Por la falta de perspectiva y distancia histórica, resulta difícil hacer un balance crítico sobre la literatura mexicana reciente , y también porque se han perdido espacios para la crítica, elemento que permite ir discerniendo la aparición de esas nuevas propuestas literarias, explicó el escritor mexicano Geney Beltrán .
El novelista, editor, ensayista, catedrático, crítico y estudioso de la literatura nacional es optimista respecto a lo que está sucediendo dentro de la literatura mexicana, piensa que hoy se vive un momento de interacambio generacional marcado por las facilidades y apoyos para los nuevos generaciones de escritores y un aparato de mecenazgo institucional único en Latinoamérica, mismo que ha tenido un efecto positivo en el fomento de la creación.
Por otro lado, hoy hay mayores posibilidades de difusión de la obra literaria, destacó al precisar que "existe una concentración editorial en las empresas transnacionales, lo cual es muy negativo, aunque hay otras plataformas públicas y privadas, inclusas las digitales, lo que crea un panorama sin precedentes para el surgimiento de nuevas voces literarias".
Nunca en toda la historia de la literatura mexicana se había dado la coincidencia de tantos apoyos para el fomento a la creación ni tantas plataformas de las nuevas propuestas; el elemento que falta es el disenso, el de la discrepancia, de la polémica, el combativo, la crítica literaria, factor importante y cuya ausencia ya resulta pernicioso para la relación lector-nueva literatura.
Geney Beltrán Félix, una de las plumas más respetadas de las letras actuales, mexicano nacido en 1976, expuso que en el actual intercambio generacional tiene qué ver, en primer lugar, la muerte de figuras literarias predominantes de la segunda mitad del siglo XX como Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco y Carlos Fuentes.
La permanencia de esas figuras señeras, dijo, había dificultado observar a las generaciones inmediatamente posteriores, y “hoy en día tenemos el caso de un gran poeta, Eduardo Lizalde (1929), ganador del Premio Carlos Fuentes por su trayectoria y posteriores a él están los vates Francisco Hernández (1946) y Coral Bracho (1951)”.
De las generaciones de mexicanos nacidos entre los años 40 y 60 del siglo XX, Beltrán Félix destacó a narradores como Alvaro Uribe (1953), Juan Villoro (1956), Enrique Serna (1959), Verónica Murguía (1960) y Antonio Eduardo Parra (1965), considerado éste por el entrevistado como “uno de los más grandes cuentistas de Latinoamérica actualmente”.
Posteriormente existe otra generación, la "de los escritores mexicanos nacidos entre 1968 y 1985, fechas simbólicas: El movimiento estudiantil y los sismos que azotaron a esta capital. De ese es otro momento, algunas voces ya se han manifestado con obras valiosas y otras aún están en su etapa inicial, con un primero o segundo libro”.
Desde su perspectiva de crítico, en esa generación sobresalen Yuri Herrera (1970) autor de la novela “Trabajos del reino” (2003), y Mario González Suárez, que si bien nació en 1964 Geney Beltrán lo ve temperamentalmente más cercano a la siguiente generación, por ser un cuentista de prosa vehemente y de gran altura, presó al augurarle gran futuro.
Dentro de esa última generación se inscriben también Antonio Ortuño, Emiliano Monge, quienes tienen una obra ya con gran presencia, y Vicente Alfonso, cuentista y novelista, mencionó al acotar que México tiene una comunidad literaria de diversas edades que no podemos poner temática o estilísticamente en el mismo cajón.
Y dejó en claro que para él “esa es tarea para los historiadores literarios del futuro, no para nosotros que hoy, no podemos discernir”.
Lo más adecuado, acotó, sería que hubiera más plataformas para el ejercicio de la crítica literaria, de tal manera que permanentemente se le tomara el pulso a las novedades de la literatura nacional. “Eso es algo que hoy en día está perjudicando la proyección y la valoración de la nueva literatura, y por lo mismo es difícil seguir el paso a todo lo que se publica”.
sc