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A mitad de los años 50, los dramaturgos Emilio Carballido y Sergio Magaña alentaron a la poeta Rosario Castellanos a escribir de su infancia en Comitán, Chiapas. Así, la experimentada pluma de Castellanos inició un retrato fiel de sus primeros años, que culminó 10 meses después. Un retrato fantástico y místico sobre una niña en medio de dos mundos opuestos: el de los indios, con el que simpatizaba, y el de los blancos, al que pertenecía. Balún-Canán, la primera novela de la escritora mexicana, cumple 60 años de su primera publicación en 1957.
Gloria Vergara Mendoza, académica correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua en Colima y estudiosa de la poesía de Castellanos, asegura que esta obra le dio a la escritora un lugar preferente en la literatura, sin embargo, dice, aún falta mucho por valorar en Balún-Canán desde las instituciones culturales en México. “Tendríamos que mirar quién ha estado en las instituciones. Quizá tenga que ver con la tradición de una crítica literaria hecha por varones. No me considero feminista, pero tenemos que ser objetivos y ver quién ha ejercido la mirada hacia la literatura, donde los varones han sido privilegiados. Hay escritoras a las que no se les ha dado el lugar que merecen, como a la misma Rosario”.
Laura Guerrero Guadarrama, doctora en Letras de la Universidad Iberoamericana e investigadora de la novela de Castellanos, explica que Balún-Canán no sólo abrió las puertas a la literatura hecha por mujeres, sino también a hombres. “Es una obra importante en el llamado Boom Latinoamericano. Muy pocas obras pueden reclamar el éxito de este volumen”.
La novela ha sido blanco de numerosos cuestionamientos en los que se le ha calificado de indigenista y feminista. La maestra en Letras Hispánicas Françoise Perus dijo en algún momento que la narrativa de Castellanos se fundaba en un carácter representativo de estas dos temáticas. Sin embargo, Castellanos negó al crítico Emmanuel Carballo que su literatura encajara con dichas corrientes, ya que para ella los indígenas no eran exóticos, poéticos ni misteriosos; pero sí vivían en una miseria atroz.
Guerrero Guadarrama sugiere que en la obra aflora la posición crítica y reflexiva de la autora. “Es quizá la primera novela neoindigenista de nuestro país. Rompe con la estructura decimonónica de la narrativa realista y ofrece varias voces y estilos. No idealiza a ningún grupo, por ejemplo, la niña y la nana son el primer recurso subversivo de la obra. La historia menciona cambios sociales, el fin de un sistema cuasi feudal que dominaba la región. Al final, los Arguello huyen de la hacienda para salvar sus vidas”.
Sobre la postura feminista en la historia, Vergara Mendoza dice: “Rosario, en esta obra, es muy incisiva en mostrar qué prácticas sociales ponían en desventaja a los sectores marginados, como el de las mujeres. En este sentido, como ella ya lo hacía en su poesía, a mitad de siglo, la novela abrió un nuevo escenario donde la mujer comenzaba a ser vista y valorada”.
Una obra sobre dos mundos. La obra publicada por el Fondo de Cultura Económica (FCE) hace seis décadas no traiciona la historia de su creadora ni a la historia misma que, ambientada en el periodo de la reforma agraria, medida implementada por Lázaro Cárdenas sobre el reparto de tierras a indígenas, narra el duro y cruel contraste entre dos razas.
Castellanos, siempre atraída por las letras y por una profunda y sensible narrativa, sentía gran compromiso con el mundo real, un mundo que ella describía como un “lugar de lucha”, misma que venía librando en años anteriores desde otra trinchera, la poesía.
La coherencia entre el hacer poético de la autora y su narrativa, y el tinte autobiográfico en Balún-Canán también han sido tema de análisis literario, especialmente éste último, una posible reconstrucción de la niñez y familia de Castellanos.
Vergara Mendoza, directora del Centro de Estudios literarios de la Universidad de Colima, asegura que la novela tiene que ver con la vida de la escritora, pero no es una autobiografía. “Existen varios elementos que nos dicen que Rosario desde muy joven se dio cuenta de cosas que tenían sobre el trato a los indígenas y a ella misma como mujer. Así, Balún-Canán está escrita por una Rosario niña, pero vista desde la mirada de una Rosario adulta, es decir, hay una dimensión íntima y otra social, esa crítica reflexiva sobre cómo miraba la realidad”.
Sobre la posibilidad de diversos acercamientos a la vida de Castellanos, la doctora Edith del Rosario Negrín Muñoz, socióloga y académica del Instituto de Investigaciones Filológicas de UNAM, explica que sin ser autobiográfica, es en ellos donde radica la grandeza de la obra. “No puede ubicarse como novela biográfica ni histórica. Sí, tiene gran carga autobiográfica, pero traspuesta a la ficción. No podemos separar lo individual de lo social, la empatía de la niña con los marginados de su propia soledad y aislamiento. Esta imbricación hace a Balún-Canán fascinante” dice.
Situada en Comitán —nombre en español de la ciudad chiapaneca que en maya antiguo es Balún-Canán, lugar de los nueve guardianes— fue donde la escritora pasó su infancia y parte de la adolescencia.
La novela hace una narración sobre las leyendas, costumbres y relatos que se entrelazan a la memoria cultural y personal de la autora. Castellanos da figura a las voces indígenas. Además hace una reconstrucción ancestral de la cultura y tradición maya que se opone y en ocasiones se impone a la tradición de los hombres blancos. “Para la niña de Balún-Canán, la que le proporciona cariño es su nana indígena, la voz de esta mujer abre la novela expresándole oralmente con ecos de los textos sagrados mayas. La nana es el vínculo entre la prosaica e injusta vida cotidiana y la zona sagrada de la creación del hombre y del mundo según el Popol Vuh, también existen epígrafes de Chilam Balam. La recurrencia a estos textos sagrados abre una puerta a la dignificación de los esclavos indios”, dice Negrín Muñoz.
A finales del siglo XX, en medio de conflictos sociales en Chiapas, hay quienes creen que Balún-Canán ofrecía un panorama de lo que sucedía en la región en esos años. “No se puede entender la situación indígena de los 90 y los legítimos motivos de la rebelión en Chiapas sin conocer esta obra. De ahí que Castellanos siempre esté incluida en los estudios sobre el tema”.
A 60 años de su primera edición, publicada por el FCE con 3 mil ejemplares, Balún-Canán ha sido incluida en colecciones de literatura iberoamericana. La antología Panorámica del cuento mexicano (1973), del compilador Víctor Manuel Barceló y editada por el Ministerio de Educación Nacional de Colombia y el Instituto Colombiano de Cultura, incluyó fragmentos de la novela en su edición. La obra también fue incluida por Elsa de Llerena y Josefina Torres para la antología de Ediciones Orión, Buenos Aires, Así escriben los mexicanos, en 1975.
A la fecha existen seis ediciones de la novela, todas pertenecen a la colección Cultura Popular del FCE. La cuarta edición, en 2004, fue publicada como conmemorativa a los 70 años de la editorial mexicana y coincidió con los 30 años del fallecimiento de la autora. En 2014, la sexta edición, con prólogo de Andrea H. Reyes, Balún-Canán, una novela de aprendizaje, publicada en Letras Mexicanas, coincidió con el 40 aniversario luctuoso de Castellanos. En 2007 no hubo una mención alusiva al medio siglo de la novela y este año no se ha previsto celebración o lanzamiento de edición de aniversario de la obra.