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Javier Díaz González, experto en historia del Derecho Español y profesor de la Universidad de Alcalá, asegura que Miguel de Cervantes, autor de El Quijote, no dejó a su mujer, aunque vivieron separados durante varíos períodos.
En una información difundida por la misma universidad el investigador abordó la relación marital del autor con Catalina de Salazar y Palacios, unión que causó polémica desde que contrajeron matrimonio.
Díaz González sostiene que la separación temporal entre Cervantes y su esposa "fue, como en tantas otras ocasiones, en la época, circunstancial". Al respecto agregó que "un espíritu inquieto como el de Cervantes no pudo aguantar por mucho tiempo en un pueblo como Esquivias - donde se casaron y comenzaron a vivir - sobre todo cuando la hacienda era escasa".
El experto en Historia recordó que el 16 de enero de 1586 se celebró la ceremonia de velaciones, casi 13 meses después de la ceremonia de desposorio, de Cervantes y Catalina.
González evocó que el escritor de La Galatea recibió una dote "pequeña" consistente en cinco arbustos de olivos y vid, un huerto, muebles y gallinas, pero eso fue motivo escaso para que el escritor permaneciera al lado de Catalina luchando por la hacienda.
Sin embargo, detalló, poco después de la boda el autor concedió a su mujer un poder para que pudiera administrar sus bienes en su nombre, aunque "estaba muy generalizada la concesión de poderes a las mujeres dentro del matrimonio, porque los maridos se marchaban en busca de trabajo y dejaban sus bienes en manos de sus mujeres", afirmó.
El profesor de la UAH detalló que lo anterior no implica que ellos se separaran formalmente ni de fecto, aunque eso era habitual en el siglo XVI, sobre todo entre los hombres.
Juan Díaz González profundizó: "En este caso no hubo separación sentimental 'porque Catalina en 1604 vive con Cervantes en Valladolid, tal y como demuestra la detención que sufrió toda la familia a raíz de la muerte de Gaspar de Ezpeleta en la puerta de su casa, y también viaja con Cervantes y su familia a Madrid, donde residen hasta la muerte del autor'".
En 1616, diez años antes de su muerte, Catalina testa que desea ser enterrada junto a su padre y deja sus muebles a Cervantes, sin dar cuenta al amor y compañía que tuvieron. Antes de morir, de Salazar cambió su testamento y pidió ser enterrada en el mismo lugar que el escritor, en el convento de Trinitarias, en Madrid.
nrv