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La Scala de Milán, para muchos la mejor ópera del mundo, abrió hoy su temporada con el estreno de una nueva producción de Madama Butterfly, protagonizada por dos voces hispanas, la uruguaya María José Siri y el español Carlos Álvarez.
Bravos y una lluvia de rosas sobre Siri cerraron la representación, una versión que devuelve al clásico de Puccini a la que este mismo teatro estrenó hace 112 años.
La crisis de Gobierno que vive Italia impidió asistir al acto al presidente de la República, Sergio Mattarella, quien mientras se desarrollaba la ópera aceptaba en Roma la dimisión del primer ministro, Matteo Renzi.
La personalidad más destacada fue el rey emérito de España Juan Carlos I, quien siguió la pieza desde un palco de platea y que llegó acompañado de varias personas, entre ellas el ex ministro español de Justicia Alberto Ruiz-Gallardón.
"Es como el fin del mundo", bromeó el barítono malagueño antes del evento operístico al calificar este acontecimiento social de la capital lombarda, donde como es habitual en los últimos años, decenas de manifestantes protestaron en las calles aledañas a la Scala.
El cantante español se refería tanto a la expectación con la que se vive la "prima" de la Scala, la pasión que suscita entre los aficionados pero también a esas protestas con las que miembros de movimientos alternativos exhibieron su oposición al despliegue de lujo, aunque sobrio, de esta noche.
Varias decenas de manifestantes lanzaron gritos contra el acto y quemaron algunas bengalas fuertemente custodiados por las fuerzas de seguridad al otro lado de la plaza donde se sitúa el teatro, sin que se registraran incidentes, a diferencia de lo ocurrido en años anteriores.
El cantante español reconocía comprender estas manifestaciones al ver los elevados precios de las localidades del estreno, pero recordó que la representación se podía seguir en directo en cines de toda Italia y del mundo y hasta en pantallas dispuestas en los aledaños del teatro.
Siri, por su parte, dijo en entrevista antes del estreno que se siente representante de esos cantantes latinoamericanos de los que quizá destaca la "pasión, la garra, la fuerza", cualidades que piensa que les hace propensos "a sobresalir en el mundo de las artes".
Y hablaba de la disciplina que exige esta versión que recupera para la Scala el director musical Riccardo Chailly, quien devuelve al teatro la versión de 1904 que Giacomo Puccini concibió en dos actos, no en los tres en los que posteriormente se ha venido representando.
La unión en uno solo del segundo y tercer acto de las versiones posteriores facilita la unidad dramática pero prolonga la duración del ahora segundo y exige lo que Siri definió como "economía de la energía", la dosificación del esfuerzo para dar lo máximo en los ochenta minutos que dura la segunda parte."Aporta mucho más dramatismo y tragedia, que era lo que Puccini quería expresar usando un personaje tan frágil y tan maleable", consideró la soprano respecto a este montaje, en el que comparte reparto además con Bryan Hymel (Pinkerton).
El conocido libretto cuenta la historia dramática de la geisha Cio-Cio-San (Siri) que con solo quince años se compromete con el oficial estadounidense Pinkerton, quien la abandona mientras ella espera un regreso que finalmente la conducirá a su tragedia.
Su estreno hace más de un siglo en la Scala fue muy polémico y tan mal recibido que Puccini trabajó sobre la obra para recortarla y adaptarla hasta que tres meses después se recuperó con gran éxito en el Teatro Grande de Brescia; ahí comenzó a recorrer el mundo hasta convertirse en uno de los títulos esenciales de la ópera italiana.
Las presiones del público y del editor Giulio Ricordi hicieron cambiar de opinión a Puccini, quien en expresión de Chailly sobre esta nueva versión de Madama Butterfly era un autor "influenciable".
El valor de esta nueva producción por lo tanto es, según el director, el de "no haber sido todavía puesta en entredicho por circunstancias externas: el éxito, la crítica, los intérpretes, las convenciones sociales, las oportunidades políticas".
"El drama tiene que continuar hasta el final sin interrupciones, denso, eficaz, terrible", dijo Puccini al justificar la longitud del segundo acto; se rindió pues a las convenciones y a las presiones, que es lo que justo ahora no hace la Scala con su estreno de temporada.
Esta nueva producción se inspira en la estética del kabuki, el teatro japonés del que toma sus característicos maquillajes y la escenografía juega con elementos arquitectónicos de las casas tradicionales niponas, con paneles sobre los que se proyectan motivos que evocan el período en el que se desarrolla la acción, el comienzo del siglo XX.
nrv