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Domingo 1 de octubre de 1916. Mientras Europa se sumía en un conflicto bélico y en México Venustiano Carranza perfilaba el Congreso Constituyente, en el corazón de la ciudad arrancaba una nueva etapa del periodismo mexicano. En la esquina de Motolinia y Madero, en el edificio Gambrinus que había funcionado como restaurante, nacía EL UNIVERSAL.

Desde la tarde del sábado 30 de septiembre de 1916, según cuenta el escritor tabasqueño Marcos E. Becerra en su libro Palavicini, desde allá abajo (1924), una multitud de curiosos se arremolinaba en esa esquina, “frente a un edificio bien conocido y hasta popular por haber servido muchos años de restaurante elegante”. Lo que llamaba tanto la atención era la transformación de aquella conocida fonda en el domicilio de un nuevo periódico. Hasta entonces, explica el autor, los diarios solían tener como domicilio casas de barrio o “edificios situados en calles de segundo o tercer orden”. “Por primera vez en la historia de la prensa mexicana, un diario abría oficinas y talleres en la principal avenida de la metrópoli”.

También atraía a los curiosos el equipo que comenzó a instalarse en ese local varios días antes de su primera publicación. “Más allá de los grandes cristales se perfilaban, alineados, los linotipos, sustituyendo con su masa negra a los corros de bebedores y por la bocaza de entrada al salón columbrábase la masa gigantesca de una rotativa”. Esa máquina Goss, que actualmente se encuentra en la explanada del Palacio Legislativo de San Lázaro, imprimía 50 mil ejemplares por hora. “...Tanto por su tamaño cuanto por su velocidad es hoy día la más importante de la República”, dice un texto que acompaña la fotografía con la que el diario la presentó a sus primeros lectores.

Precisamente por sus dimensiones, el armado del aparato fue una tarea compleja que por poco retrasa la fecha de publicación del diario ideado por el ingeniero Félix F. Palavicini. “Unos días antes de la fecha prevista para el lanzamiento de EL UNIVERSAL, muchos de sus colaboradores dudaban que el periódico pudiera estar en la calle el domingo 1 de octubre de 1916, por la tardanza en el armado de la rotativa Goss; porque unos días antes de la salida, los linotipos todavía estaban incompletos y porque los crisoles y la estereotipía no habían sido instalados”, relata un texto en el libro El Universal. Espejo de nuestro tiempo, edición conmemorativa publicada en 2006, en los 90 años de El Gran Diario de México.

Sin embargo, sin retrasos, ese domingo 1 de octubre, los capitalinos pudieron adquirir por 40 centavos el primer ejemplar del diario en los casi 20 puestos de periódico que existían entonces en la ciudad. Bajo el lema “El diario político de la mañana”, ese primer número contó con 8 páginas y su tiraje fue de 70 mil ejemplares.

Además de presumir su rotativa, destacaba su servicio cablegráfico. “Servicio de la Prensa Asociada únicamente para nosotros”, “El texto original de estos cables, en el idioma que son recibidos, puede verse en nuestros aparadores”, se anunciaba en las páginas del primer ejemplar.

Si bien fueron los talleres de El Imparcial los primeros en contar con rotativas en el país, los de EL UNIVERSAL serían donde se consolidaría ese periodismo industrial, moderno, afirma en entrevista la profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM,  Alma Rosa  Alva de la Selva. “Vino a representar una etapa nueva para el periodismo mexicano, que venía del periodismo combativo de la etapa de la Reforma; impulsó el llamado periodismo moderno, de circulación nacional propiamente”.

“El Imparcial fue el primero que tuvo una gran rotativa, ya había un impulso del periodismo industrial, pero sería EL UNIVERSAL el que lo retoma y lo consolida porque empieza a funcionar bajo un esquema de producción industrial”, dice.

Además, explica, es en la redacción de Motolinia y Madero donde se comienza a profesionalizar el oficio: “En los primeros años de actividad del diario se consolidaría el llamado periodista profesional, que comenzamos a ver en los años 30 y 40… En la redacción de este periódico es donde se comienza a pensar en redactar de una manera más clara para los lectores; poco a poco se empiezan a ver los cambios de su primer ejemplar, donde en sus siete columnas no había una jerarquización informativa, de pronto comienza a verse un ordenamiento tipográfico, jerarquización de la información; empieza a comprender que es necesario trabajar fuentes, que cada uno de los periodistas tienen que irse concentrando en un tema”, explica.

Cuando Palavicini fundó EL UNIVERSAL ya contaba con una amplia experiencia periodística: en su natal Tabasco, en 1903, había fundado El Precursor; en 1908 dirigió El partido Republicano, por lo que en su nuevo proyecto buscó incluir a destacadas plumas y personajes del ámbito periodístico que existían en esos momentos. Uno de esos personajes con amplia trayectoria que él contrató fue Carlos Alcalde, uno de los más famosos y prestigiados ilustradores y caricaturistas de la época, comenta el historiador Agustín Sánchez González.

“Carlos Alcalde trae consigo a un grupo de importantes ilustradores y caricaturistas que son los fundadores de EL UNIVERSAL. Carlos Alcalde dura poco más de un año como jefe de Dibujo, muere un año después de fundado el periódico; al morir, ocupa su lugar Clemente Islas Allende, otro personaje de una gran calidad como caricaturista e ilustrador, quien ya había participado en otros medios, entre ellos, Multicolor”, señala Sánchez González. “Sin duda, Palavicini buscó tener en sus filas a lo mejor del periodismo nacional”, concluye.

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