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Capaz de transformar su serenidad en un estallido de energía en cuanto se sube al escenario con su violín, el libanés de ascendencia armenia Ara Malikian considera "desolador" que aumente la xenofobia en el mundo y denuncia, en una entrevista con Efe, los prejuicios que existen hacia los refugiados.
"Veo con mucha tristeza que Gobiernos o personas nos quieren hacer creer que los refugiados son una amenaza para el mundo occidental y que no deberíamos ayudarles. Este concepto de no ayudar a la gente que más lo necesita me parece poco humano, y me cuesta asimilarlo", afirma el músico, de visita por Buenos Aires, donde actuará por primera vez el próximo 15 de junio.
Para él, es difícil imaginar por qué se rechaza a aquellos que han tenido que dejar sus hogares por los conflictos que azotan a su país y por eso ve "inaceptable" que aumente la discriminación y las medidas xenófobas de Gobiernos como el de Estados Unidos desde la llegada de Donald Trump a la presidencia.
"Es muy desolador ver que crezca tanto la xenofobia en el mundo, que nos volvemos tan prejuiciosos a las diferencias y tan fríos (...). Si viene con mucho dinero, está bienvenido, pero si viene alguien que quiere mejorar su vida decimos: 'aquí no pintas nada'. Es muy injusto", critica.
Malikian cree que este compromiso que él muestra siempre hacia los más vulnerables forma parte del "papel" de los artistas, ya que ellos tienen la suerte y la "responsabilidad" de poder ponerse delante del público para sensibilizarlo.
"No es cuestión de política, es una cuestión humanitaria, de intentar informar de las injusticias en el mundo", aclara.
En ese sentido, define el arte como un "grito a la libertad y contra las injusticias" que te hace "querer más" y aceptar las diferencias del resto.
En apenas tres semanas, el músico se plantará ante el público argentino para presentar The Increible Story of Violin, un disco en el que, por primera vez, ha compuesto él mismo todos los temas y donde, fiel a su pintoresco estilo, mezcla lo clásico y "barroco" de Johann Sebastian Bach o Wolfgang Amadeus Mozart con artistas "más modernos" como Led Zeppelin, David Bowie y Paco de Lucía.
A través de ellos, Malikian cuenta la "curiosa" y "peculiar" historia del violín que heredó de su abuelo, quien en pleno genocidio armenio lo utilizó para fingir que era parte de un grupo musical extranjero y, así, poder cruzar la frontera para llegar al Líbano.
"Gracias a él pudo salvar su vida", cuenta antes de revelar que, por ese motivo, su abuelo se empeñó en que su padre tocara ese violín y este último se lo entregó a Malikian para que le diera suerte cuando a los 15 años se marchó a estudiar música a Alemania.
"Y me ha dado suerte. No es el mejor violín, no es valioso ni muy bueno, pero para mí es muy importante, le tengo mucho cariño", confiesa.
Este martes, el violinista será declarado "Huésped de Honor" de Buenos Aires por la Legislatura (parlamento) de la capital como un reconocimiento a su trayectoria, una prueba más de que, según dice él mismo, ha aprendido a sentirse a gusto "en todos los lugares del mundo".
De hecho, cuenta que aunque le encanta España, donde vive desde hace 15 años y donde obtuvo la nacionalidad en 2014, es en el escenario donde se siente realmente feliz.
"Tener el público enfrente, tener su energía... es una necesidad. Cuando estoy cuatro o cinco días sin actuar, estoy mal con el cuerpo, necesito ese chute", revela.
Malikian cree que los artistas y las iniciativas que tratan de rescatar la música clásica y alejarla de la formalidad y la presunción que la rodean para aumentar sus seguidores llegan algo tarde pero son muy necesarias.
"Hoy día que estamos viviendo una época de crisis por todas partes, cuando se recorta, lo primero siempre es la cultura. Y cuando se recorta cultura, los primeros que sufren son los proyectos subvencionados, y la música clásica no puede sobrevivir sin subvenciones porque tiene un público muy minoritario", afirma.
Aun así, en su caso, con esa apariencia que se asemeja más a la de una estrella del rock que a la del típico violinista clásico, no considera que haya roto ningún molde.
"No soy quién para cambiar el mundo de la música clásica. Lo único que yo hago es lo que me llama. Tengo la suerte de haberme salido de este mundo de prejuicios y de poder hacer lo que quiero. Y lo que quiero es tocar lo que me gusta... y me gustan muchas cosas", sentencia.
nrv