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Entre abril y mayo, El Caballito comenzará a recobrar el color verduzco que su creador, el escultor valenciano Manuel Tolsá, le aplicó originalmente a finales del siglo XVIII.
El grupo de restauradores y especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que desde noviembre del año pasado trabaja en la recuperación de la escultura que resultó dañada por la aplicación de ácido nítrico, ha determinado que el acabado final que se le dará a la pieza será similar al que el artista aplicó para matizar su volumetría y velar algunos parches. Por ahora, explicó ayer en entrevista la restauradora Jannen Contreras, coordinadora del proyecto de intervención, están en proceso de análisis para determinar la tonalidad que se utilizará: “Seguimos haciendo algunas indagaciones con el equipo de sociología, sabemos que será verde, no hemos determinado qué tan claro o qué tan oscuro porque una vez que terminemos la limpieza se harán medidas colorimétricas”.
Cualquiera que sea el tono a elegir, el pigmento a utilizarse tendrá que ser un polímero natural, acorde a la atmósfera de hoy en día, precisó la restauradora. “Estamos trabajando tanto con la Facultad de Química, como con la industria para generar el más adecuado. Estamos haciendo pruebas con al menos tres opciones de tonos de color y a partir de eso decidiremos, para colocarlo entre abril y mayo”, dijo.
Según la restauradora, este proceso de integración cromática será menos complicado que el de limpieza, el cual les ha tomado casi cinco meses, ya que se trata de un trabajo minucioso que implica retirar de manera delicada velos de cera y la capa negra con la que se conocía la escultura en el siglo XX. “Estamos limpiando con isopo y bisturí, como si fuera una pintura de caballete pero en una superficie mucho más compleja, con muchos detalles y recovecos; es una superficie de alrededor de 27 metros cuadrados, equivalente al Guernica, de Picasso, sólo que éste es plano y El Caballito no”, comentó.
El proceso de limpieza terminará a finales de marzo. “En junio ya estaría descubierto”, expresó Contreras.
La aplicación del color que le devolverá la uniformidad a la escultura dedicada a Carlos IV será menos complicada. “Será bastante rápido porque si no seca de manera homogénea corremos el riesgo que no se integre bien la pintura y vaya a tener efectos. Tendrá que ser rápido, veremos cambios muy dramáticos en pocos días porque pasará de color rosado, como se ve ahora, a un color verde; esto podría verse en dos semanas”, detalló.
Según la especialista, esa capa verde ya había sido identificada durante el proceso de diagnóstico al que fue sometida la pieza. Lo que impresiona ahora es que existe un porcentaje mayor del que se creía, precisó: “Habíamos considerado entre 8% y 12% de pintura de origen y ahora estamos pensando en alrededor de 35%”.
Los vestigios de ese color original, verduzco, ya se pueden ver en ciertas partes de la escultura, principalmente en la parte del pecho del equino. Un acercamiento más detallado también permite apreciar algunas fisuras de origen en las patas del caballo, así como la marca de un balazo que se impactó en el pecho de Carlos IV, huellas que forman parte de la historia de la escultura y que serán conservadas. “El balazo es parte de la vida de la escultura y no pensamos removerlo; las fisuras en la pata son de origen, incluso fueron restauradas por el propio Tolsá”, aclaró la restauradora.
En sus crónicas, el explorador alemán Alexander von Humboldt describió a la escultura en un tono “verde parduzco”. Que Tolsá haya decidido darle ese tono no fue un caso aislado, ya que, según los expertos extranjeros que asesoran al equipo del INAH, esa era la técnica pictórica tradicional de esa época. Lo extraordinario de El Caballito es que “es posible que sea la única escultura en el mundo de similares características que aún conserva su capa pictórica original y que la mantendrá una vez restaurada”.