Un equipo multidisciplinario de investigadores, encabezado por el arqueólogo subacuático Guillermo de Anda Alanís, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) realizó una inmersión en el cenote Xlacah, para conocer el estado de conservación del que fuera el corazón simbólico de la antigua urbe maya de Dizbilchaltún, en Yucatán.
Investigaciones constataron que el yacimiento arqueológico aún conserva información valiosa sobre las costumbres y pensamiento de los antiguos mayas.
“Desde que iniciamos el descenso vimos un gran depósito de material constructivo prehispánico, localizado sobre un derrumbe en la zona nororiental de la cueva. Documentamos piedras careadas, fragmentos de columnas, ornamentos conocidos como ‘tambores’ y haltunes (grandes metates de piedra)”.
A unos 20 metros de profundidad, entre las raíces de un tronco, había una pequeña vasija que los arqueólogos identificaron como un “tecomate”. Su coloración es naranja intenso y está en perfecto estado de preservación. El descubrimiento de esta vasija indica la existencia de elementos arqueológicos bajo la densa capa de sedimento que cubre el fondo del cenote. Guillermo de Anda considera que se trata de una forma muy temprana, que será analizada posteriormente con la ayuda de expertos en la cerámica del sitio.
En el fondo de la cueva, cuya longitud cercana a los mil metros lo hace uno de los cenotes más largos de Yucatán, se documentó el hallazgo de un cráneo humano en extraordinario estado de conservación. “Tiene la mandíbula aún articulada y varios dientes en su lugar. Además tiene una marca arriba del occipital, así como un orificio cerca del parietal derecho. Esto último pudiera ser una lesión que no alcanzó a sanar, indicativa tal vez, de un acto violento alrededor del momento de la muerte. La deformación intencional confirma su origen prehispánico.
“La vasija y el cráneo, rodeados de un sinfín de piedras careadas y de molienda, y de ornamentos arquitectónicos, nos lleva a concluir que el yacimiento arqueológico en el cenote Xlacah está vivo”, comentó De Anda, especialista en antropología física.
La exploración coordinada por Guillermo de Anda, responsable del proyecto Gran Acuífero Maya (GAM), y el doctor Ilan Vit Suzan, director de la Zona Arqueológica de Dzibilchaltún, permitió documentar evidencia de los trabajos arqueológicos realizados hace casi 60 años por el equipo de Andrews, a una profundidad de 32 metros.
En esta ocasión, el equipo documentó la presencia de varias estacas, como de un metro de alto, puestas equidistantes dentro del cenote, algunas de las cuales se mantienen sorprendentemente en el lugar en el que fueron depositadas. “Seguramente fue un intento por colocar una retícula de investigación por parte del doctor Andrews”.
nrv