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Mujer pionera en "muchas cosas", amante de lo cotidiano y humanista convencida, la escritora brasileña Nélida Piñon, a sus 80 años recién cumplidos, asegura que la literatura es su vida y que su región, Latinoamérica, fue dotada con la capacidad de narrar una historia que no termina nunca.
De visita en Buenos Aires para participar en la 43ª edición de la Feria Internacional del Libro, Piñon sostuvo en entrevista que la narrativa es uno de los pilares fundacionales de la región.
"Hemos sido dotados de esa capacidad de narrar. Pero no solamente hablo de los últimos 100 años, 150, hablo desde siempre, porque los códices de las civilizaciones autóctonas son maravillosos", apunta la autora de "La república de los sueños".
Nacida en Río de Janeiro en 1937, Piñon está a caballo entre la promoción de su último libro publicado en castellano, La camisa del marido (Alfaguara, 2015), y su más reciente obra, "Filhos da América", presentada en Brasil a finales de 2016.
Salta así del formato del relato corto al del ensayo.
"La literatura es mi vida, la literatura es un alma que convive con la vida. Yo no veo la literatura aquí y la vida aquí, se funden para mí", comentó.
"He cambiado y cambiaré siempre mientras tenga vida. De alguna manera la escritura refleja lo que yo soy a lo largo de las décadas", reflexionó.
Con La camisa del marido le "entusiasmó" poder "volver al cuento", un formato que ya había tocado pese a que su verdadero amor es la "narrativa larga".
Explora escenas de lo cotidiano con la familia como eje transversal, a través de personajes que abarcan a toda la humanidad porque "el otro", afirma, es su "territorio", el punto de partida para desarrollar la "comprensión del mundo".
En Filhos da América, que se publicará en español en octubre, esta escritora de padres españoles rastrea los pilares de su cultura, el mundo iberoamericano.
"Tuve la felicidad de ser llevada cuando tenía 10 años al mundo ibérico (a la norteña región española de Galicia). Me quedé casi dos años. Con esto pude entender que el mundo había empezado mucho antes de mí, que es muy importante, porque hay una tendencia de cada cual de privatizar el mundo, de creer que empezó con él", señaló.
Aquella etapa la recuerda como una "maravilla" que le permitió desarrollar su "espíritu de aventura".
"Había que aventurarse en la naturaleza, en las historias, en las narrativas que yo escuchaba... Y me di cuenta, muy interesante, que una historia, una vez que es iniciada, no termina jamás. Se termina el habla del orador que la está contando. Quien la escuchó prosigue cuando se aleja", razonó.
"La vocación humana es prolongar, ha sido siempre esto. Uno pasa para el otro la antorcha del conocimiento", consideró.
Traducida a más de 20 idiomas y reconocida con galardones como el Principe de Asturias (2005), Piñon cree que la modestia siempre fue una de sus mejores armas.
Una fundamental, de hecho, para colarse en un mundo de hombres hasta llegar a ser, por ejemplo, la primera en presidir la Academia Brasileña de las Letras.
"¡A mí me parece un milagro que eso me haya pasado! No tenía intención, ni pensaba que era posible. Pero es que yo vivía, existía y las cosas se me presentaban", rememoró.
"Me empezaron a invitar muy joven para hablar y me daban siempre el último lugar. Pobrecita, la brasileña periférica. Yo aceptaba, muy modesta, y me pagaban poquísimo y para quedarme solo dos días. Tenía una fuerza de voluntad... Nunca he tenido miedo, eso me parece que ha sido una característica, pero sabía que había que estar divertida", continuó.
Lo de pasar de sentarse en la última mesa a compartirla con la "primera plana" fue, según ella, un trabajo "gradual", basado en su obra.
"Para hacer feminismo o lo que fuera, el equivalente, había que tener mucha dignidad, respeto por el cuerpo, respeto por mi cabeza, respeto por mi corazón", resaltó.
Por eso, a las que llegan detrás de ella les recomienda que los obstáculos los venzan a través del trabajo.
"No creo que haya que ponerse de guerrera, lo que hay es que ponerse de escritora. Si va a hacer panfletaje, va ponerse partidaria, no tendrá tiempo de estudiar, de leer, de pensar, de aprender a escribir", recalcó.
"No significa renunciar a su espíritu de protesta, de defensa, pero tampoco tiene que crear enemigos para vencer", concluyó.
sc