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El Museo Nacional de Antropología esconde en sus cinco kilómetros de exhibición una pinacoteca. Entre su vasto acervo arqueológico y etnológico el recinto resguarda unas 105 obras modernas y contemporáneas, muchas de ellas resguardadas en las bodegas del recinto o que normalmente pasan desapercibidas de la vista del público.
Especialistas del museo han logrado identificar cada una de estas piezas realizadas por destacados artistas mexicanos, como Leonora Carrington y Rufino Tamayo, con el fin de tener un registro completo y evaluar sus condiciones de conservación.
Según la restauradora Gilda Salgado, encargada del proyecto, entre esas 105 obras identificadas hasta ahora en distintos espacios del recinto, incluso en su bodega, hay unas 17 que requieren una intervención profunda. Ese fue el caso del mural “El mundo mágico de los mayas”, que la pintora Leonora Carrington realizó para que se exhibiera en la sala etnográfica dedicada a esa cultura, y que ahora recupera su brillo gracias a los trabajos de conservación que realizaron restauradores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), con apoyo de la Fundación American Express.
El cuadro, que mide 4.30 metros por 2 metros, fue intervenido durante dos meses por especialistas en restauración, quienes tuvieron que hacer una limpieza superficial por aspirado y con brochas de pelo suave. De acuerdo con la restauradora, el proceso también implicó una reintegración cromática y eliminación de intervenciones anteriores que habían modificado su textura.
Durante la presentación de los trabajos de conservación, Salgado explicó que si bien la obra tenía un buen estado de conservación, requería intervención en algunas partes.
Otra de las piezas que fue sometida a un proceso de restauración fue el “Mapa de Mesoamérica”, un óleo de grandes dimensiones colgado en la entrada de la sala introductoria del recinto. La obra, de Ernesto Vázquez y Luis Covarrubias, que ilustra la ubicación de las antiguas culturas de México, tenía manchas blancas en la parte inferior debido a las constantes salpicaduras del material con el que los trabajadores pulen el piso del museo. Además, comentó, ciertas partes necesitaban reintegración cromática y limpieza debido a la manipulación del público o de los guías del museo. Las partes más afectadas eran los extremos y la parte que indica la región donde floreció la cultura olmeca.
Este año los especialistas del INAH también atenderán otras obras, como una pieza de Ricardo Martínez, dos de Iker Larrauri y otra de Regina Raull. “Pero todo depende de que encontremos el apoyo económico y el de investigación”, expresó Salgado.
Por su parte, el director del museo, Antonio Saborit, señaló que este registro de piezas también dará pie a la publicación de un catálogo y a la difusión de las piezas.
El también historiador recordó que en este proceso de registro e identificación de piezas se han encontrado con algunas sorpresas. En la última limpieza de bodegas, recordó, hallaron oculta en una tela de lino la pieza Paisaje Abstracto de Rafael Coronel, que originalmente había estado en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia. “Algún día se deterioro y allá lo guardaron”, comentó. El proceso de restauración, añadió, se realizó durante varios meses y volvió a ser colocada en la Biblioteca.
nrv