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El desarrollo inmobiliario y de infraestructura vial, la excesiva publicidad en espectaculares, la falta de continuidad en proyectos de conservación, el desinterés de autoridades y sociedad, la carencia y falta de reglamentos sobre su preservación son problemas que enfrenta la escultura en espacios públicos en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM).
Las Torres de Satélite, la Ruta de la Amistad y el Espacio Escultórico, que son los tres conjuntos de escultura pública más importantes, han atravesado luchas desiguales por su preservación. En medio de esas batallas ha sido clave el trabajo de individuos, artistas, asociaciones y fundaciones de la sociedad civil. Sin embargo, los resultados han sido desiguales.
Ha habido conquistas, como la reubicación (en algunos casos) y conservación de las 19 esculturas de la Ruta de la Amistad, que se encuentran a lo largo de Periférico Sur y que se crearon en el marco de los Juegos Olímpicos de México en 1968, o el cambio en el trazado del viaducto elevado de Periférico Norte en Naucalpan para que no rompiera con la imagen de las Torres de Satélite. Ha habido también reveses, como la reciente recomendación de una comisión ad hoc para el análisis del caso del Espacio Escultórico de la UNAM para que no se demoliera el edificio “H” de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, a pesar de que éste altera la perspectiva visual de la obra, considerada una de las mayores expresiones de land art en América Latina.
“Las esculturas y cualquier espacio público requieren cuidado 24 horas, siete días a la semana, 365 días al año. No nos podemos dormir. Siguen pasando cosas”, cuenta Luis Javier de la Torre, fundador y presidente del Patronato Ruta de la Amistad (1994), que por más de dos décadas ha gestionado acciones y recursos para la preservación de las obras que crearon en México artistas internacionales.
Sucede que hay nuevos retos cuando se habla de la preservación de estas obras. El más inmediato se advierte en las Torres de Satélite porque, tras ser declarado Monumento Artístico de la Nación, el conjunto aspira a conseguir la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y aquí se enfrenta al problema de los espectaculares que invaden el espacio. Tantos que se imponen en torno de las esculturas concebidas en 1957 por Luis Barragán, Mathias Goeritz y Chucho Reyes.
La continuidad de un proyecto. El artista Pedro Reyes, que ha encabezado el movimiento Salvemos el Espacio Escultórico, que persigue que se baje la altura del edificio “H” que interrumpe la perspectiva visual del Espacio Escultórico, recuerda que la escultura pública en México se enmarca en un movimiento a partir de los años 50.
“En la primera mitad del siglo XX el gran arte fue la pintura con los muralistas, y a partir de los 50 empieza un movimiento escultórico, sobre todo promovido por Goeritz. Tenía un lenguaje distinto, ya no era de contenido político o narrativo, como el muralismo, aunque tenía un compromiso que heredó del muralismo: ser un arte para las masas, un arte para el gran público, un arte que está fuera de los museos y que crea y genera espacio público”, relata Pedro Reyes.
El artista y escultor destaca la continuidad entre estos tres casos de escultura pública: “El espacio Escultórico es la cumbre de un proceso de arte público que comenzó con Goeritz y Barragán, que se manifestó con la Ruta de la Amistad y las Torres de Satélite”.
En el mismo sentido, Marisol Argüelles, subdirectora del Museo de Arte Moderno (MAM), agrega: “Una de las iniciativas más importantes que arrancaron en la segunda mitad del siglo XX fue pensar el espacio público. Hasta entonces, las iniciativas por parte del Estado tenían que ver con formación de colecciones y creación de museos —lo que fue muy afortunado— pero hacía falta pensar en el espacio público. Estas iniciativas tuvieron el acierto de convocar a artistas fundamentales como Barragán, Goeritz y Helen Escobedo (una de las seis autoras del Espacio Escultórico). Se saca al arte del espacio doméstico y se vincula con el ciudadano y con la forma como la ciudad genera identidad”.
Historias paralelas. Catalina Corcuera, directora de la Casa Estudio Luis Barragán, recuerda que la mayor batalla que se dio para la defensa de las Torres de Satélite, encabezada por la Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán y los vecinos de Satélite, fue evitar el paso a los lados de la obra del elevado del Periférico Norte. “Nos pusimos a trabajar, no bloqueando, sino proponiendo. Con arquitectos, con los que trabajamos aquí, hicimos propuestas: un túnel, pero no fue posible por los ductos; luego un deprimido, que no fuera tan profundo pero tampoco se pudo. Recurrimos a un personaje: Miguel Alemán Velasco, y fuimos con el entonces gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto. La propuesta nuestra fue bajar a nivel de calle el elevado del Periférico, y lo conseguimos. Toda esa gestión, que fue muy larga, funcionó porque la sociedad civil se unió. Fue un caso de éxito”.
