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La Ópera de Bellas Artes (OBA) tocó fondo, dicen los críticos especializados, cuando en junio pasado se presentó La Traviata, producida con retazos de otros montajes. En la noche de estreno el abucheo que se escuchó en el Palacio de Bellas Artes puso en evidencia que los recortes presupuestales habían impactado a la institución que dirigía Ramón Vargas.

Sin embargo, Vargas arrastraba, desde el inicio de su gestión, problemas como una programación improvisada, como galas de última hora, la cancelación de producciones como Billy Budd, las críticas constantes por su dirección a distancia, por los costos de transportación que implicaba su presencia, por la invitación a cantantes cercanos a él, por autoprogramarse, por los conflictos que tenía con los grupos artísticos, especialmente con el Coro del Teatro de Bellas Artes; por los cambios de sus colaboradores; por “el error humano” que se cometió en el Portal de Transparencia en donde se mal informaba que su salario era millonario.

El propio tenor tuvo que reconocer durante su primer año de gestión: “Me he equivocado” y aceptar que desconocía la forma de operar de las instituciones. Además tuvo una ríspida relación con algunos de sus críticos.

Pero fue desde el anuncio de los recortes presupuestales cuando el tenor que llegó a la dirección artística de la OBA en abril de 2013, empezó a declarar en diversos medios que le preocupaba la merma del presupuesto. Hace tres semanas, a propósito del estreno de Viva la mamma, declaró en una entrevista radiofónica que la OBA iba “bien” pero con “un poquito de problemas” como en todo el país y que en la parte cultural había “limitaciones”.

Ayer, a través de un comunicado, el INBA anunció que Vargas dejaba la OBA porque “las restricciones presupuestales dificultaron que los recursos fluyeran al ritmo que las condiciones de contratación internacional exigen”. La dependencia aseguró que a pesar del “gran esfuerzo del gobierno federal no se recuperó la agilidad necesaria, razón por la cual el maestro Vargas decide retirarse de la dirección artística de la ópera en el INBA”.

Informó que a partir del 1 de octubre, Ramón Vargas mantiene, de una manera honorífica, una presencia artístico-académica en el Estudio de Ópera, proyecto que él ha impulsado desde su inicio y que seguirá atendiendo sus compromisos internacionales como figura de la ópera mundial.

Y que el año culminará con una nueva producción de Tosca, de Puccini; lo que significa que en el segundo semestre de 2015 sólo se ofrecerán tres producciones. Esto, pese a que tras el recorte de 780 millones de pesos que padeció el subsector cultural, se asignaron 350 millones para “salvar” toda la programación artística.

Con el anuncio de la renuncia de Vargas, el INBA destacó que durante su gestión se contó con la presencia de cantantes mexicanos destacados radicados en el extranjero. Y resaltó los proyectos que propuso en su gestión, como son el Estudio de Ópera de Bellas Artes y Ópera en los Estados, programas “a los que se les continuará brindando el apoyo decidido”.

Un fracaso. La renuncia no toma por sorpresa a la comunidad operística, en donde se sabía desde hace unos días, incluso se dice que se ofreció al tenor una comida de despedida con algunas de las personas más allegadas a su gestión y que se tocó en su honor el tema de “Las golondrinas”.

Tampoco sorprende a los críticos, quienes lamentan que después de que la gestión se anunció como la “nueva era de la ópera”, los resultados de Vargas sean “deplorables”.

“Empecinado en que su programa fallido de becarios tenía que dar algún resultado, pasó de ser una compañía mediocre a un escaparate para jóvenes estudiantes que cantan con nivel estudiantil en producciones de nivel estudiantil, como El elixir de amor y Viva la mamma. El Estudio fue un fracaso, programó a un sinfín de jóvenes con los que él, en otras situaciones, se hubiera negado a compartir escenario. ¿Por qué no los programó en sus propias funciones o en las de su grupo de solistas internacionales más cercano? Los envió a las producciones más baratas, a las que surgieron para rellenar espacio, a las que se hicieron con las sobras. Seguro nadie pensó nunca decir esto, pero ojalá volvamos a la compañía profesional con resultados mediocres en vez de esta compañía escolar con resultados deplorables”, dice el crítico de música Iván Martínez.

Para el crítico de ópera José Noé Mercado, Vargas será recordado como un director artístico con propuestas “verdaderamente lamentables como El Trovador, La flauta mágica y La Traviata. Ya era insostenible su dirección. Si nos atenemos a lo que se prometió a su llegada, entonces estamos hablando de un rotundo fracaso”.

Y añade: “No hay un proyecto duradero. Cada nuevo director tiene sus propias ocurrencias. La de Vargas fue querer llevar ópera a los estados y hacer un registro de voces, eso fue una tomadura de pelo. Desde el inicio de su gestión se han venido señalando políticas que no lograron ni la eficiencia ni la calidad ni la excelencia que se había prometido. El mayor indicador de que las cosas no funcionaron es que tomó una compañía con problemas sindicales y presupuestales, y lo que deja es una sala de practicantes”.

EL UNIVERSAL solicitó una entrevista con Vargas, así como con la subdirectora de la OBA, Lourdes Ambriz, pero no se obtuvo respuesta.

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