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ana.pinon@eluniversal.com.mx
Un niño agitaba sus manos con sus ojos cerrados, con emoción imitaba los movimientos del concertador Constantine Orbelian al frente de la Orquesta Sinfónica de Minería; Elina Garanca, la mezzosoprano letona considerada como una de las cantantes más importantes de ópera en el mundo, canta con fervor “Mon coeur s´ouvre à ta voix”, de la ópera Sansón y Dalila, de Saint-Saëns; decenas de almas contienen el aliento. Todo aquello es una postal de esperanza, porque si a pesar de todo aún es posible la belleza, la emoción colectiva, el arte, la entrega, la euforia, la música, la vida, entonces debe haber esperanza.
Así de contundente y legendario fue el debut en México de la mezzosoprano letona Elina Garanca en la Sala Nezahualcóyotl, en donde interpretó un programa con obras de compositores como Sain-Saëns, Donizetti y Bizet.
El foro con localidades agotadas ovacionó a la artista que con frecuencia se presenta en los principales teatros y compañías internacionales, como la Metropolitan Opera House de Nueva York, la Royal Opera House de Londres, la Ópera Estatal Bávara y la Ópera Estatal de Viena.
“¡Guapa!”, “¡Te amo!”, fueron algunos de los gritos que se escucharon en la sala en repetidas ocasiones, gestos que la cantante agradeció con sonrisas y con besos al aire. El frenesí por una artista que compartió algo más que la hermosura de su voz, también entregó pasión en el escenario.
Acompañada de la Orquesta Sinfónica de Minería, bajo la dirección huésped de Constantine Orbelian, la cantante enloqueció a la audiencia con arias como “Habanera” de Carmen, de Bizet.
Cada interpretación fue aplaudida por varios minutos por una audiencia varipinta, y la emoción la obligaba a regresar al escenario una y otra vez.
Además, la intérprete, ante la euforia del público, ofreció un encore, “Carceleras”, de la zarzuela Las hijas del Zebedeo, que cantó con brío y dedicada a cada área de la sala.
Pero la gente quería más y más, la orquesta alentaba al público por más de la cantante que también se presentará en las ciudades de León, Torreón y Álamos, en donde recibirá la Medalla Alfonso Ortiz Tirado. Y regresó para complacer con su versión de “Granada”, de Agustín Lara, con un español casi perfecto.
El recital cerró con el más delicioso “O mio babbino caro”, de la ópera Gianni Schicchi, de Puccini. El niño seguía agitando sus brazos, las almas reunidas en el borde de las sillas. Una celebración de vida.
Una joven corrió hacia la cantante para obsequiarle una muñeca de trapo típica de Puebla y dos muchachas apresuraban el paso para entregarle ramos de flores. Elina Garanca sonreía, el concertador la abrazaba, los músicos lucían muy contentos. Una noche en la que todo fue posible.