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Las ruinas grecorromanas de la ciudad monumental siria de Palmira, que son Patrimonio Mundial de la Unesco, vuelven a peligrar, después de que el grupo terrorista Estado Islámico (EI) recuperara su dominio el 11 de diciembre.
Por el momento, se desconoce el estado de los vestigios arqueológicos tras la ofensiva de los yihadistas, que expulsaron al ejército sirio de la zona, ubicada en el desierto central del país.
Los extremistas conquistaron por primera vez Palmira el 20 de mayo de 2015 y la retuvieron durante más de diez meses hasta que el pasado 27 de marzo, las fuerzas armadas sirias, apoyadas por la aviación rusa, la retomaron.
Durante ese tiempo, los radicales dinamitaron los templos de Bel y de Bal Shamín, así como el Arco del Triunfo, y destruyeron varias estatuas del museo de la urbe.
No obstante, antes de la primera irrupción de los yihadistas, las autoridades sirias habían sacado 400 piezas de la localidad, que trasladaron a áreas seguras, por lo que solo quedaron allí figuras grandes que no se podían desplazar.
Durante su primera etapa en Palmira, el EI convirtió la zona arqueológica en un campo de minas, que más tarde zapadores rusos se encargaron de eliminar cuando los efectivos gubernamentales sirios se hicieron con su control.
Antes del pasado día 11, las autoridades sirias habían recuperado un grupo de estatuas funerarias que estaban en paradero desconocido y que fueron halladas en un edificio que había servido de cuartel del EI en la población, que se sitúa en el este de la provincia central de Homs.
Los arqueólogos sirios estaban documentando los daños y elaborando un inventario de piezas, tanto del museo de la ciudad como de la parte antigua, antes de iniciar las tareas de reparación con el apoyo de la Unesco.
Palmira fue en los siglos I y II d.C. uno de los centros culturales más importantes de la época y punto de encuentro de las caravanas en la Ruta de la Seda, que atravesaban el árido desierto del centro de Siria.
Antes del inicio del conflicto, en marzo de 2011, sus ruinas eran uno de los principales centros turísticos del país y de la región, junto a los otros cinco sitios sirios que figuran en la lista de la Unesco: los cascos viejos de Damasco, Alepo y Busra; el Crac de los Caballeros y las aldeas antiguas del norte.
Si hay un lugar arqueológico que ha sufrido especialmente daños durante estos más de cinco años de contienda es la parte antigua de Alepo, una de las ciudades más castigadas por la violencia.
La Dirección General de las Antigüedades difundió hace unos días unas fotografías del casco viejo de Alepo en la que se aprecian los destrozos en la ciudadela, bazares, calles y en la mezquita de los Omeyas, cuyo minarete ha quedado completamente arrasado.
Según datos de esta institución, unos 280 lugares y edificios antiguos de Alepo han quedado destruidos, de los 758 lugares devastados en toda Siria.
En julio pasado, el Museo Nacional de Alepo, localizado en pleno centro de la localidad, sufrió importantes daños materiales en su estructura por el impacto de proyectiles disparados por los grupos armados.
Mientras, en las provincias con mayor presencia del EI, como Al Raqa y Deir al Zur, en el noreste, casi un centenar de sitios e inmuebles arqueológicos han sido dañados por los extremistas, de acuerdo a datos oficiales.
El EI no solo está destruyendo sino también expoliando las antigüedades sirias, ya que la venta ilegal de artefactos arqueológicos es una de sus principales fuentes de financiación, tanto en Siria como en Irak.
Pese a este expolio y los destrozos originados por la violencia, el 99 por ciento del contenido de los 41 museos que existen en Siria está resguardado en lugares seguros para evitar los robos, según la Dirección General de Antigüedades.
Esto no ha impedido que centros como el de la ciudad de Al Raqa, en el noreste del país, y el de Deir Atiye, al norte de Damasco, ambos dedicados a la cultura y el folclore local, hayan sido objeto de saqueos y de la devastación.
nrv