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ana.pinon@eluniversal.com.mx
El Instituto de Música “Cardenal Miranda” es único en su tipo en México por su plan académico que incluye el estudio de canto gregoriano y latín. Una de sus especialidades es la música antigua y la música sacra, aunque su estructura académica la coloca a la altura de la Nacional de Música, la Superior de Música y el Conservatorio Nacional.
Cumple 75 años de historia y ha formado a músicos, compositores, directores de orquesta, cantantes, musicólogos y promotores de la música que enriquecen el quehacer de institutos de investigación musical, como el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical del Centro Nacional de las Artes, el INBA y la UNAM.
Así como los escenarios, ya que Ramón Vargas, Juan Trigos, José Guadalupe Reyes, Rodrigo Macías, Rodrigo Elorduy, Luis Fernando Luna Guarneros y María Luisa Taméz son algunos de sus ex alumnos.
“Hemos tenido egresados muy valiosos, personajes que se han vuelto parte de la vida musical del país. Y una de nuestras características más importantes es que enseña canto gregoriano, una materia prácticamente olvidada en la academia”, cuenta en entrevista Juan Manuel Lara Cárdenas, director del Instituto, de donde es egresado.
El maestro de la escuela Víctor Cisneros explica que este enfoque académico es escaso en el país y en el mundo. “En casi todas las escuelas del mundo se ha soslayado el canto gregoriano; en Guadalajara se enseña música sacra, pero no se enseña como parte del plan académico. En otras escuelas dan nociones de ese repertorio, sin profundidad. El tema es tan amplio que requiere de especialización porque es la base de toda la música de occidente que hoy conocemos”, cuenta.
Para Mónica Aguilera, también profesora, cuenta que en el Instituto también existe un enfoque histórico y los alumnos aprenden estilos poco abordados, como el oratorio y la canción de concierto mexicana. “Este tipo de repertorio requiere de habilidades que no se aprenden en otras partes. La técnica vocal de nuestros alumnos es muy rica. Nuestros alumnos son jóvenes que pasan de los 20 años, con un perfil muy diverso, hemos tenido alumnos de congregaciones religiosas, pero también muchachos que siempre quisieron ser músicos o chicos que en un punto abandonaron otras carreras y se acercaron a la música”.
Un inicio difícil. La doctora María de la Luz Enríquez, investigadora titular de tiempo completo en el área de música colonial del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, explica que el Instituto nació como Escuela de Superior de Música Sacra del Arzobispado de México por un decreto del arzobispo Luis María Martínez, como consecuencia de los resolutivos del Congreso Internacional de Música Sacra, efectuado en México en 1939.
Su objetivo inicial fue formar músicos de iglesia. “Nació abandonada, sin recursos. Durante 20 años subsistió en el cuarto piso de una vecindad de la Calle de Regina en el Centro Histórico de la Ciudad de México. A pesar de sus esfuerzos, los dos primeros directores no lograron sacarla de esta vergonzosa situación. En 1960, el entonces arzobispo primado de México, Miguel Darío Miranda, clérigo músico, encargó la escuela al Canónigo Dr. Hermilo Camacho, quien la llevó a una nueva sede y mejoró el nivel académico, afiliándola al Instituto Pontificio de Música Sagrada de Roma”.
De acuerdo con la doctora, desde 1969 la escuela, bajo la dirección del Padre Xavier González Tescucano, se convirtió en el Instituto “Cardenal Miranda” y fue otra opción para los aspirantes rechazados por razones de edad en otras escuelas de música.
“Ha ocupado distintas sedes con la esperanza de que alguna de ellas fuera la definitiva. En todas, el Padre González invirtió en la remodelación, adquisición de mobiliario, instrumentos, libros para la biblioteca y siempre careció del apoyo económico de la Arquidiócesis. Además, con su propia actividad pastoral y musical, el Padre Xavier le dio prestigio, siendo él mismo un músico sobresaliente, director del Coro Bach, director del coro de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, director del Coro de la Ópera de Bellas Artes. Fue el primero en la época moderna que se ocupó de organizar el archivo de música de la Catedral Metropolitana. Las signaturas históricas llevan su impronta”, dice la especialista.
Desde 1997, el Instituto ocupa un inmueble ubicado en la colonia Santa María la Ribera y se mantiene de las colegiaturas y de los talleres especiales que brinda a niños y adultos.
“El tercer director sacó la escuela de la vecindad de Regina y logró moverla a la colonia Roma, pero era muy pequeña, así que nos tuvimos que mudar a Tacubaya, pero los alumnos sigueron creciendo. Cuando el Padre Xavier llegó a la dirección, el cardenal les cedió un edificio en la calle de San Luis Potosí pero pese a las remodelaciones el lugar era muy malo, el cardenal murió y los antiguos dueños pidieron la casa. Hubo una nueva mudanza a la colonia Florida, a una casa del cardenal, pero los vecinos se quejaron y nos volvimos a salir. Terminamos en una parroquia en Mixcoac, pero por remodelaciones nos fuimos. En el 97, el cardenal nos cedió este espacio y desde entonces estamos aquí”, narra Lara, musicólogo, organista y director de coro.
“Es una escuela con gran personalidad, con una gran historia, es la única que conozco que enseña latín. Es una pena que desde su fundación sea errante”, dice la doctora Enríquez.
Los retos. El Padre González murió en febrero de 2009 y las autoridades eclesiásticas nombraron a un sucesor. “El cardenal Norberto Rivera mandó a un representante de la Arquidiócesis para dirigir el Instituto, no sabía que los maestros de la comunidad escolar me habían propuesto para que yo estuviera al frente. Nos acercamos al cardenal, le explicamos la situación y nos dijo que no deseaba que se terminara la escuela y que íbamos a seguir igual. Confío en su palabra, aunque no dudo que haya personas que quieran usar el instituto en su beneficio”, dice Lara.
Y agrega: “El cardenal me reclamó que aquí ya no se formaban músicos de iglesia, le informamos que sí, que hay organistas en la Catedral que se formaron aquí. Hay un perfil integral de los músicos, lo mismo hay directores de orquesta que grandes organistas”.
La preocupación, dice Enríquez, es que exista la intención de cambiar el perfil académico e incorporar” el Instituto a la Universidad “Lumen Gentium” de la Arquidiócesis de México.
“Lo peor que podría pasar es que les quiten el espacio. Tienen 42 alumnos, 18 maestros, es una gran escuela en un contexto musical paupérrimo. ¿Cuántas orquestas hay en la ciudad?, ¿cuántos habitantes somos? Esta es una iniciativa escolar y musical que debe seguir existiendo como la conocemos”, advierte Enríquez.
“Si el plan de estudios se modificara seríamos como cualquier otra escuela. Aquí ofrecemos una formación profunda, no sólo damos material de música, sino también de cultura general. Confío en la palabra del cardenal, nos aseguró que vamos a seguir trabajando. Me gustaría que este espacio ya nos sea cedido, que podamos estar incorporados a la SEP, que podamos mantener el perfil académico”, sostiene Lara.