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ana.pinon@eluniversal.com.mx
Gabriela Ortiz es una de las compositoras más importantes de su generación. Entre sus logros está ser la primera mujer en estrenar con la Long Beach Opera; sus obras han sido estrenadas por algunas de las más importantes orquestas del país y del continente, como la Sinfónica de Minería y la Filarmónica de Los Ángeles. Ha sido nominada al Grammy Latino por la ópera Únicamente la verdad. Es la primera a primera mexicana en su especialidad en recibir invitación para la residencia Artística en Civitella Italia (Civitella Ranieri Foundation). Y recientemente se convirtió en la primera compositora en recibir el Premio Nacional de Artes y Literatura en el rubro de Bellas Artes.
Ortiz (1964), profesora de tiempo completo en la Escuela Nacional de Música de la UNAM también ha sido acreedora a premios como John Simon Guggenheim Memorial Foundation fellowship, y primer lugar en el Nacional Silvestre Revueltas Música Nueva Fin de Milenio. En entrevista, habla de sus proyectos más importantes para 2017, entre ellos el estreno de una obra con la Filarmónica de Los Ángeles, bajo la batuta de Gustavo Dudamel.
¿Cuando te postularon pensaste que estaba bien, pero nada más?
—Sí. Me postularon y pensé que era una maravilla, que era un honor, pero creí que hasta ahí quedaba. He visto el historial de todos los que han ganado el premio y... sólo puedo pensar que México tiene tantos artistas y que hay muchísimos otros que también lo merecen. Cuando me postularon seguí con mi vida, mis proyectos y mis cosas. No estaba en México cuando me avisaron, me encontraba en Barcelona por mi año sabático. La verdad nunca lo imaginé. Y de pronto me habla Aurelio Nuño, secretario de Educación Pública, mientras yo estaba componiendo. Era de noche en España, estaba con los audífonos puestos y Alejandro (su pareja) contestó mi teléfono después de escuchar la insistencia con la que me buscaban; y aunque no nos interrumpimos cuando estamos trabajando, me indicó que era una llamada importante. Me quedé con el ojo cuadrado. Todo pasó muy rápido.
Te avisaron con pocos días de anticipación...
—Sí, sólo tuve un día para arreglar mis cosas, fue una locura, tenía por ejemplo libros prestados en la biblioteca. Al día siguiente viajé a México. En ese momento no tuve tiempo para digerir esta distinción a una trayectoria. Todo fue muy emocionante, pero también me metió a la locura total.
¿Y qué has reflexionado sobre la distinción?
—Un reconocimiento en este momento de mi vida es fundamental porque estoy en plenas facultades de seguir trabajando. Muchas veces estos estímulos llegan a edades avanzadas, pero creo que es importante considerar que a los artistas hay que apoyarlos en su momento de plenitud, en su momento más creativo, más productivo. Recibir el Premio Nacional de Artes en el momento en que me encuentro con tantos proyectos en la cabeza, se ha convertido en un aliciente y me ha recargado las pilas. He pensado que ha valido la pena todo el esfuerzo y todo el sacrificio, y creo que este es el camino por el que debo continuar. Siempre hay mucho que aprender en el camino de la escritura musical y del arte, pero creo que estoy disfrutando de una madurez creativa. Cada proyecto requiere de un proceso de investigación, de reflexión, pero la experiencia se ha ido acumulando y ahora hay más claridad sobre el rumbo de mi trabajo. Pienso que quiero seguir en la exploración, pero enfocada en ciertas cosas; sé qué quiero hacer, qué no puedo hacer, y creo que soy más eficiente con mi tiempo, tengo más inteligencia para saber cuáles son los proyectos que me van a enriquecer. De joven eres una esponja que todo lo quiere absorber pero no hay tiempo para depurar. Además, he pensado mucho en toda la gente con talento que tiene nuestro país.
Eres de las pocas mujeres que lo han recibido.
—En composición soy la primera. Se lo entregaron a Consuelito Velázquez, pero en el ámbito de Artes y Tradiciones Populares; pero en el rubro de Bellas Artes, soy la primera a la que se lo otorgan por composición. ¡Qué bueno! Se abre una brecha que para mí es importante. ¡Qué bueno que ser mujer y ser joven marquen un aire fresco a estos premios! Bueno, joven relativamente, pero sí que estoy en un momento de plenitud.
¿Este premio obliga a pensar en otras cosas que van más allá de la gratitud?
—Claro. Cuando escuché el discurso de Enrique Peña Nieto en la ceremonia de entrega, pensé en que estaba muy bien que se apoyara a la ciencia, pero ¿qué pasó con la cultura? Hubo más recortes que apoyos. Aquí es cuando me toca decir que tenemos instituciones muy loables, pero no es suficiente, hay que apoyar más la cultura. Creo que el arte es una forma para reconstruir al país y al tejido social; que la música es fundamental en la enseñanza de educación básica; que la música da oportunidades a los jóvenes y nos hace mejores seres humanos, y que la Cultura de calidad no está llegando a los sectores más marginales. Por ejemplo, en Oaxaca hay un talento impresionante, me contaron que un extraordinario trombonista acaba de obtener un lugar en una orquesta internacional. De modo que debemos apoyar mucho más al talento. Con educación y con cultura es como vamos a mejorar al país.
¿Cuáles son las rutas ahora de tu trabajo?
—Tengo un encargo de la Filarmónica de Los Ángeles, es el segundo encargo con esta orquesta. El estreno lo dirigirá Gustavo Dudamel en octubre; estoy trabajando en esa obra, de hecho cuando recibí la llamada estaba componiendo. Además, vengo de escribir una obra para orquesta, un encargo de la Sinfónica Nacional. Casi mi producción sinfónica ha sido para instrumentos solistas y orquesta; así que fue una delicia trabajar sólo para una orquesta. Es una obra de gran envergadura, con duración de media hora, se llama Hominum. He investigado mucho, tengo muy afilado el asunto de la orquesta, la tengo en el oído interno.
Además tengo proyectos de ópera que es muy complicado levantarlos, la ópera es el riesgo absoluto. Son dos, muy distintos, uno se va hacia el futuro y el otro hacia el pasado, en el siglo XVI. El primero será experimental, trabajaré en lo electroacústico, me arriesgaré; el otro lo quiero hacer con instrumentos barrocos. Son el opuesto y son terrenos completamente desconocidos. El gran reto es hacer lo que no has hecho y enriquecerte con esa experiencia porque habrá un aprendizaje. En lo nuevo te renuevas.
La ópera es muy dífil, requiere de mucha inversión de trabajo y cuesta mucho levantarla, pero es tan fascinante que no lo puedo dejar.
¿Cuándo se estrena Hominum?
—En enero, en Nueva York, con la orquesta de Julliard, en el marco de un festival enfocado en la música latinoamericana, en el evento de clausura en el Lincoln Center. No sé cuándo se estrenará en México, quizá en el segundo semestre cuando regreso de mi sabático. El otro estreno de la Filarmónica de Los Ángeles será en octubre.
El estreno de las óperas no lo sé, uno es Yanga en la que he venido trabajando, pero se ha ido postergando; la otra que ve hacia el futuro está basada en un cuento de Flavio González Mello, que trata sobre un astronauta; iba a ser para el Cervantino, pero tengo qué ver qué pasará tras los cambios de dirección del festival, esperemos que las cosas continúen como se tenían planeado.