Elena Poniatowska le prestó su voz a Consuelo Romo, ama de casa que vino de Mazatlán a buscar a su hija y tres nietos en el edificio Nuevo León de Tlatelolco, y al no encontrarlos sino hasta el último momento en el basamento lleno de agua del edificio, decidió ayudar. Plácido Domingo la hizo coordinadora de voluntarios y la nombró voluntaria estrella.

La voz de la escritora fue firme, pero delicada, logró que la mujer esté ahí, en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento, donde el GDF entrega el reconocimiento Ángel de la Ciudad a figuras fundamentales en el apoyo a víctimas del sismo de 1985.

Plácido Domingo miraba al vacío, se limpiaba una lágrima, apretaba sus labios, escuchaba atento.

La escritora continuó con su discurso. “A nombre de todos los que no pueden recibir este premio porque quedaron bajo los escombros y a nombre de tantos otros ángeles de la guarda, como doña Consuelo Romo, recibimos este reconocimiento. Es un ángel que extiende las alas sobre un México en el que las réplicas de ese temblor todavía vibran porque hace un año, el 26 de septiembre, 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecieron y aún no hay respuesta”.

Plácido Domingo tomó el micrófono: “Quiero hacer extensivo este Ángel a tres personas en particular de mi familia que estuvieron conmigo. Desgraciadamente perdimos cuatro familiares en el edificio Nuevo León. Me tuve que marchar a las dos o tres semanas del sismo y empecé a organizar conciertos durante todo un año para poder ayudar a los damnificados que, con el sufrimiento que tenían, había que ayudarles, porque a parte de su dolor se habían quedado sin nada. Había que pensar en todo lo que venía después”, dijo.

Y añadió: “Mis familiares fueron mi hijo Pepe Domingo, mi cuñado Alfonso Fernández, ellos se quedaron mucho más tiempo de lo que yo estuve, trabajando con gran cariño y entrega. Los primeros días fueron tremendos porque íbamos a descansar dos horas a Satélite y teníamos que consolar a mi hermana, a mi tía, sin tener noticias y finalmente tuvimos las noticias peores. Pudimos ayudar a otras personas pero no pudimos ayudar a los nuestros, había sido demasiado tarde. Ellos estuvieron más cerca de doña Consuelo Romo”. Destacó la presencia de Agustín, su sobrino y único sobreviviente de su familia.

Entre otras personalidades, el reconocimiento se entregó a Poniatowska por el libro Nada, nadie: las voces del temblor, y al tenor por su apoyo a las víctimas y damnificados.

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