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A 100 años de la muerte de Porfirio Díaz (2 de julio de 1915, París, Francia), la interpretación que se hace de él sigue siendo más política que histórica. De eso no tiene dudas el historiador inglés Paul Garner, autor del libro Porfirio Díaz, entre el mito y la historia.
Hace dos décadas, el doctor Garner era de los pocos que estudiaban los archivos de Díaz; de entonces a hoy ve un cambio en cuanto al número y tipo de estudios del periodo llamado porfiriato (término que, dice, hay que empezar a cuestionar por concentrarse en una figura: “No hablamos de un juariato, por ejemplo” ). Pero los cambios no han llegado al discurso oficial:
“No existe la reconciliación histórica, la historia patria es tan fuerte que no se entienden los matices que se necesita ver en cualquier época. Y 100 años después se sigue haciendo la pregunta, ¿fue dictador? Si se estudia, nadie pensaría que fue un tirano-dictador. El gobierno no ha hecho nada; la prueba más contundente de que la interpretación de Porfirio Díaz sigue siendo más política que histórica es que se mantienen sus restos en París”, dice Garner, investigador de la Universidad de Leeds y El Colmex.
“Díaz –dice la también doctora en historia María Eugenia Ponce, investigadora de la Universidad Iberoamericana (UIA)— fue un gobernante que supo negociar y cuyo régimen se caracterizó por un paternalismo autoritario; su régimen tuvo cosas positivas y negativas. Creo que los historiadores en años recientes empezaron a mostrar otro Porfirio Díaz, fue estudiado más objetivamente; la historia de los libros de texto ya hace un intento por presentarlo con cosas positivas y negativas. Pero va a tardar un poquito más en la historia oficial”.
El cambio de imagen. Al analizar la evolución de la imagen de Díaz a lo largo de la historia, el investigador Paul Garner separa lo que ha pasado desde el Estado con relación a lo que se ha construido desde el campo de investigación académica.
En el mundo político, la distorsión ha sido la constante en torno de esta figura: “Desde su época empezaron a distorsionar la imagen de Porfirio Díaz, a favor, a crear un culto a la personalidad. Las obras y comisiones para celebrar el centenario de la Independencia incluyeron monumentos —de esa época son el Ángel de la Independencia y el Hemiciclo a Juárez, que todavía definen a los mexicanos— y hubo libros sobre Díaz como héroe”.
Uno de los que escribió acerca de Díaz fue León Tolstoi: Garner relata que decía que “era una figura que puso orden al caos, que era autócrata pero no dictador y que tenía el deseo de crear una democracia en México”.
En la primera década del siglo XX se empieza a hablar de dictadura, de la mano dura, de las huelgas. Garner detalla: “De esos años viene el discurso antiporfirista y en la Revolución se vuelve la figura satanizada, al tiempo que otros dicen que deben regresar. Con el discurso revolucionario se va construyendo una historia patria que se basa en la historia patria liberal que había construido y consolidado Porfirio Díaz —es él quien construye el culto a Juárez—. Pero la historia patria quita la figura de Porfirio Díaz, claro una revolución exitosa tiene que tener justificación en derrocar a un tirano”.
A lo largo del siglo, todo el discurso patriótico niega la figura de Porfirio Díaz. “Se olvida todo lo que hizo de positivo, sus contribuciones a la construcción del Estado; es el PRI el que construye ese discurso que plasma en los libros de texto”.
Sin embargo, es otro priísta, Carlos Salinas de Gortari, quien encabeza un neoporfirismo, en los 80, a la par de un cambio en la estructura de la economía. “Se busca a finales del XIX el éxito económico, pero lo que no dicen es que hay una gran diferencia con ese liberalismo del XIX, que es constructor del Estado y del nacionalismo, y el discurso neoliberal que es totalmente antinacionalista”.
En cuanto a los estudios, un cambio muy importante se dio con la obra de Daniel Cosío Villegas, Historia Moderna de México: “Con sus investigaciones dijo que Díaz no fue ni ángel ni demonio; la suya fue una visión más matizada; decía que había muchos documentos que se podían estudiar. Cossío Villegas criticó esas distorsiones en la historia”.
Los estudios hoy cuestionan esos calificativos que imperaron por años. “Los archivos muestran que Porfirio Díaz tuvo que negociar el poder constantemente, y alguien que tienen que negociar no es alguien que se impone”, expresa Paul Garner y reconoce que, de manera lenta, esas otras visiones construidas desde la academia llegan ahora al público.
Su archivo. Desde 1976, el archivo personal de Porfirio Díaz se encuentra en la Universidad Iberoamericana (UIA).
Son alrededor de 800 mil documentos, entre fotos, cartas que le llegaban de toda la República, algunas de personas que no escribían pero que pedían a otros hacerlo (entre 15% y 20% de la población sabía leer y escribir); le solicitaban, le informaban, le pedían desde ayuda económica hasta un puesto de maestra o un cargo de elección popular.
En el archivo también hay telegramas, 500 fotografías, folletos y documentos gráficos. Abarca, básicamente, de 1876 a 1911 y se encuentra en Acervos Históricos en la Biblioteca Francisco Xavier Clavijero de la Iberoamericana, a la que fue donado por las bisnietas de Díaz. Hoy se lleva a cabo una catalogación y se ha empezado la digitalización de los materiales. No presentan problemas de conservación los materiales que se encuentran en condiciones de resguardo controladas en humedad y temperatura.
María Eugenia Ponce, coordinadora del área de Acervos Históricos de la biblioteca de la UIA, ha analizado a partir de esas cartas la percepción que se tuvo de Díaz a lo largo de los años.
Encontró que él y sus colaboradores “construyeron una imagen de que él era indispensable”. Primero era la imagen del héroe de la intervención francesa, luego la del héroe y gobernante, hasta que al final hubo varias vertientes: unos lo tacharon de tirano y otros le expresaron su adhesión.
Ponce y Garner son parte del grupo de 90 investigadores que participará en el Coloquio sobre el porfiriato que del 2 al 4 de julio se realizará en Oaxaca. Ricardo Orozco Ríos, quien preside el Centro de Estudios Históricos del Porfiriato A. C., uno de los organizadores del coloquio, explica que ese centro tiene como objetivo propiciar el estudio, reflexión y análisis del porfiriato.
Sobre la relevancia de que se estudie el tema, Ricardo Orozco Ríos dice: “Cuando escuchamos la palabra porfiriato la asociamos con un viejito lleno de medallas, pero el porfiriato es una época de la historia de México que inició oficialmente en 1876 y concluyó en 1911; surgieron todo tipo de figuras que, sin embargo han sido arrastradas, por la satanización que se hizo de Díaz. En cuanto la Revolución triunfó, la enseñanza oficial en las escuelas dio por descontado que habiendo sido Díaz un dictador, todos los de ese tiempo no valían la pena”.