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Un joven comparte su pequeño apartamento con los fantasmas de seis escritores que encontraron la libertad en México en el libro 42 m2, de Fabrizio Mejía Madrid.
La obra, publicada en noviembre por Literatura Random House, se puede leer de corrido o en un orden aleatorio, como si se tratara de cambiar de una habitación a otra en ese apartamento. Incluye un plano de su distribución y, aunque es de escasos metros cuadrados, a cada escritor le corresponde un espacio diferente: André Bretón está en la cocina, B. Traven en la sala, William Burroughs en el comedor, Malcom Lowry en el baño, Jane Bowles en la recámara y Alexander von Humboldt en la ventana.
"Había un México imaginario, es un país sin límites donde los escritores extranjeros vinieron a desarrollar su gusto por el alcohol, como en el caso de Lowry y por las drogas como Burroughs, descubrir su sexualidad como Jane Bowles, o a un vago compromiso político con una utopía, que era la utopía cardenista de asilo de León Trostsky, en el caso de Bretón; o descubrir al nuevo proletariado, que decía Traven que eran los indígenas", dijo el autor en una entrevista reciente con The Associated Press.
Los capítulos dedicados a los autores tienen estilo de crónica, fijando fechas exactas para ciertos acontecimientos de sus vidas, y están narrados en tercera persona. Los narrados por el joven dan saltos entre su pasado y el presente.
Las intensas vidas de los escritores contrastan con el ambiente claustrofóbico en el que vive este joven anónimo con sus padres y su hermana, como millones de personas en la Ciudad de México, de donde es originario el autor nacido en 1968.
"Existen pequeñas prisiones para nuestra libertad y de ellas, quizá la más obvia y contundente son las casas, son los departamentos y los cuartos de los departamentos, donde ejercemos nuestra libertad pero estamos constreñidos de los demás", apuntó Mejía Madrid. "La vida dentro de 42 metros cuadrados es una vida que en la medida que se enriquece se va volviendo invivible porque se van acumulando las cosas... Hasta que ya no cabes".
En cuanto a los autores que eligió, destacó que el punto común entre todos fue la gran cantidad de cartas y diarios en las que escribieron sus apreciaciones de México, y que le sirvieron para recrear aquellos años.
"Al mismo tiempo que México es muy literario en ese sentido, es como una imaginación de los escritores, también los lugares en los que se quedaron se volvieron imaginarios", dijo Mejía Madrid. "Se vuelven míticos los lugares porque están descritos de una manera evocativa, pero también de una manera más literaria que real".
Todos fueron recibidos con aceptación en México e incluso permisividad como en el caso de Burroughs, que logró salir de la cárcel tras matar a su esposa, o de Lowry, que tuvo una vida displicente en Cuernavaca y solía amanecer en las cárceles de Oaxaca por sus problemas con el alcohol.
"Ese país que se vivía en los (años) 30 y después, casi llegando a mediados de los 50, sí era un país sin límites", dijo Mejía Madrid. "Se cumple eso que dice B. Traven en el barco que lo trae a México: 'Me voy a México porque ahí nadie te pregunta cómo te llamas, qué haces y qué quieres hacer".
Ante el recrudecimiento de las leyes migratorias en la frontera con Estados Unidos y las exigencias para que México controle el flujo de inmigrantes centroamericanos, existe el temor de que ese país sin límites se vuelva solo un espejismo.
"Espero que no se haya perdido para siempre la idea de México como un lugar de autodeterminación", dijo el autor sobre este panorama.
jpe