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abida.ventura@eluniversal.com.mx
En la calle de Argentina en el Centro Histórico decenas de transeúntes curiosos se asoman sobre los barandales que recubren las dos nuevas ventanas arqueológicas que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Gobierno de la Ciudad de México abrieron hoy a la vista del público.
Desde ahí se alcanza a observar los restos del Gran Basamento, estructura prehispánica que formaba parte del recinto sagrado de la antigua Tenochtitlán. "Es un aporte muy importante porque estamos conociendo uno de los basamentos más importantes del recinto sagrado después del Templo Mayor", comentó el arqueólogo Raúl Barrera, director del Proyecto de Arqueología Urbana (PAU), durante una visita al sitio.
Al pie de los vestigios que se exhiben en la segunda ventana arqueológica, a unos 2.5 metros de profundidad del nivel de calle, el arqueólogo que encabezó los trabajos de excavación en esa área detalla que esta estructura cuadrangular mide unos 40 metros de ancho de Norte a Sur; mientras que sus dimensiones de Este a Oeste se desconocen debido a que, explicó, esa parte se encuentra debajo de los edificios aledaños. "Es un basamento cuya fachada está por el lado Poniente, donde se encuentran los restos de una gran escalinata", dijo.
Elaborado en piedra de tezontle, con recubrimiento de estuco, esta estructura tuvo diversas etapas constructivas, como el resto de los edificios del recinto sagrado. La que está visible al público, explicó el arqueólogo, corresponde a la Etapa IV, es decir a la época de Moctezuma I y hasta la llegada de los españoles.
Barrera insistió en la importancia que debió tener este basamento en la antigua ciudad mexica, sin embargo advirtió que aún desconocen su funcionamiento. "No podemos saber a quién fue dedicado porque necesitamos elementos arqueológicos que nos ayuden a confirmarlo... En este momento lo que podemos decir es que se trata de un Gran Basamento y que a futuro los trabajos determinarán a quién estuvo dedicado", aclaró.
Además de esta estructura prehispánica, en estas ventanas se puede contemplar vestigios de la época colonial y moderna, como los restos de una tubería de barro vidriado de principios del siglo XX. Son restos de un drenaje porfiriano, de entre los años 1910 y 1915, indicó el arqueólogo.
"Hay también una subestructura que es un muro en talud y que presenta lajas incrustadas en los costados; es muy importante porque tienen un simbolismo: representa una montaña áspera, seguramente para los mexicas eso tenía una connotación sagrada", añadió el arqueólogo.
Recordó que estos vestigios salieron a la luz luego de que entre 2012 y 2013 el equipo del PAU realizara pozos de sondeo, como parte de los trabajos de remodelación que emprendió el gobierno capitalino en esa calle.
Ambas ventanas fueron diseñadas por especialistas del INAH, en colaboración con el Fideicomiso del Centro Histórico. Cuentan con iluminación especializada y deshumidificadores que ayudarán a controlar la humedad y a evitar la aparición de vegetación en los muros. Según el arqueólogo Raúl Barrera, la conservación y mantenimiento de estas nuevas ventanas estarán a cargo del Museo del Templo Mayor cuyo personal mantendrá una vigilancia constante para proteger los vestigios.
Ambas ventanas arqueológicas forman parte del nuevo corredor que el gobierno capitalino y el INAH inauguraron ayer por la noche en la zona arqueológica del Templo Mayor.
Esa área comienza en la calle de Argentina con la exhibición de estos vestigios y continúa con un puente liga que une a esta calle con la de Guatemala. Aunque se contempla que dicho corredor se una con la Plaza Manuel Gamio, donde se ubicará el nuevo vestíbulo del museo y zona arqueológica del Templo Mayor, esta última parte aún está pendiente. Según el INAH, todavía no hay una fecha de apertura definitiva.
nrv