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Novelista, ensayista, periodista, traductora, fundadora de publicaciones, profesora emérita de la UNAM, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y ganadora del Premio Nacional de Lingüística y Literatura 2004 y del Premio FIL (antes Juan Rulfo) 2010, entre otros, Margarita Glantz Shapiro también ha ejercido la docencia en algunas universidades extranjeras, como las de Barcelona, París, Yale, Princeton, Berkeley y Harvard.
Nacida en 1930, hija de inmigrantes judíos ucranianos, Margo Glantz, como se le conoce, recuerda que desde niña fue una lectora apasionada.
“Como mi papá era poeta, llegó a México con muchos libros, la mayoría escritos en ruso y en yiddish, la lengua de los judíos azkenazi del centro y el este de Europa. A medida que aprendía el español, añadió libros en español a su biblioteca. Mis primeras lecturas fueron de aventuras: Salgari, Verne, Dumas... Más tarde leí obras de Hugo, Shakespeare, Dostoievski... También leí muchas novelas rosas y de folletín.”
En su niñez, Margo asistió a muchas escuelas primarias porque su familia se tenía que cambiar de casa constantemente debido a problemas económicos.
“Fueron tantas las escuelas a las que asistí que es difícil acordarse de todas. En más de una ocasión, mis padres Jacobo Glantz y Elizabeth Shapiro me inscribieron en tres distintas durante un mismo año.”
Sin embargo, sí recuerda cuando vivía cerca del pueblo de Tacuba y entró en la escuela Francisco Eduardo Tresguerras para cursar el primero de primaria. Ahí recibió el primer premio de su vida por aprender a leer sin ayuda de nadie: una muñequita de celuloide que hablaba. Un día se bañó con ella en la tina y la muñequita parlante dejó de hablar...
Infancia difícil
En enero de 1939, la familia Glantz vivía en la calle de Zaragoza, en la colonia Guerrero. Elizabeth tenía una tienda de sombreros y de guantes en 16 de Septiembre casi esquina con San Juan de Letrán, ahora Eje Central Lázaro Cárdenas. Por esos días, un grupo de fascistas pro nazis, los Camisas Doradas, trataron de linchar a Jacobo, su esposo.
“Con la ayuda de algunas personas, entre ellas un hermano de Siqueiros que pasaba por ahí, mi papá se salvó del atentado y regresó a nuestra casa con la frente llena de sangre. Esa noche nos visitaron varios amigos de mi padre también muy asustados por ese intento de linchamiento, agravado por las noticias que se tenían de Europa.”
En general, la infancia de Margo y sus hermanas (Lirio, Azucena y Shulamis) fue difícil. Sus padres tenían poco dinero. Por ello se establecieron en la zona de Tacuba durante tres épocas distintas.
“Vivimos en una casa muy pequeña en la calle de Golfo de Campeche. Luego nos fuimos a Popotla y después a la calzada México-Tacuba 517, frente al mercado de Tacuba, donde mis padres abrieron zapaterías.”
El Sábado de Gloria, la gente colgaba judas de papel maché de los cables de electricidad en el barrio de Tacuba; eran unos judas gigantes, como los que se hacían antes, parecidos a los que se exhiben en la casa de Diego Rivera, y los hacía estallar.
“Como oíamos decir que los judas representaban a los judíos que crucificaron a Cristo, para mis hermanas y para mí era impresionante pensar que nos podían quemar también. Por esa época empezaba el nazismo.”
A los 12 años, Margo entró en la Secundaria 15, localizada a unas cuantas cuadras de su casa, por el barrio de Tacuba, donde sólo permaneció dos años porque el tercero lo cursó en el Colegio Israelita, entonces situado en la calle de San Lorenzo, cerca de donde hoy se levanta el Hospital 20 de Noviembre del ISSSTE.
