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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
La Fundación Juan Rulfo ha dicho no a las iniciativas del gobierno mexicano de celebrar con un homenaje nacional el Centenario del nacimiento de Juan Rulfo, que se cumple el próximo 16 de mayo. Ha optado por una celebración “seria” y “sin improvisaciones”; sin embargo, para algunos críticos literarios esta negativa es una “pequeña querella de marketing” y un acto de demagogia.
Y es que la contrapropuesta de la familia del autor de Pedro Páramo, El llano en llamas es que los recursos que podrían destinarse al homenaje nacional mejor sean para becas a estudiantes mexicanos de universidades públicas que estudien las áreas que trabajó “el más grande narrador que ha dado México”.
El arquitecto Víctor Jiménez, director de la Fundación Juan Rulfo, niega que esta decisión sea un secuestro del nombre y de la obra del escritor nacido el 16 de mayo de 1917, y reitera que Rulfo no requiere de “muletas” ni de la cultura oficial que siempre aprovecha estas efemérides para “lavarse la cara”.
Jiménez asegura que tener recursos públicos generaría una relación clientelar. “Si yo le pido a usted dinero quedo en deuda con usted. Creo que esta dependencia que han creado de los fondos públicos solamente les da poder. Han creado una dependencia que no es buena ni sana. No es mecenazgo si hablamos del gobierno porque no es su dinero, es nuestro dinero, además se han creado grupos con poder”.
El crítico literario Geney Beltrán Félix reconoce que los homenajes literarios organizados por las instituciones oficiales en México usualmente se convierten en rituales de poder. “El ‘homenaje’, por eso, es un fenómeno desgastado: no contribuye a difundir las obras valiosas, a explicar por qué merecen el acercamiento y la apreciación de los futuros lectores”; sin embargo, el hecho de que la Fundación rechace estas ceremonias por efímeras también son un acto de dogmatismo.
“Que solamente los estudiosos del medio académico aprobados por la Fundación estarían autorizados para hablar de Rulfo... este es el más flaco favor que se le puede hacer al más grande narrador que ha dado México. Parecería que únicamente desde los grados académicos y la erudición especializada es posible disertar sobre una obra literaria. Esto es falso, y habría llevado al silencio a ensayistas curiosos e inquietos como Alfonso Reyes, José Emilio Pacheco o Carlos Monsiváis”, afirma Beltrán Félix.
Por su parte, el también crítico literario y colaborador de EL UNIVERSAL, Christopher Domínguez Michael, asegura que “más allá del aspecto formal que tomen los centenarios, todos los lectores, no sólo mexicanos sino mundiales de Rulfo, lo vamos a leer, lo vamos a comentar, lo vamos a compartir y eso nadie nos lo puede impedir. Me da mucho gusto que estemos en 2017, el Año Rulfo, pero hay pequeñas querellas de marketing, porque eso son, son un poco ofensivas para mi gusto. Te aseguro que Rulfo va a quedar enriquecido por nuevas lecturas, van a venir muchas cosas, con o sin permiso de estas personas, en el mundo, y vamos a vernos en un año y sabremos mucho más de Rulfo, como supimos mucho más de Paz tras 2014. Eso es lo que importa, todo lo demás es secundario”.
El año del autor. Traducciones a lenguas mexicanas como el náhuatl, y quizás en maya y zapoteco, una exposición de la obra de Rulfo fotógrafo en el Museo Amparo de Puebla, un Coloquio en la UNAM con al menos ocho estudiosos mexicanos e internacionales, una guía completísima para adentrarse a Rulfo y su obra, ediciones conmemorativas y ediciones únicas para coleccionistas conforman el programa de actividades que ha organizado la Fundación Juan Rulfo para conmemorar el centenario del escritor. Lo hace desde su figura de asociación civil que trabaja con recursos que provienen de la familia del autor y de las regalías.
