Un grupo de unos quince estudiantes universitarios se afana estos días en restaurar retablos, cuadros, esculturas y artesonados de la iglesia de San Francisco, una joya de la arquitectura colonial de Quito que será visitada por el papa Francisco el 6 de julio, durante su visita a Ecuador.
Con los rostros cubiertos con mascarillas y provistos de brochas, los alumnos trabajan en una amplia área del templo para eliminar toda partícula de polvo, un elemento que a lo largo de los años ha ido deteriorando este conjunto patrimonial de la orden de los Franciscanos.
El templo está enclavado junto al convento de San Francisco, en la plaza del mismo nombre, y es uno de los lugares más visitados del centro histórico de Quito, ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1978.
Miles de personas abarrotarán la extensa plaza el 6 de julio, cuando el papa Bergoglio llegue a la iglesia, que en la actualidad se encuentra en estado de deterioro "grave" y está sometida a un plan de gestión para salvarla, explicó el coordinador de la carrera de Restauración y Museología de la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE), Julio Benítez.
"Está grave, pero no corre riesgo de perderse", dijo el experto y señaló que los principales enemigos del conjunto religioso son las partículas de polvo, la contaminación ambiental y el ataque de microorganismos.
Por eso los estudiantes de la UTE manejan también aspiradores para atrapar el polvo que levantan al cepillar con sus brochas las rendijas de las columnas, los pedestales de las esculturas, las juntas de los vetustos retablos y artesonados y cualquier rincón donde descansen las nocivas partículas.
Sobre elevados andamios, en grupos de cuatro restauradores por turno, pasan jornadas de varias horas dedicados a un trabajo exprés que pretende dejar en buenas condiciones el lugar, a tiempo para la llegada del jefe del Estado Vaticano.
Nico León, voluntaria que colabora en los trabajos de limpieza junto a los estudiantes, explicó que le satisface esta tarea porque, al margen de la visita papal, quiere colaborar en la recuperación de este conjunto de bienes de gran valor.
"Yo lo hago porque me nace hacerlo, no porque venga el papa", dijo la joven, quien comentó que su labor consiste en limpiar el polvo con brochas y examinar las piezas que están dañadas, durante jornadas de trabajo de tres o cuatro horas que se pasan "volando".
La tarea le permite, además, estar en contacto con la pinturas y esculturas, un valioso legado. "Es patrimonio de mi país", subrayó.
Los trabajos se desarrollan en cuatro naves del ala sur del templo, que atesora "una carga y un valor simbólico bastante grande" para los ciudadanos, según Benítez.
El especialista destacó la importancia de esta labor porque, de lo contrario, estas piezas artísticas, "como las personas; si no hay limpieza se terminan enfermando".
La humedad y los cambios de temperatura que experimenta la ciudad, muy caliente al mediodía y fría de madrugada, aceleran los procesos de alteración, agregó.
"Las telas de las pinturas se oxidan con mucha facilidad, las capas de pintura también son afectadas por la incidencia de la radiación ultravioleta" , remarcó Benítez al destacar que Quito está en el punto del planeta conocido como "mitad del mundo", donde los rayos de sol inciden de forma "perpendicular" sobre la ciudad, y a una altitud de más de 2 mil 850 metros sobre el nivel del mar.
Los trabajos se enmarcan en un plan de gestión integral auspiciado por la Unesco y en el que también se implican la orden de los Franciscanos, el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, el Instituto Metropolitano de Patrimonio, la UTE y la institución Quito Turismo.
El coordinador de los trabajos destacó la influencia que ha tenido la programada visita papal para acelerar los trabajos, porque "la iglesia no podía estar como estaba" ante su llegada, dijo, y reconoció que la influencia política y social del pontífice ha incidido en ello.
Una influencia tal que, según Benitez, incluso ha llevado a canalizar a estos trabajos recursos que estaban destinados a otros proyectos.
sc