Aún así, siempre peligran las Torres, reconoce Corcuera. Por ejemplo, los autos pasan muy cerca de la Torre Azul y existe el proyecto de que a lo largo del Periférico se construyan edificios muy altos, lo que acabaría por alterar la perspectiva visual de la obra, “queremos lograr que en ese tramo no construyan. No quitamos el dedo del renglón”.
Hacia la declaratoria de la UNESCO, el reto es retirar la publicidad que rodea las Torres: “No hay respeto de los gobiernos locales; las Torres están rodeadas de miles de anuncios. La UNESCO exige un área de amortiguamiento que dé protección a las zonas de Patrimonio Mundial. Es algo que sorprende en el caso de la UNAM: el edificio ‘H’ puede estar fuera de la zona de amortiguamiento, pero visualmente se advierte de manera contundente”.
La defensa de la Ruta de la Amistad, cuenta Luis Javier de la Torre, ha sido un proyecto individual: “Jamás hemos encontrado apoyo social. No es algo que le interese a la gente, más que nada por el desdén que existe hacia lo nuestro. Ha sido una labor de convencimiento, mostrándole a los funcionarios lo que se ha hecho para que no se ubiquen entre las esculturas postes, cámaras, cables, señalamientos. En el gobierno, de unos años para acá, han ido haciendo conciencia de la Ruta. Creo que nuestro caso se cuece aparte: ha crecido a lo largo de los años con una lucha que ha sido día a día. No nos podemos dormir. Siguen pasando cosas”. A pesar del trabajo del patronato Ruta de la Amistad, que ha contado con apoyo de empresas, las obras de infraestructura vial han cerrado el paisaje en el que se levantaron aunque no hay publicidad: “En la Ruta no existe la contaminación visual. Hace años había varios espectaculares y logramos que se retiraran; los espacios están vedados para señalamientos. Es de los pocos espacios en la Ciudad de México que no está contaminado con señalamientos mal colocados o anuncios. Aún nos falta reordenar parte del entorno, mover algunos árboles; estamos en ese proceso de años…”
La más reciente de las luchas en defensa de la escultura pública la emprendió el grupo Salvemos el Espacio Escultórico, que lidera Pedro Reyes, para quien el Espacio Escultórico es la escultura más importante de México:
“El problema es que hay unas personas que han asesorado mal al rector; en el Comité ad hoc las voces que pedían retirar el edificio ‘H’ fueron silenciadas. Sí hay personas comprometidas y a la UNAM sí le importa el Espacio, no se puede generalizar. Lo que nos queda como sociedad civil es seguir insistiendo en lo que es justo y razonable. Salvemos... tiene todavía muchísimas líneas de acción, como hacer un documental sobre el tema de la escultura en México, explicando la genealogía del Espacio Escultórico y una campaña en Fondeadora. Estamos en la misma situación del principio, no es que nos vayamos a quedar de brazos cruzados. Los errores hay que corregirlos. Ese fue un informe de la comisión, falta que lo avale el rector”.
Reyes, quien es escultor, considera que “mientras se mantenga ahí el edificio ‘H’ será un monumento a la arrogancia, a la soberbia, a la negligencia y es mala publicidad para la Universidad”. Advierte además que el Espacio Escultórico está en un pésimo estado de conservación: “En el momento en que la Universidad se decida a restaurarlo va a volverse en un lugar indispensable en el itinerario cultural de la ciudad porque es un lugar de paz, de contemplación; los artistas tuvieron la gran virtud de no caer en la intervención de ese lugar y por eso el edificio ‘H’ es tan obstructivo, porque el concepto del Espacio es que no te impongan nada, ningún significado”.
Marisol Argüelles recuerda que otro de los grandes espacios de escultura de la Ciudad de México se encuentra en el MAM, “único museo de la Secretaría de Cultura que cuenta con un jardín escultórico”. Para la subdirectora de ese recinto, las iniciativas para rescatar la escultura pública han sido una forma de unir a una comunidad que reconoce que el patrimonio cultural es público, no de las instituciones. “Son importantes estas iniciativas que vinculan a la comunidad con la ciudadanía y con un patrimonio que es de todos”.
Enumera las diversas las amenazas para estos conjuntos de escultura en espacios públicos: Falta de continuidad en los proyectos de conversación. El ritmo de vida de los ciudadanos que no les permite disponer de más tiempo para atender estas obras. El crecimiento desmedido de la ciudad y la necesidad de cubrir más espacios para desarrollos habitacionales y corporativos. El poco peso de los consejos de defensa del patrimonio en las ciudades, lo que ocasiona que sus decisiones y alertas no sean vinculantes.
Argüelles dice: “Hay una amenaza constante, pero sí hay una conciencia que no existía antes. Aún así, falta hacer conciencia en la ciudadanía de la importancia de preservar el patrimonio, de no afectar el espacio público y de no vandalizar las esculturas”.