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Etgar Keret regresó al origen, a sus primeros pasos, a las emociones desde las que escribió las cerca de 50 historias cortas contenidas en Tuberías (Sexto Piso/Literatura UNAM), un libro de relatos que el escritor, guionista de televisión y director de cine israelí publicó cuando tenía 24 años y que ahora vuelve a ver y a revivir a sus 49 años.

El escritor nacido en Tel Aviv, en 1967, que es considerado el máximo exponente de la narrativa moderna en hebreo, comparte la literatura con la dirección de cine, pero además ha incursionado con gran éxito en el guionismo para cine y televisión, sin que se olvide de probarse en otras formas de arte, como el cómic y la novela gráfica.

De visita en México para presentar Tuberías en la Cineteca Nacional y algunos de sus cortometrajes, Keret cuenta que trabaja en varios proyectos, entre ellos una serie con su esposa, Lev Keret, para la televisión francesa. Él conversó con EL UNIVERSAL sobre literatura, escritura y cine, pero también de la ultraderecha que toma el mundo y del egocentrismo de líderes como Donald Trump y Benjamín Netanyahu.

¿Tuberías es el regreso a tus orígenes y al dolor?

La mayoría de los editores extranjeros comenzaron a seguir mi trabajo y ha traducirlo a los diversos idiomas a partir de mi segundo libro, Extrañando a Kissinger, y soslayaron este primer trabajo; el hecho de que aparezca ahora en México, en Sexto Piso, es muy emotivo y especial porque me permite ir hacia el origen de algo que fue totalmente inesperado en mi vida. Yo no fui alguien que creció pensando en que iba a ser un escritor, si no hubiera tenido estas circunstancias específicas que viví en el momento en que este libro fue escrito hace 30 años, probablemente hubiera sido otra cosa. La sensación que ofrece al público es la versión original de la historia de un súper héroe de un cómic, cómo era la vida de Spiderman antes de ser Spiderman.

¿Qué te deja ver este primer libro?

Lo que puedo reconocer cuando leo estas historias es el estado emocional tan complejo y particular en el que me encontraba inmerso cuando las escribí. Me doy cuenta que me sentía como si estuviera en una especie de habitación en la que no había puertas, en la que no tenía ninguna posibilidad de conectarme conmigo mismo. La escritura fue como si estuvieras encerrado y quisieras cavar un túnel con una cuchara.

Las escribí a partir de la desesperación, pero en aquel momento no me daba cuenta de eso, incluso te podría decir que disfruté la experiencia y que, sobre todas las cosas, sentí una necesidad ineludible de escribirlas pero no podía mirar esa emoción.

¿Qué tanto son también las emociones de tu generación?

Cuando yo escribí el libro no tenía conciencia de eso, yo sólo estaba inmerso en mis propias emociones y estaba tratando simplemente de expresar lo que sentía. Vivo en un país en el que a la edad de los 18 años te ves arrancado, desenrraizado de la niñez y la adolescencia y te arrojan al ejército, donde las reglas son distintas, en donde la atmósfera es diferente.

Una de las cosas que recuerdo de manera más contundente es la sensación de estar dormido a la mitad de la noche y un militar me despertaba con una patada o un disparo al aire. Hay algo de esta sensación de ser arrancado de esta esfera tan íntima y personal que supone el sueño y la imaginación para ser arrojado a un entorno de violencia y amenaza que recuerdo de manera muy evocativa. Sucedió hace 30 años, pero llegó a inscribirse dentro de mí como una especie de trauma.

¿A pesar de ser víctima o testigo de una agresión, la vida sigue?

Para mí la escritura y las artes siempre han sido un espacio para la comprensión, nunca me he sentido muy conectado con los artistas que, por más talentosos que sean, tienen una aproximación misantrópica ante la existencia. Para mí, el arte siempre ha sido una forma de sentirme reconfortado, yo no necesitó al arte para recordarme que existen las víctimas en el mundo, paso buena parte de mi vida rodeado de ellos y ellos siempre encuentran la forma de recordarme que existen. El arte para mí es una vía para entender que hay algo en el espíritu humano maravilloso que encuentra la forma de iluminarse o crear luz, incluso dentro de las circunstancias más duras o los contextos más oscuros.

¿Estar al límite genera una escritura más emocional?

Cuando paso por un momento especialmente duro en mi vida veo que mis necesidades de escribir se exacerban, no es una casualidad que haya empezado a escribir precisamente durante el momento más crítico y difícil de toda mi vida. Lo que encuentro al escribir o lo que encuentro en mis historias es consuelo en la medida en la que puedo hallar esperanza en ellas. Cuando comencé a escribir me di cuenta que si bien no podía encontrar esperanza alrededor mío, también podía que ser capaz de encontrarla dentro de mí.

¿Te ayuda a comprender al otro?