“El año que pasé en el Colegio Israelita fue terrible para mí. No hablaba yiddish ni hebreo, y todos mis compañeros —que provenían de familias más bien adineradas— se conocían desde la primaria, incluso desde el kínder, y entre ellos había una gran familiaridad. Yo era una extraña recién llegada que no hablaba yiddish ni hebreo, idiomas que ellos habían aprendido desde los seis años. El contraste entre la Secundaria 15 y el Colegio Israelita fue violento, y yo la pasé muy mal.”
Estudios y lecturas
A los 14 años, Margo ingresó en una organización judía de izquierda llamada Hashomer Hatzair, cuyo objetivo era crear comunidades agrarias igualitarias y luchar por un Israel socialista.
“Empecé a ir a las reuniones de cada semana. En esa organización había una biblioteca circulante conformada, sobre todo, por libros de escritores alemanes, austriacos, rusos, norteamericanos, ingleses y franceses, muchos traducidos y publicados en Argentina. Ahí leí a Mann, Broch, Hesse, Wasserman, Dos Passos, Faulkner, Tolstoi, Balzac...”
Apenas llegó a México, el padre de Margo se suscribió a revistas argentinas muy importantes, como Sur, que su hija leía.
“Mi papá me prestó La metamorfosis, de Kafka, en traducción de Borges; entonces conocí al argentino sin saber que era Borges. Su manera de traducir se parece a la manera en que escribía sus propios libros, que leí muchos años después. Las palmeras salvajes, de Faulkner, también la leí en traducción de Borges. Tendría yo como 15 ó 16 años. Era muy tímida y no hacía otra cosa más que leer.”
A los 15 años, antes de entrar en la prepa, Margo escapó de su casa para irse a una colonia agrícola en Tlalnepantla, una especie de comuna para preparar su ingreso en un kibutz, en Israel. A los dos días, sus padres fueron a buscarla con policías y la regresaron y ya no fue a Israel.
“Mis años en la Preparatoria 1 de San Ildefonso, que era la única que había en 1945, fueron maravillosos. Quizás ahí me sentí feliz por primera vez. Inmediatamente me hice amiga de un grupo de chicos con los cuales dialogaba e iba al cine.”
Más tarde, a los 19 años, Margo entró en el MAPAM, una organización sionista de jóvenes en la que se estudiaba, entre otros libros, El capital, de Carlos Marx.
En la Facultad de Filosofía y Letras
De 1947 a 1950, Margo estudió la licenciatura en letras inglesas en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM, y de 1950 a 1953 hizo su maestría en letras inglesas, y luego el doctorado en letras españolas en La Sorbona, en Francia.
“En 1949 empecé a salir con el que sería mi marido, Francisco López Cámara, quien estudiaba filosofía. Íbamos a los Viveros de Coyoacán y entre beso y beso estudiábamos El capital. ¡Qué bonito! ¿No? Luego nos casamos. Mis padres no estuvieron de acuerdo con mi elección, pero no pudieron anular mi matrimonio, a pesar de que en aquella época la mayoría de edad se alcanzaba a los 21 años.”
Francisco fue muy importante para Margo. Él era un hombre muy inteligente, un gran maestro, sociólogo, historiador y filósofo.
“Nos casamos en febrero de 1950 y en septiembre de 1953 hicimos un viaje a Europa que duró cinco años. De no haberme casado con él, no hubiera podido hacer mi doctorado en Francia. Vivíamos en la Casa de México, donde conviví con jóvenes que luego serían importantes en la política, las artes y la literatura, como Salvador Elizondo, Manuel Felguérez, Porfirio Muñoz Ledo, Víctor Flores Olea, Luisa Durón, Enrique González Pedrero, Julieta Campos, Lilia Carrillo, Joaquín Gutiérrez Heras, Manuel Ezcurdia y el pintor uruguayo Horacio Torres García.”
En 1958, después de regresar de Europa, Margo empezó a dar clases de historia del arte en la Preparatoria 4, que ocupaba el local que había sido la Casa de la Lotería Nacional y que hoy es el Museo de San Carlos, hermosísimo edificio diseñado por Tolsá.
