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El grupo científico griego a cargo de la restauración del Santo Sepulcro ultima los trabajos de rehabilitación necesarios para evitar que la deteriorada tumba de Jesucristo se convierta en una "montaña de arena".
Así podría haber quedado en cuestión de décadas la sagrada roca que, según la tradición, albergó durante tres días el cuerpo y el sudario de Cristo, aseguró hoy Antonia Maropoulou, directora científica del proyecto, al mostrar los laboratorios y los entresijos de las obras que han cambiado temporalmente la apariencia de esta iglesia en la Ciudad Vieja de Jerusalén.
"Los resultados han sido muy buenos y estamos en la fase de instalar las juntas de titanio -traído desde Grecia y utilizado también en la Acrópolis- para reajustar las piedras de la cueva y fijarlas al templete que lo protege", explicó esta profesora de la Universidad Politécnica Nacional de Atenas, junto a la estructura desmantelada del Edículo.
Si todo continúa según lo previsto, en febrero retirarán las vigas de metal que fueron instaladas durante el Imperio británico, en 1947, para sostener el Edículo reconstruido por la comunidad griego ortodoxa un siglo y medio antes y cuya reparación "era urgente", aseguró.
Al caer la noche, para no molestar a los peregrinos que estos días pasean entre andamios, el equipo interdisciplinar en el que participan cincuenta expertos trabaja desde junio para prevenir el deterioro de la cueva, principal lugar de peregrinaje para los cristianos de todo el mundo que viajan a la ciudad santa.
En un primer momento, retiraron los mármoles del Edículo "provenientes de Belén y Ramala", dijo el franciscano y arqueólogo Eugenio Alliata.
Estos están siendo limpiados y reparados en la planta alta de la iglesia, desde donde se divisa el domo del templete, también en reparación y cubierto con andamios.
En la segunda fase, detalló la coordinadora científica, se inyectó masilla para reforzar los muros de la roca de la gruta que la humedad y la salinización habían dañado peligrosamente, sobre todo en su parte baja.
Durante esta etapa tuvo lugar un suceso histórico, que permitió a unos pocos privilegiados ver por primera vez en cinco siglos la piedra que, según el cristianismo, sirvió de lecho de muerte de Jesús.
El 26 de octubre, en el silencio que invade el sepulcro de noche, fue retirada la losa que cubre el lecho rocoso, la cual no había sido levantada desde 1555, en tiempos del custodio de Tierra Santa Bonifacio de Ragusa.
Maropoulou precisó que tuvo el privilegio de presenciar el momento en el que quedó a la vista la tumba original, junto a los tres custodios del lugar, el greco-ortodoxo, el armenio apostólico y el católico romano, y narró cómo todos se arrodillaron al levantarse la losa.
"Sentimos que no solo nosotros, sino toda la humanidad se arrodillaba ante la tumba", señaló.
"En ese momento los ordenadores de soporte de los instrumentos se pararon. Esto es un hecho", afirmó la restauradora, quien aseguró que, "una vez se restableció el equilibrio, volvieron a funcionar", aunque prefirió no entrar en detalles sobre el posible significado de estos hechos, con lo que distanció su trabajo científico de la carga religiosa que tiene el lugar más sagrado para el cristianismo.
Los operarios retiraron una primera losa de mármol "bajo la cual había una segunda, rota y fragmentada, con inscripciones de los cruzados, que nos permitió ver la original como entonces hiciera Bonifacio", explica el franciscano Alliata, que entró minutos después al lugar.
Hoy, el lecho mortuorio ya ha sido recubierto y frente a él, dentro de la gruta, se ha colocado una ventana para que los peregrinos vean la piedra original de la roca donde fue excavada la cueva de enterramiento, más tarde protegida por el Edículo.
Este es el único cambio notable de un proyecto de restauración que tiene como objetivo dejar todo como estaba, pero fortalecido y restaurado para aguantar los embates del ambiente y el paso del tiempo.
Las obras han sido posibles gracias al acuerdo de los tres custodios de este lugar santo -latinos, griegos y armenios- que encargaron esta intervención "de urgencia tras descubrir importantes daños en las paredes de la cueva", puntualizó la experta.
Maropoulou recorre los laboratorios improvisados que se han habilitado en la iglesia, donde está todo listo para volver a poner y apuntalar los mármoles del Edículo y terminar de limpiar los frescos que están dentro del habitáculo.
"Hay que prevenir y recomendar que los peregrinos no enciendan velas cerca de la estructura", comentó la jefa científica sobre las instrucciones que darán a los custodios una vez terminado el proyecto.
Hasta entonces no se presentarán los hallazgos arrojados por estos trascendentales trabajos: "Nosotros sólo diagnosticamos y restauramos. El estudio de lo encontrado pertenece a otro tipo de expertos", aclaró Maropoulou.
"Nuestro trabajo es científico, aunque en este proyecto de restauración hemos abordado tanto las estructuras como los valores del lugar", añadió.
nrv