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Tras cinco meses como encargado del despacho de la dirección del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), después de la renuncia de María Teresa Franco, el antropólogo Diego Prieto asumió oficialmente las riendas de la dependencia que, asegura, en estos momentos de austeridad tiene como objetivo principal “sanear su situación financiera”, hacer ajustes presupuestales y buscar modalidades de colaboración con otras instancias para no desatender la investigación, protección y conservación del patrimonio.
“La situación económica no nos permite hablar de crecimiento, pero sí de consolidar esfuerzos y atender los grandes desafíos que tiene el INAH, como sanear la situación financiera, poner una disciplina presupuestal y regularizar la situación en general de los distintos sistemas de contratación del personal de la institución”, señala en entrevista con este diario.
Para este año, el presupuesto del instituto es de 3 mil 260 millones de pesos, 465 millones menos que en 2016. Una reducción que disparó las alarmas entre los investigadores y trabajadores de la dependencia ya que consideran que las áreas más castigadas serán los proyectos de investigación y la contratación de personal. Desde hace semanas han manifestado su inconformidad por ajustes en contratos de trabajo y la disminución de plazas. Prieto sostiene que son medidas necesarias para ajustar el gasto en este contexto de crisis, plantea que 70% del gasto fiscal del instituto está destinado a cubrir salarios y prestaciones del personal, por lo que es ahí donde se tienen que hacer ajustes, sin que esto afecte sus tareas sustantivas: “Cuando decimos que vamos a tener que revisar las plantillas del personal para que podamos prescindir de los que no son indispensables, entiendo que empiecen a inquietarse, pero no se trata de despidos. Se hará en casos muy específicos y hablándolo con todas las organizaciones, tenemos que hablar con los sindicatos para hacer un esfuerzo compartido de ajustarnos un poco al presupuesto, pero las prestaciones están garantizadas”.
Asegura que está consciente de que el mayor capital del INAH son sus recursos humanos, ya que la infraestructura y los centros de trabajo que hay que atender en el país es inmensa.
Cuestionado sobre si el INAH tendrá cambios en su estructura al pasar a ser un órgano desconcentrado de la Secretaría de Cultura, Prieto aclara que “el INAH tiene su propia Ley Orgánica y sus funciones muy claras”. “No estamos pensando en una reorganización, más bien en su fortalecimiento en todos sus esquemas organizativos... Tenemos una Ley Federal de Monumentos que no está a discusión, la que está discusión es la ley de Cultura”, dice.
Indica que una de las áreas más afectadas en los últimos años ha sido la de proyectos de investigación y conservación. En 2015 en este rubro se ejercieron 555 millones de pesos, para 2016 fueron 440 y para este año esperan mantener, por lo menos, 420. Ante esta situación, explica, el plan es “lograr la devolución de los recursos autogenerados y buscar esquemas de colaboración con entidades del sector público y con grupos de la sociedad civil”. Por ejemplo, indica, a principios de 2016 el INAH tenía un déficit de mil millones de pesos, que se recuperó gracias a los recursos autogenerados, es decir, los obtenidos por acceso a zonas arqueológicas y museos. “Logramos que se nos retornara más de 85%, eso nos permitió obtener recursos por arriba de 460 millones”, dice. Explica que aunque por ley esos recursos van directamente a Tesorería de la Federación, con el apoyo de la Secretaría de Cultura y la de Hacienda, en 2016 se recuperó un porcentaje mucho mayor que en 2015, que sólo logró 28%. “Este año, si regresa más de 85%, será como agüita fresca para una institución que vive con grandes estrecheces”.
La otra apuesta, dice, es buscar “convergencias institucionales y presupuestales” con entidades del gobierno federal, estatal y municipal, como el sector turismo, con instituciones culturales y universitarias. Ahora hay un proyecto de colaboración con el gobierno de Yucatán y la Secretaría de Turismo federal para mejorar la unidad de servicios y ordenar el comercio ambulante en Chichen Itzá, segunda zona arqueológica más visitada en el país. También se contempla la exploración y habilitación de Chichén Viejo.
—Los proyectos turísticos se han cuestionado porque no siempre se respeta el patrimonio. ¿Cómo garantizará el INAH la protección del patrimonio con estos esquemas de colaboración?
—El turismo no siempre afecta el patrimonio, siempre que el INAH mantenga el sentido de rectoría en la vigilancia del patrimonio. En algo que hemos sido enfáticos con la Secretaría de Turismo es que el turismo tiene que pensarse como actividad sustentable. Si vamos a aumentar el flujo de visitantes en una zona, ampliemos el área.
—¿Hay proyectos de colaboración con el gobierno o instituciones privadas de EU que puedan resultar afectados con la crisis diplomática?
—Al contrario, las relaciones que tenemos con EU son cercanas. Este año llevaremos la muestra Teotihuacan: City of Water, City of Fire al Young Museum de San Francisco, sobre la importancia en la cosmovisión teotihuacana del agua y el fuego; irá al LACMA en Los Ángeles, al Centro Cultural Tijuana. Hay tres sedes, Arizona, Nuevo México y Texas, que están gestionando la visita también. Habrá otra exposición en Nueva York, sobre el poder, lujo y ostentación en el México antiguo.
—¿Y cómo va la recuperación de El Caballito? ¿Ya hay responsables?
—Va trotando. Hicimos la denuncia penal y le corresponde a la PGR, no conozco en este momento cómo va el caso. Estamos trabajando, a más tardar en junio ya estará restaurado.