positivos, negativos, litografías, postales), y 4 mil 684 libros (fondo reservado, revistas, manuales, tesis, facsímiles, discos, videos y audios). Recibe unas 220 visitas mensuales y, como en la UNAM, son donaciones de familiares de los arquitectos.
“El acervo en general está en buen estado y se trabaja de manera permanente en un programa de conservación preventiva”, de acuerdo con el INBA.
Otros casos. En México otros acervos de arquitectura en instituciones públicas y privadas son los de Arquitectura mexicana y cultura visual del siglo XX del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, que fundó Enrique de Anda y que está especializado en arquitectura moderna con 16 fondos documentales y cuatro colecciones bibliográficas. Entre los archivos públicos están el de la UAM Azcapotzalco (tiene 37 obras de Juan O'Gorman y 500 piezas de Max Cetto); el Archivo General de la Nación conserva el de Carlos Lazo; algunos privados son los de las fundaciones ICA y de Arquitectura Tapatía Luis Barragán, y el de Vladimir Kaspé, en la Universidad de La Salle; la Fototeca del TEC de Monterrey posee el de las fotos de Mario Pani.
Uno de los más grandes en la historia reciente es el del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez (1919-2013). Un acervo que conserva la familia en el despacho Ramírez Vázquez y Asociados, y del que es depositario Javier Ramírez Campuzano, hijo del arquitecto.
Este acervo contiene materiales que van más allá de la arquitectura, de diseño y urbanismo, y que cubren capítulos fundamentales en la historia de México en el siglo XX. Hay datos que hablan por sí solos de las dimensiones del archivo: cerca de 40 mil planos y más de 2 millones de fotografías.
Una memoria que es la de la construcción del Estadio Azteca, de los museos de Antropología y de Arte Moderno, de la Basílicas de Guadalupe; del traslado de Tlaloc en 1964, de los Olímpicos, de la fundación de la UAM.
Ramírez explica que dos personas se encargan del archivo; que aún no está digitalizado y que no solo hay documentos sino muebles y elementos de diseño urbano que requieren espacio. No planea vender. “Es un archivo para que se difunda, se use con fines académicos, editoriales y de producción”.
Pero preocupa sobre todo la conservación de las obras de los grandes arquitectos. Canales dice: “Del legado de Barragán me preocupa la conservación de su cuerpo arquitectónico: las casas y edificios que cada año son menos debido a la falta de conservación del patrimonio. México se caracteriza por sus destrucciones. La polémica en torno al archivo y cenizas de Barragán evidencia la falta de cuidado que hemos demostrado respecto a su legado”.