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(1917-2005), figura central de la literatura paraguaya, utilizó la historia para ver un presente entonces marcado por el autoritarismo y las dictaduras militares, expresó hoy en una entrevista con Efe en Asunción el escritor, novelista y exvicepresidente de Nicaragua Sergio Ramírez .
Ramírez (1942), autor de obras como Margarita, está linda la mar , una novela sobre la dinastía de los Somoza en Nicaragua que le valió el Premio Alfagura de Novela en 1998 , participa de la Feria Internacional del Libro de Asunción , que en esta edición rinde homenaje a Roa Bastos, premio Cervantes en 1989, por el centenario de su nacimiento.
El narrador nicaragüense, que escribió el prólogo de la novela de Roa Bastos Hijo de hombre , resaltó que el protagonista de las obras literarias del escritor paraguayo es el poder absoluto, a través de un "juego de espejos" en el que "utiliza la historia para poder ver el presente".
Un ejemplo de poder absoluto es el personaje del dictador Gaspar Rodríguez de Francia, protagonista de la novela de Roa Bastos Yo el Supremo , que gobernó Paraguay entre 1816 y 1840.
Según Ramírez, Rodríguez de Francia "comienza a gobernar envuelto en la capa de libertador, pero el poder se convierte en su obsesión personal, se cree el salvador supremo".
Ramírez opinó que los rasgos con los que Roa Bastos caracteriza a Rodríguez de Francia pueden aplicarse a otros dictadores de la región, como al paraguayo Alfredo Stroessner (1954-1989), al clan Somoza en Nicaragua (de 1937 a 1979), a Fulgencio Batista en Cuba (entre 1952 y 1959) o a Rafael Trujillo en República Dominicana (1930-1952).
Agregó que el apego al poder de los dictadores latinoamericanos "viene desde los tiempos de la independencia de la Corona española", cuando los libertadores "comenzaron ya con ese defecto que está en el ADN de los latinoamericanos , que es creerse imprescindibles", creencia que se mantiene "desde los próceres hasta el socialismo del siglo XXI".
"Hay pocas excepciones, como el expresidente (José) Mujica (en Uruguay, de 2010 a 2015), que terminó su mandato y se fue a vivir a la misma casa. Otros presidentes fuerzan una reforma de la Constitución para ser reelectos, como lo vemos continuamente en Latinoamérica. No estamos curados del mal de la ambición de poder", observó.
Ramírez cree que esta ambición de los mandatarios se debe a que los latinoamericanos "no creen en las instituciones", que deberían "llenar los vacíos de poder y asegurar que se cumplan las reglas establecidas", pero que en la práctica no funcionan así.
"Si alguien se fuera de la presidencia no pasaría nada, porque estarían las instituciones, siempre que los jueces no estuvieran influenciados, los organismos de control del gasto público evitaran la corrupción y aseguraran la transparencia, y los organismos legislativos hicieran la ley, independientemente de quien gobernase. Pero hoy eso es aún una utopía", sostuvo.
Añadió que en esa mentalidad autoritaria tiene que ver la figura del patriarcado, que dijo sigue dominando en Latinoamérica.
"Se aprende desde la familia, engendra el poder político de los países, y es el que asesina continuamente a las mujeres", dijo Ramírez.
No obstante, Ramírez reconoció que en la región se han producido "avances", al abandonar "las dictaduras militares que amenazaban con hacerse crónicas", y pasar a tener "procesos electorales, aunque sean frágiles e imperfectos".
Pero matizó que "hay cuentas pendientes" de pagar con respecto a esas dictaduras, entre las que citó a los desaparecidos, las víctimas de las guerras o las tumbas sin nombre.
"Escarbar en la memoria es un deber al cual muchos se van a oponer. Rendir cuentas es un riesgo. Pero el pasado es muy reciente como para poner una losa y olvidarse. Hay quien piensa que recordar el pasado es atrasar el futuro (...). Pero eso es una mentira. Mientras no sepamos sobre qué tumbas estamos parados, no podremos tener un futuro", enfatizó.
nrv