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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Lo que no había hecho en años, Mario Vargas Llosa lo hizo ayer: compartió episodios con Gabriel García Márquez, habló de la amistad nacida en 1967 “cuando se vieron las caras”, un aprecio que se había gestado al leerse, compartir autores y revoluciones, y por una correspondencia intensa que casi genera un proyecto común, una novela a cuatro manos “que se eclipsó”. Vargas Llosa confrontó esa amistad que terminó con el puñetazo que le propinó a Gabo en México, en 1976. Sin embargo, de esa historia no habló.
En una charla realizada en España, en San Lorenzo de El Escorial, en el curso de verano de la Universidad Complutense que conmemoró los 50 años de Cien años de soledad, Vargas Llosa confrontó el fantasma de García Márquez, habló sobre sus discrepancias políticas, pero también de las coincidencias, sobre la correspondencia intercambiada en los años 60, y del deslumbramiento cuando leyó Cien años de soledad, sobre las lecturas compartidas y los escritores admirados, sobre los encuentros y los desencuentros.
“Tuvimos una correspondencia bastante intensa en la que creo que nos fuimos haciendo amigos antes de vernos las caras, fue una correspondencia en la que hablábamos de proyectos literarios, comentábamos las cosas que habíamos escrito y que habíamos leído uno del otro, y en un momento dado surgió un proyecto, el proyecto era escribir una novela a cuatro manos sobre una guerra que hubo entre Perú y Colombia, en la región del Amazonas”, relató Vargas Llosa.
Dijo que cuando se vieron las caras en el aeropuerto de Caracas, en el año 67 “en realidad ya nos conocíamos y ya nos habíamos leído. La verdad es que cuando nos vimos el contacto fue inmediato, la simpatía recíproca, al salir de Caracas, juntos, para ir a Bogotá ya eramos amigos y casi casi íntimos amigos”.
En la charla impulsada por Carlos Granés, en la que estuvo presente Gerald Martin, el biógrafo de Gabriel García Márquez que ahora trabaja en la biografía de Mario Vargas Llosa, el narrador peruano dijo que en Lima le hizo una entrevista pública al colombiano, “uno de los pocos diálogos públicos que García Márquez hizo, él era bastante huraño, detestaba esas entrevistas públicas, porque había en él, en el fondo, una enorme timidez”.
Vargas Llosa habló de las discrepancias políticas, por ejemplo respecto a Cuba y a la Revolución Cubana, pero también destacó las grandes coincidencias, una de ellas es que “los dos éramos grandes admiradores de Faulkner”, pero también compartían la certeza de ser escritores latinoamericanos en un momento de esplendor de la literatura latinoamericana.
El Nobel dijo haber recibido con pena la noticia de la muerte de García Márquez. “Es una época que se termina, como la muerte de Cortázar, como la muerte de Carlos Fuentes, eran magníficos escritores pero fueron además grandes amigos”, señaló y dijo elemento que fomentó su amistad fue saberse escritores en una América Latina que hacía una literatura que sorprender a los lectores franceses, ingleses, italianos.
“Fue un momento enaltecedor al igual como la amistad que se trabó entre todos nosotros en esos años. Descubrir que de pronto soy el último sobreviviente de esa generación y el último que puede hablar en primera persona de esa experiencia, es algo triste, pero como decía un vals peruano: ‘la vida es así y así es la vida’”, afirmó Vargas Llosa.
Granés celebró a Vargas Llosa hablando de Gabriel García Márquez. “Es casi como si estuviera Camus hablando de Sartre, como si estuviera Tolstoi hablando de Dostoievski, como si estuviera Faulkner hablando de Virginia Woolf o James Joyce. Es realmente un titán de la literatura hablando de otro titán, que fueron grandes amigos y que quizás la política los separó”.
Y ese quizás se mantendrá pues cuando la charla apuntaba hacia el rompimiento de la amistad, Vargas Llosa dijo: “estamos entrando a terrenos peligrosos creo que es momento de poner fin a esta conversación”. Pero sí habló del hoy, dijo que para América Latina “la solución no son los cuarteles ni las grandes utopías socialistas, esto no lo hubiera aceptado García Márquez, el camino que queda es el de la democracia, que es el camino menos violento y con más posibilidades de reducir la pobreza pero hay que atacar la corrupción”.