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“Estamos lejos de ser el país próspero, equitativo y democrático que se propuso construir mi generación. Hemos corrompido nuestra democracia, hemos destruido nuestra seguridad, hemos achatado, precarizado nuestra economía y nuestros salarios, hemos profundizado nuestra desigualdad”, señaló categórico Héctor Aguilar Camín al recibir la Medalla Bellas Artes, la máxima presea que otorga el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
Esta noche, en la sala Manuel Ponce del Palacio de Bellas Artes, el ensayista e historiador habló de la literatura y de México, sus dos grandes pasiones y obsesiones, a las que ha dedicado la vida. En cuanto a México habló por su generación, que soñó con cambiar a México, pero no ha podido.
“Hemos soñado de más y conseguido de menos. México será algún día un gran país, un país moderno y hospitalario para la mayoría absoluta de sus hijos, pero no lo será por aciertos que se hayan cometido en el curso de mi generación, no al menos por una historia de aciertos sostenidos. Hemos intentado todas las fórmulas probadas en otros países para dejar atrás el subdesarrollo, como se decía en mis tiempos, y las hemos vuelto insustanciales, insuficientes, ineficientes, cuando no parodias perniciosas llenas de resultados contrarios a los buscados”, afirmó.
Durante su discurso tras la recepción de la Medalla, donde estuvo acompañado de su amigo Rafael Pérez Gay y su hermano Luis Miguel Aguilar, el autor de “La guerra de Galio” y “Morir en el Golfo”, aseguró que la historia de las equivocaciones colectivas de estos años es notoriamente más populosa que la de los aciertos.
“La responsabilidad mayor es desde luego de los gobiernos, pero también de su oposición, de sus oposiciones, de sus malos hábitos y las pobres convicciones de la sociedad, de la baja calidad de sus medios, de sus empresas, de sus iglesias, de sus intelectuales, de su clase dirigente”, señaló el director de la revista “Nexos”.
Dijo además que el país que su generación heredará es inferior al que pudo construir equivocándose menos. También que no han sido los primeros ni quizás los peores en esto de equivocarse mucho, pero eso no es un gran consuelo.
Rememoró el año de 1849, cuando Lucas Alamán llegó a pensar que México podía desaparecer y que su gran historia serviría para mostrar a los descendientes de aquella desgracia cómo podían volverse nada por la acción de los hombres, los más hermosos dones y las más altas promesas de la naturaleza. Luego rememoró el año de 1947, cuando su maestro Daniel Cosío Villegas dijo que todos los hombres de la Revolución Mexicana, sin excepción alguna, habían estado por debajo de las exigencias de ella.
“Yo podría parafrasear a Cosío Villegas y decir que 70 años después de su sentencia, que todos en mi generación, sin excepción alguna, hemos estado por debajo de las oportunidades que la historia nos brindó, y más por debajo aún de lo que nos propusimos y logramos. Hemos sido inferiores a lo que soñamos”, afirmó en la ceremonia donde también lo acompañaron sus hijos y su esposa, la escritora Ángeles Mastretta, y sus amigos como Héctor de Mauleón y Joaquín López Dóriga.