Convencido de que las afinaciones de hoy, no se parecen en nada a lo que se hacía en el pasado, Rodrigo Tinajera Hernández, afinador y restaurador de pianos, afirma que este oficio se está perdiendo.
Hombre sencillo, amable, entregado a su trabajo, Don Rodrigo posee uno de los pocos talleres en esta ciudad que se dedican a restaurar y afinar este tipo de instrumentos: “Pianos Tinajera”.
Situada en una casona de finales del siglo XIX, en la calle de San Luis Potosí en la colonia Roma de esta capital, el espacio que opera desde 1931 es una especie de sanatorio en el que, incluso, se “resucita” a pianos que han llegado en condiciones extremas de deterioro, pero que gracias a la paciencia, dedicación y trabajo de Don Rodrigo y sus dos hijos involucrados en el taller: Damián y Rodrigo Jr., los instrumentos vuelven a nacer.
Con más de 51 años como restaurador, cuenta que este arte se está perdiendo debido a que en la actualidad se afinan los instrumentos con dispositivos electrónicos, supliendo de esta manera, al oído humano.
“Los afinadores somos como las cocineras: cada quien tiene su sazón. Lo malo de este trabajo es que hoy los muchachos afinan con aparatos electrónicos, están desapareciendo los afinadores de oído”, señaló al tiempo que precisó contar con su ‘diapasón 440': una barra metálica en forma de U que al vibrar produce un tono determinado y que sirve para estudios de acústica.
“Es esto lo que me da el sonido del piano; lo malo es que hoy es un oficio que se está perdiendo; en México si somos 100, creo que sólo 10 afinamos de oído”, revela Don Rodrigo.
Definido como un técnico afinador de pianos, cuenta que su pasión por este arte nació a los 16 años, siendo un adolescente, y observando a su tío cómo arreglaba y afinaba pianos en ese entonces, en este taller que años más tarde él heredó.
“Llevo 55 años y comencé a los 16 años, ahora tengo 71 y este oficio me lo enseñó mi tío-abuelo y a él le enseñó un alemán, José Antillon Rosner, porque este taller fue fundado por Rosner”, cuenta Don Rodrigo al agregar que fue su tío, quien lo invitó a conocer la ciudad de México y, de manera especial, el taller en el que laboraba. “Lo veía trabajar y me enamoré del arte”, aseguró.
Dos pianos, uno en color caoba y otro más en negro. Así es como el negocio da la bienvenida a quien se asoma. Adentro, en esta casa de pisos, los Tinajera conversan de pianos como si se tratara de personas.
“Nos llegan pianos de todo tipo; cuando llega un piano destrozado, claro que le duele a uno, porque uno quiere los instrumentos. Trabajo más por cariño, por amor al arte, que por dinero.
“Nos llegan desde quemados, algunos deshechos, otros, los que vienen de la costa, con polvo y humedad y aquí los arreglamos y afinamos”, cuanta el entrevistado, quien junto con su hijo, además de amar este arte, sufre cuando el piano no queda bien.
Al igual que su padre, Damián cuenta que aprendió el oficio de restaurador y afinador observando a su padre; dejó la pelota y las caninas, por las lijas, la herramienta, el diapasón, los alambres de cobre y las maderas.
“Empecé desde muy chico, tenía unos 14 años y en las vacaciones venía a trabajar, acompañaba a mi papá a restaurar y mis horas las dedicada al taller, al final, sentí que esto me gustaba y me dediqué a que esto, hubo algo que me jaló. Veía cómo llegaba un piano hecho pedazos y de inmediato trabajábamos en él”, recordó.
“Todo tiene reparación; hemos realizado restauraciones que se prolongan hasta un año, si el daño es complicado”, dice Damián al tiempo que confiesa que la clave del éxito de una reparación se encuentra en los materiales y la mano de quien la realiza.
Estima que en este taller se reparan seis pianos por mes y comenta que se realizan desde trabajos sencillos hasta complejos, desde afinaciones hasta la reposición de piezas, muchas de las cuales, son traídas desde Alemania.
“En los últimos años, estamos importando piezas para pianos europeos, aquí los restauramos y reparamos otros más para su venta”, indicó el joven Damián, para quien lo bonito de la restauración está en el esfuerzo y empeño que se le pone al trabajo.
“Lamentablemente, en México se carece refacciones para piano, todo lo traemos de Alemania, en el caso de las cuerdas, aquí las hacemos con cobre y alambre traídos de Europa, todo es importado y eso garantiza que el cliente tenga un buen trabajo”, expresó.
Cuenta que en este lugar se han reparado pianos como el del compositor Eduardo Magallanes, instrumento que después fue regalado al Divo de Juárez, Juan Gabriel; también a la esposa del ex presidente Miguel de la Madrid le gustaba que le arreglara su piano.
Como dato curioso, en este lugar se vendieron dos pianos que pidió la producción de la película Titanic y cuyos instrumentos aparecieron en el filme.
“Vendimos dos pianos que salen en la película, cuando se hunde el barco, aquí vino la gente de la película y se los llevaron a Baja California, montaron un foro e hicieron como se hundían”, destacó Damián, quien agregó que se trató de dos piezas que retocaron para ambientarlos a la época del filme.
Con un horario de lunes a viernes, de 9:00 a 19:00 horas, Servicio Tinajera preserva un arte que implica paciencia y conocimiento en la materia.
nrv