Aunque se niegan a llamarlo el Año Rulfo, aceptan que este 2017 han puesto un mayor énfasis en la publicación de ediciones conmemorativas y trabajos especiales. Hay un plan de publicaciones que viene gestándose desde 2015. Por ejemplo, en mayo se presentará la segunda edición de la biografía Noticias sobre Juan Rulfo, realizada por Alberto Vital, que habían editado en 2004. “La presentación va a ser uno de los actos centrales de este año. El 16 de mayo, que es martes, en el seno de un Coloquio que se abrirá ese mismo día entre la Coordinación de Humanidades de la UNAM y el Instituto de Investigaciones Filológicas, a donde vendrán varios conferencistas”, asegura Víctor Jiménez.
Otra obra importante es el primer volumen de la investigación de Douglas Weatherford, titulado Juan Rulfo en el cine, que da cuenta de los rastros de Rulfo en distintos ámbitos de la actividad cinematográfica, como escritor y como fotógrafo. El primer volumen va a estar enfocado a dos guiones que localizó Douglas de la primera versión de Pedro Páramo, donde intervino Carlos Fuentes, Manuel Barbachano y Carlos Velo, y la primera versión cinematográfica de la novela El Gallo de oro, un guión firmado por Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y el propio Roberto Gavaldón, director de esa cinta.
También aparecerá una coedición con la Universidad Veracruzana, que se llamará Juan Rulfo en Veracruz, con fotografías que Rulfo tomó a lo largo de varios años en el puerto de Veracruz, en Orizaba, en Xalapa, en el Castillo de Teayo, en Zempoala y en el Tajín. Destaca también un libro realizado por el propio Jiménez, titulado Ladridos, astros, agonías. Rilke y Brach en el lector Rulfo; así como la edición bilingüe, náhuatl-español, de Pedro Páramo, realizada por Victoriano de la Cruz, con prólogo de Heriberto Yépez.
Además de la reedición de Pedro Páramo, El llano en llamas y El gallo de oro, por RM, la editorial de cabecera de la obra de Rulfo en caja con el sello conmemorativo de los 100 años diseñado por Pablo Rulfo, este año verá la luz una guía para adentrarse a la obra del autor muy al estilo de las enciclopedias de Oxford; entre muchas otras obras.
Marca registrada. El director de la Fundación Rulfo, Víctor Jiménez, dice que se registró el nombre de Rulfo ante el Instituto Mexicano de Propiedad Industrial (IMPI) para evitar que otros lo usarán y porque la protección de una marca registrada es mucho más fácil desde el punto de vista legal que por la Ley de Derechos de Autor.
“Los abogados Larrea propusieron esto, le dan un seguimiento, se ha registrado el nombre de la novela Pedro Páramo y de otras partes de la obra; ellos rastrean en el IMPI y ha habido una larga lista de intentos de registrar productos comerciales con el nombre de Juan Rulfo y de Pedro Páramo, que, claro, se los han negado gracias a que existe el registro”.
Afirma que el gobierno mexicano no se puede apropiar ni de Juan Rulfo ni de su obra con el argumento de que es patrimonio de México, aunque ya lo intentaron en 2005, cuando la Fundación decidió retirar el nombre de Juan Rulfo del Premio que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
“Que lo intenten. Sería un escándalo internacional, imagina ¿qué pasaría si de pronto el gobierno español decide que se apropia de Picasso? Eso no existe. Ya se manejó esa misma idea cuando retiramos el nombre de Rulfo en el Premio de la Feria, se manejó igual. No hicieron nada porque no existen los instrumentos legales. Porque, bien que mal, un político puede hacer sólo aquello que la ley le permite, no puede hacer algo que no está establecido en las leyes”, señala Jiménez.
El crítico Christopher Domínguez Michael remata: “Lamentablemente la familia Rulfo cayó en manos de la ineptitud y la codicia, pero esto ni le da ni le quita a Juan Rulfo” y agrega: “Más allá de lo que ciertas personas hagan o digan o pretendan, Juan Rulfo, como Octavio Paz o López Velarde o Sor Juana, es patrimonio de la literatura universal”.
Víctor Jiménez, por su parte, concluye con una pregunta: “¿Hay algo malo en la independencia frente al gobierno? Nosotros decimos que no”.