Tiene más barba que cabello. Tiene más de Bob Dylan que de Jesucristo. Tiene toda la pinta de un beatnik. Es Alejandro Carrillo (Ciudad de México, 1981), ganador del Premio Mauricio Achar 2016, por su novela Adiós a Dylan (Literatura Random House).

Hace seis años, Alejandro Carrillo empezó a escribir su novela de manera intermitente y a cada letra lo acompañaba una canción del autor de “Like a Rolling Stone”. Tanto su libro como él fueron creciendo poco a poco, nutriéndose de nuevas experiencias, conoció a su esposa, corrigió sus manuscritos, nació su hijo y publicó su novela. La dicha de dar vida a dos íntimos reflejos de su persona.

Adiós a Dylan es un libro sobre los padres y los ideales que nos colgamos para crecer, como el protagonista, Omar Brambila, un adicto desde las venas hasta la oreja, al cantante y poeta norteamericano Bob Dylan, que lo acompaña musicalmente como una sombra por la Ciudad de México en su romance con Sara, una actriz porno amateur, que gusta de la webcam.

“Me pareció muy interesante explorar una historia de obsesión, como lo hace Nick Hornby en Fiebre en las gradas. Porque en ocasiones los ídolos se convierten en fantasmas, en guías o en adicciones”, comenta el escritor en entrevista para EL UNIVERSAL.

Para Alejandro Carrillo no fue suficiente leer más de 30 biografías y libros de análisis de las letras de su héroe musical, descargó documentales, películas y toneladas de gigabytes de sus conciertos. Me metí a foros de súper fanáticos —explica el autor—, y leí a todos aquellos que tuvieron contacto con él, como Allen Ginsberg y Jack Kerouac.

La novela tiene una marcada influencia de la generación beatnik, de la prosa de Kerouac, ese flujo continúo de narración descriptiva que va tomando a la ciudad como metáfora y un protagonista más de la historia. El autor va citando la obra musical de Bob Dylan como si el lector tuviese una banda sonora que lo acompaña.

“Tanto el personaje Omar y yo tenemos la influencia directa de los beatnik, de En el camino y personajes como Neal Cassady, que representan esta locura por esta vivo. Estas ganas de verlo todo, de absorberlo todo, las ganas de atascarse de todo, no sólo drogas, tener una sobredosis del mundo y de la vida”.

El jurado de la segunda edición del Premio Maurico Achar se conformó por Cristina Rivera Garza, Emiliano Monge y Julián Herbert, quienes determinaron a Carrillo como ganador y acreedor a una retribución económica de 250 mil pesos y la publicación de su primer novela, que le permitieron, según el autor, continuar con sus proyectos de Tinta Chida y Pelea y Escribe.

Pelea y Escribe es un taller de escritura que fusiona el kick boxing con la literatura. Hay una relación directa, dice, entre los deportes de contacto y las letras. Por ejemplo, cuando dos boxeadores están arriba del ring y uno tiene una lesión en la costilla, el contrincante lo ataca más en esa zona; mientras que en la escritura de pelea lo que hacemos es atacar nuestras propias lesiones, lo que más nos duele y escribir desde ahí. Técnica que utilizó en su novela.

“Para mí, lo literario no sólo está en ese regodeo intelectual y estético. Para mí, la literatura está más en las vísceras”, puntualiza Alejandro Carrillo, quien ya trabaja en su siguiente novela sobre una joven reggaetonera, fanática de San Judas Tadeo. “Me fascina esta nueva novela porque es escribir sobre algo que es tan lejano a mí y vivo en un estado de descubrimiento”, dice.

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