En las casi cuatro décadas que Rosa Montero ha dedicado a escribir novelas hay un tema recurrente: la muerte y el paso del tiempo.

La autora dice que no se concibe haciéndolo de otra manera, pues escribir sobre esas obsesiones le sirve para poner algo de luz a esas sombras.

"No se puede cerrar el tema de la muerte. ¿Cómo es posible no escribir de la muerte? La muerte es la tragedia mayor del ser humano", expresó Montero en una entrevista el miércoles. "La detesto sobre todo. Es aborrecible, me parece inhumana, no nos cabe en la cabeza a los seres humanos".

Montero, que llegó a Miami para presentar su novela La carne, dice que puede vivir de manera más intensa a través de la literatura

"Tú no escribes para enseñar nada, escribes para aprender, escribes un poco para entender tus obsesiones", dijo la columnista madrileña del diario El País, que publicó su primera novela, Crónica del desamor, a los 28 años.

Montero comenzó a escribir de niña y aún conserva en su casa aquellos primeros cuentos que esbozó a los cinco años, sobre ratoncitos que hablaban. De hecho la única manera en la que se recuerda es como escritora.

"Soy como una escritora orgánica porque para mí (escribir) es como beber, como respirar. Es algo esencial para soportar la vida... No sé cómo me las arreglaría para vivir sin escribir". Antes crear su tercera novela pasó un tiempo bloqueada, dijo, "y fueron unos años miserables".

En La carne, su quinceava novela, Montero de ahora 66 años aborda el tema del paso del tiempo, el temor a la muerte y el fracaso, la necesidad de amar y ser amado.

La protagonista, Soledad Alegre, es una exitosa comisaria de exposiciones de arte de Madrid que despechada contrata a un acompañante ruso mucho más joven que ella para exhibirse en el estreno de una ópera a la que también acudirá un antiguo amor al que quiere causarle celos.

Aunque la cita con el gigoló era por una vez, los encuentros se repiten y entre ellos se genera una relación de intriga emocional. Desde el humor y la rabia de alguien que se rebela contra el paso de los años, Montero hace reflexionar al lector mezclando elementos de ficción con otros de realidad, como cuando ella misma se incluye como una periodista mayor, que se viste con ropa juvenil y lleva tatuajes en los brazos, quien no le cae nada bien a Soledad.

"Me divirtió muchísimo hacerlo. Ella me ve y me detesta, entonces me hace mucha gracia", dijo sobre la reacción de su personaje con ella. "Y tiene razón en las críticas que hace, todo lo que dice es verdad".

Montero tenía años deseando contar una historia que le resultara cercana, que estuviera situada en la Madrid contemporánea, con personajes de su edad en un medio creativo y artístico. Quería también reflexionar sobre cómo podría sentirse una persona que hubiera tenido muchos amantes, sin una pareja estable, que al llegar a los 60 años pensara que tal vez podría morir sin haber vivido el verdadero amor.

Un amigo le contó que una conocida había contratado a un acompañante para ir a una cena de gala a la que también acudía su ex marido, que ya se había vuelto a casar.

"Se juntó todo y pin, salió la novela", expresó refiriéndose a cómo surgió la idea de La carne.

Para la escritora, que asegura que aún tiene "un montón" de historias por contar, la ficción y realidad tienen una frontera "muy turbia, muy poco clara", con la que le gusta jugar.

Es así que en La carne hay otros personajes reales que luego se convierten en ficticios como la directora de la Biblioteca Nacional, Ana Santos Aramburu, quien es la verdadera directora de esa institución y es amiga de Montero.

La mujer no sabía que era un personaje del libro, hasta que la autora le envió el primer borrador y le pidió que lo revisara para ver si le parecía bien.

"No solo le pareció bien sino que ha regalado como 50 libros", expresó Montero.

sc

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