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Una mala herencia, un mal testamento, la falta de éste, la ignorancia sobre el valor de obras de arte, bienes culturales, bibliotecas o archivos valiosos para la historia e identidad mexicana o el atraso en las leyes, además de provocar graves conflictos familiares y legales, también pueden derivar en la pérdida o la salida de patrimonio cultural del país, advierte el anticuario y especialista en subastas, Luis C. López Morton.
En su editorial Pluma y Martillo, el propietario de la casa Morton acaba de publicar el libro De herencias y herederos, en conversación con el restaurador Luis Ignacio Sáinz e ilustrado por Calderón, que amén de ser un manual didáctico de recomendaciones prácticas para quien busca heredar y para quien espera que lo hereden con tersura, dejar las emociones fuera de la sucesión o buscar un albacea y un buen notario, da cuenta con ironía de anécdotas sobre la experiencia del empresario en pleitos testamentarios que suelen involucrar obras de arte y hasta cárcel.
Entre otras anécdotas, el volumen relata cómo se recuperó el archivo del presidente Abelardo L. Rodríguez, vendido por kilo por los herederos; el pleito familiar por la tumba de Pedro Infante, la subasta de las medias con las que murió en el paredón Maximiliano, cómo Carlos Salinas de Gortari puso de moda en las subastas al pintor Agustín Arrieta, cuyas obras de 1988 a 1994 alcanzaron precios sorprendentes para después caer prácticamente en el olvido, o cómo la historia del país se puede también identificar y estudiar en etapas por las pinturas, cavas y bibliotecas que los políticos heredan.
¿Sirve a la sociedad una herencia bien ejecutada que involucre bienes culturales si es un evento privado? Se le pregunta a López Morton y él responde: “Porque una buena herencia pasará sucesivamente de generación en generación, que eventualmente donará una pieza o la colección a alguna institución o la crecerá; eventualmente eso puede pasar a ser propiedad de la nación, en un museo o biblioteca pública; ésa es la parte que tenemos que pensar como sociedad: que eventualmente esa colección puede ser para todos”.
Mientras se prepara para su subasta anual de arte latinoamericano del próximo 18 de mayo, que entre sus 205 piezas incluye varias procedentes de colecciones que pasaron por herencias, López Morton agrega que, sobre muchas de las piezas que pasan a subasta en Morton, la firma advierte que por su importancia éstas deberían ir a algún museo o biblioteca de alguna institución pública, pero o no hay dinero o los herederos, por ignorancia de las leyes, tienen miedo a que les sean decomisados los bienes o de plano a que, si los quieren donar, las instituciones beneficiadas no tengan donde ponerlos.
Menciona que en el caso de piezas precolombinas “es pecado mortal decir que se tienen” porque implica la cárcel si se venden. Y nadie quiere recibirlas en herencia, pues no representan valor económico.
En entrevista con EL UNIVERSAL, el subastador accede a dar su opinión sobre el caso de la colección de arte Lorenzo Zambrano, cuyos herederos terminaron subastándola en Nueva York por 17 millones de dólares, tras la muerte del director de Cemex el 12 de mayo de 2014, según difundió al final de ese año Sotheby´s, y que incluía obras de Remedios Varo, Leonora Carrington, Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Fernando Botero, María Izquierdo, Rufino Tamayo, Armando Morales y Francisco Toledo.
“Lo de Zambrano es una pena. Porque muchas de las piezas las compró él fuera de México, las trajo a México y terminaron otra vez fuera de México. ¿Por qué no se quedaron aquí? Son de las cosas en las que las casas de subasta, los anticuarios y otras instancias tenemos que trabajar más para que se vendan a través de nosotros y puedan quedarse en México”, señala.
A la pregunta de cuál sería el papel de una casa de subastas para que casos como el de Zambrano no se repitan, el anticuario y especialista en subastas dice que la problemática que tienen las casas de subastas es que compiten con casas en Nueva York, básicamente, y en México hay reglas que no aplican en Estados Unidos; entonces tienen una desventaja ahí.
“Hemos estado hablando mucho con la senadora Blanca Alcalá, que conoce el tema, para ver cómo el piso puede ser más parejo para nosotros como casa de subastas, que tengamos las mismas condiciones que hay en otros países. Quisiéramos que Ciudad de México fuera un lugar a donde toda América Latina pudiera mandar sus piezas. En subastas tenemos un retraso en leyes de 200 años”, afirma.