Más Información
Diputadas celebran a emprendedoras; reconocen a la doctora Araceli Alonso, incluida en las 100 mujeres líderes
Yasmín Esquivel defiende la reforma judicial en Con los de Casa; alejado de la realidad pensar que es una venganza política, afirma
Elección judicial: Aspirantes a cargos comparten carta de motivos y hasta currículum; “Justicia no debe ser inaccesible”, afirman
Niño de 3 años toca “la campana de la victoria” por vencer al cáncer; recibió quimioterapias en el IMSS
Tres de cada 10 estudiantes es víctima de violencia en planteles; exigen reforzar medidas de seguridad
El galeón San José no se hundió en las aguas del Atlántico por el ataque de los navíos ingleses, como aseguran las crónicas de la época. Tampoco se fue a pique con todas sus riquezas a consecuencia de una fuerte explosión, como relató en su día el comodoro inglés Charles Wager.
La historia fue otra. Durante la batalla del 8 de junio de 1708, el barco se partió en dos y se hundió sin mediar ataque externo. Así lo sostiene el investigador náutico Daniel De Narváez MacAllister, quien afirma que la razón del hundimiento hay que buscarla días antes del enfrentamiento contra la Armada inglesa.
"Cuando el galeón salió del puerto de Cartagena de Indias hacia Panamá, sufrió un golpe en el bajo de la embarcación que le provocó un daño estructural en el casco", afirma en declaraciones este historiador que, ya en los años 90, descubrió los restos de la flota del San Roque en el cayo de Serranilla (Colombia).
Y para mantener esta opinión se apoya en bitácoras de marineros españoles y en la información del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), tras el hallazgo del San José el pasado 27 de noviembre en aguas colombianas.
"Llama mucho la atención las fotografías que ha mostrado el ICANH. En una de ellas aparecen cuatro cañones, casi uno encima del otro. Si hubiera explotado, la distancia entre cada uno de los cañones habría sido muy considerable", sentencia.
En el lado opuesto está el caso de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, encontrada por Odyssey Marine Exploration en 2007, frente a las costas de Portugal. Sus 36 cañones quedaron esparcidos "en lo que serían cinco canchas de fútbol", dando cuenta de cómo se descompone un barco tras una explosión.
En este terreno especulativo, sujeto a la bitácora del galeón y a los datos facilitados por el ICANH, De Narváez incide en el misterio que encierra la carga del San José, sobre la cual los expertos no se ponen de acuerdo.
Según estimaciones no contrastadas, el supuesto tesoro -monedas de oro, esmeraldas, barras de oro y plata- podría estar valorado en 10 mil millones de dólares.
Sin embargo, de acuerdo con la investigación de Carla Rahn Phillips, autora de "El tesoro del San José", en el barco había entre nueve y diez millones de pesos de a ocho reales, incluyendo plata y oro, a lo que habría que añadir "cierta cantidad de joyas, perlas y otras cosas sin valoración precisa".
"La leyenda dice que sí; los documentos sugieren que es posible, pero el tesoro es mucho menos valioso de lo que la leyenda propone", dijo recientemente esta profesora emérita de la Universidad de Minesota (EEUU).
Sin querer especular sobre la carga, De Narváez hace una valoración al alza y advierte sobre la práctica habitual del contrabando en las flotas españolas de la época.
"Las esmeraldas legales estarían registradas en Cartagena, que vienen de la mina de Muzo (Colombia), pero muchas se compraron en el mercado de Portobelo (Panamá) y son de contrabando. Esto puede incrementar el valor de la carga", añade.
Con tesoro o sin tesoro, el debate entre España y Colombia entra ahora en la propiedad del barco encontrado y en la disputa sobre su rescate del fondo marino.
Científicos y académicos como George F. Bass, padre de la arqueología subacuática; Xavier Nieto, Arturo Pérez Reverte o Pilar Luna han mostrado su preocupación por el hecho de que se pueda comercializar parte de la carga del San José, según las leyes colombianas.
En esta línea, investigadores como el arqueólogo colombiano Juan Guillermo Martín consideran que la mejor solución para conservar el barco es dejarlo bajo las aguas.
Para De Narváez, sin embargo, mantener sumergida la nave sería un anzuelo para "cazatesoros" que, quizá, ya han merodeado por la zona.
"Ahora mismo se puede comprar un traje de astronauta para bajar a 100 metros -profundidad donde se estima se puede encontrar la nave- por 200.000 dólares. Con la venta de un rosario de oro, por ejemplo, que se rescate de forma ilegal se recupera esa inversión. Los costes tecnológicos han bajado mucho", alerta.
La fascinación por los galeones hundidos -según De Narváez, más de mil 100, solo en las costas colombianas- alimenta leyendas, pleitos interminables y sueños de piratas, y el hallazgo del San José es un nuevo y, seguramente, largo capítulo en la aventura de la arqueología subacuática.
rqm