“Desde mi primera clase descubrí que me gustaba enseñar, y a mis alumnos les gustó cómo enseñaba. En 1959 empecé a dar clases de historia del teatro en la FFyL. Sustituí a Allan Lewis, uno de mis maestros más queridos y admirados, expulsado de manera injusta de México y a la vez emigrado aquí por el macartismo. Di clases de teatro clásico y de los siglos de oro franceses, ingleses y españoles.”
Viaje a Cuba
En 1961, Margo fue a Cuba con su marido. Cuando estaba a punto de regresar a México, ocurrió el ataque a Bahía de Cochinos, perpetrado por los anticastristas. Entonces permaneció un mes y tuvo la oportunidad de vivir uno de los momentos históricos más importantes de la revolución cubana.
Conoció a Fidel Castro, al Che Guevara, a Armando Hart, a Osmani Cienfuegos, y coincidió con intelectuales y artistas mexicanos y latinoamericanos que habían ido a trabajar a la isla, como Juan José Arreola, José Luis González, José de la Colina, Heraclio Zepeda, Joaquín y Surya Sánchez Macgregor, Ezequiel Martínez Estrada, León Ferrari…
“Fui testigo de las grandes concentraciones, de los discursos larguísimos y emotivos de Fidel y de los juicios a los invasores y a los torturadores de la época de Batista, que vi por televisión.”
Al regresar de Cuba a México, Margo dejó la Preparatoria 4, empezó a dar clases en las prepas 1 y 5, y continuó con las que tenía en la FFyL. En la Preparatoria 5 hizo una gran amistad con Héctor Azar, quien también daba clases ahí y fue el fundador de Teatro en Coapa, movimiento teatral muy importante. En 1966 fue nombrada profesora de tiempo completo en la FFyL.
“Como daba historia del teatro en la FFyL, fui invitada a dar clases también en el Centro Universitario de Teatro y me vinculé con la Compañía Nacional de Teatro que dirigía Héctor Azar. También di clases en el Centro de Teatro Clásico, en la Casa del Lago, que dirigía José Luis Ibáñez, compañero mío en la facultad. Durante muchos años escribí en el unomásuno crítica de teatro. En 1969 me volví a casar y me fui a Estados Unidos, donde estuve dos años. Al regresar seguí con mis clases en la FFyL, pero me dediqué de lleno a la literatura latinoamericana, que ya impartía desde antes, y empecé a enseñar literatura mexicana.”
Las genealogías
En 1977, Margo empezó a escribir semanalmente en el unomásuno y en 1977, luego de un accidente mortal de un pariente, recordó el intento de linchamiento que su padre había sufrido décadas atrás y escribió un texto para ese diario que fue el origen de su libro Las genealogías.
“Pensé que era importante enterarme de quiénes eran mis padres y de cómo habían vivido: ya tenían 78 ó 79 años y sólo los conocía de manera visceral. Decidí entrevistarlos y grabar las conversaciones sobre su vida en Ucrania antes de que emigraran a México y se adaptaran a su paisaje, su clima, su comida, su gente. Empecé a transcribir y publicar semanalmente las entrevistas en el unomásuno y en la quinta entrega resolví que la columna tenía que llamarse Las genealogías.”
A finales de 1981, todas las entregas se publicaron como libro de memorias con ese nombre y obtuvo el Premio Magda Donato en 1982.
“Mi padre asistió a la presentación y murió el 2 de enero de 1982; y mi madre, el 17 de mayo de 1995. La siguiente edición apareció en la colección Lecturas Mexicanas de la Secretaría de Educación Pública. Entonces me referí a la muerte de mi padre y en 1997 corregí y aumenté la tercera edición en memoria de mi madre. En la séptima edición de la Editorial Alfaguara apareció una adenda por la muerte de mi hermana mayor, Lili”, concluye.