Siempre he pensado que el músculo más débil dentro del ser humano es el músculo de la empatía, me parece que una de las mejores formas de entrenarlo es leyendo y escribiendo. Me parece que cuando estamos leyendo o escribiendo hacemos un intento heroico de convertirnos en alguien más, queremos entrar en una perspectiva distinta a la nuestra. Siempre les digo a mis estudiantes que cuando escriben una historia no pueden decir que un personaje es malo, antes que cualquier tipo de juicio semejante, tienen que comprenderlo.

Otra cosa que les digo a mis estudiantes es que cualquier persona en el mundo tiene al menos una persona que lo quiere, y casi siempre es su madre. Cuando tú escribes eres como la madre del personaje, no importa que sea un imbécil, tú debes de quererlo y comprenderlo.

¿Despojarse de prejuicios?

Soy una persona muy obsesiva y a menudo me sucede que cuando encuentro alguna persona a mi alrededor que no me simpatiza, lo que hago es sentarme a escribir una historia acerca de él en primera persona. Las historias no siempre son buenas ni tampoco sucede siempre que después de hacer este ejercicio la persona me simpatice, pero lo que seguro me sucede es que elimino la capacidad de soslayar a esta persona por completo... Al leer y al escribir nos aproximamos a este espacio y las personas dejan de ser un efecto en nuestra vida, se convierten en vehículos para explorar emociones humanas, sueños, anhelos, miedos, etcétera.

¿Tus historias son locales pero universales?

Cuando yo empecé a escribir tenía un afán muy grande de expresarme, cuando comencé a escribir imprimía tres copias de mis historias, le daba una a mi hermano y las otras a mis dos mejores amigos, ese era el tiraje completo de mis historias. El descubrimiento de que alguien fuera de mi casa o de mi barrio o de mi país pudiera conectarse con mis historias fue un descubrimiento sorprendente, pero también muy hermoso para mí. Y al intentar comprender el por qué de esta situación sorpresiva, me di cuenta que hay una condición un tanto paradójica: entre más puntual y particular es la descripción de las situaciones, más universales pueden ser éstas. Me parece que cuando un escritor habla de una emoción muy puntual o de algo que sucede en la mente de un personaje, eso es algo que puede ser más fácilmente trasladable a otros contextos.

¿Qué emociones te genera el mundo, los líderes de hoy?

Hay algo complejo en la forma en que miro al mundo, por una parte parece que avanzamos, hay menos gente que muere de hambre, la tecnología y la medicina nos permite lidiar con problemas con los que antes no podíamos lidiar; pero por otro parte está esta especie de degradación del sur humano, como si hubiera tirado la toalla en su intento de crear un mundo mejor.

Me parece que líderes como Trump o Netanyahu promueven una forma de aproximarse al mundo increíblemente egocéntrica, en la que promueven la idea del yo antes del nosotros. Lo que hemos perdido como sociedad no solamente es la capacidad de creer que podemos tener un mundo mejor, sino que hemos perdido la capacidad de creer en nosotros mismos. Vemos muy naif o muy ingenuo creer que podemos encontrar la manera de cambiar la realidad para tener mejores condiciones de vida para todos.

¿Ahora triunfa la ultraderecha en el mundo?

Hay una brecha cada vez más grande entre nuestras capacidades intelectuales y tecnológicas y las emotivas y espirituales. Mientras que intelectual y tecnológicamente parece que nuestro desarrollo no se detiene, en las emotivas y espirituales vamos perdiendo la capacidad de creer en nosotros.

Tu búsqueda es incansable: literatura, cine, televisión, cómic

Soy esencialmente alguien que cuenta historias, no tengo la necesidad de decir algo específico, tengo la necesidad de contar una historia. Creo que cuando me aproximo a distintos medios o lenguajes para tratar de contar una historia descubro nuevas formas de contar esa historia, y cuando regreso a escribir se vienen conmigo y de cierta manera puedo utilizarlos luego en la escritura. Intervienen mi escritura. Cuando escribes siempre hay una sensación de fracaso, cuando descubres algo y lo quieres transformar, nunca puedes transformarlo por completo, sólo logras trasbasar una pequeña fracción de lo que encontraste.

Cuando yo escribo, una de mis preocupaciones centrales es cuál es la mejor manera de contar una historia, es como si tu tomaras una emoción y la pusieras en una cubeta, en lo que yo pienso es cuál es la mejor manera de transportar esa emoción para que no se desborde ni se desparrame de la cubeta.

En ese sentido, como escritor siempre estoy preocupado por mejorar las herramientas que tengo para que exista la menor cantidad de desperdicio. Creo entonces que la mejor escuela para alguien que quiere desarrollarse como un contador de historias es aventurarse a nuevos lenguajes, porque estos siempre te imponen nuevos cuestionamientos y situaciones, las situaciones que encuentras para atajar estos nuevos cuestionamientos después las utilizas en tu escritura.

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