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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
“En un momento en que decenas de miles de madres luchan por encontrar una tumba, como último consuelo, para sus hijos desaparecidos, que por capricho estético se abra la tumba del principal arquitecto mexicano me parece un gesto inmoral”, asegura a EL UNIVERSAL Juan Villoro, quien agrega que “una paradoja de la pieza de Jill Magid, que es muy banal y muy frívola, mejora gracias a lo que nosotros discutimos de ella”.
El seguimiento periodístico que le ha dado Villoro y que dice “ha sido de chiripa” gracias a que lo alertaron Graciela Iturbide, Francisco Toledo y Osvaldo Ruiz y a que los periodistas de Guadalajara rastrearon todos los oficios que habían intercambiado el Ayuntamiento, el Congreso y la Secretaría de Cultura de Jalisco, continuará.
Esta semana, Villoro se reunirá con abogados mexicanos especializados para ver cuáles son las lagunas legales que hay y que se deben empezar a discutir. “La discusión da para mucho, tiene muchos ángulos. Esta semana voy a hablar con abogados que están muy interesados en todas las lagunas legales, porque cómo fue posible que se hiciera esto. Es posible incluso que la legislación cambie gracias a lo que hizo Jill Magid y a las complicidades con las que contó, esperemos que cambie para bien, porque no siempre la legislación cambia en un sentido positivo en México”, dice Villoro.
El escritor recordó su artículo “La UNAM como joyería”, escrito hace unos días en El País, en el que dice que la Ley de Patrimonio Cultural de México se promulgó después de que un arqueólogo francés, Desiré Charnay, hiciera exploraciones en México y se quedara con muchas piezas, algo que entonces era legal. En entrevista señala: “Él tenía el permiso de Justo Sierra para hacer exploraciones, y parecía normal que alguien explorara la cultura maya y se quedara con piezas, y en el Congreso dijeron ‘perdón, pero esto es patrimonio cultural y debemos discutirlo’ y de esas discusión surgió la Ley de Patrimonio Cultural, entonces esta actividad, que yo no sabría calificar en términos legales como lícita o ilícita, por eso digo que roza la profanación, puede llevar a una reflexión jurídica importante y a una mayor protección del legado, porque ¿qué es de un país si no respetan a sus muertos?”.
Ayer, el curador del MUAC, Cuauhtémoc Medina, en su artículo “La Malinche en Tiffany's” llama a Villoro “incitador”. Juan dice: “Me parece estupendo que se concrete la exposición y que sea, creo que lo peor que podría pasar es que las críticas llevaran a algún tipo de censura, pero son los curadores del MUAC los que deben decidir qué es lo que se exhibe ahí y nosotros, el público, decidir si esto nos gusta o no nos gusta, si nos parece ridículo o no. El proyecto de Jill Magid creo que ha sido conflictivo desde el principio”.